El Periódico - Castellano

Una vacuna con tres ventajas y un inconvenie­nte

La Agencia Europea del Medicament­o ha recomendad­o la aprobación de esta inmunizaci­ón contra el covid-19, la tercera disponible para los Veintisiet­e. La llegada de este fármaco podría cambiar el rumbo de la campaña de vacunación en todo el mundo.

- VALENTINA RAFFIO

Luz verde a la vacuna de AstraZenec­a y Oxford, el antígeno que podría cambiar el rumbo de la campaña de vacunación. Tras casi cuatro meses de monitoriza­ción y revisión de los ensayos clínicos, la Agencia Europea de Medicament­o (EMA) recomendó ayer la aprobación de esta inmunizaci­ón. Se trata de la tercera vacuna contra el covid-19 que logra el ok para su reparto en Europa, después de la autorizaci­ón de las fórmulas de Pfizer y Moderna entre diciembre y enero. Varios expertos interpelad­os por este diario señalan tres ventajas y un inconvenie­nte sobre la recién aprobada inmunizaci­ón; la primera que podría tener un alcance global.

Las tres ventajas estratégic­as

La fórmula de AstraZenec­a y Oxford tendría al menos tres ventajas respecto a las de Pfizer y Moderna, argumenta Rafael Vilasanjua­n, miembro de la Alianza Global para la Vacunación (GAVI) y director del Departamen­to de Análisis y Desarrollo Global de ISGlobal. Es más fácil de producir respecto a las vacunas de ARNm. Tiene una logística más sencilla, ya que no requiere ni cadena de ultrafrío ni grandes infraestru­cturas para su almacenaje. Y su precio, que ronda entre los dos y los tres euros, es el más barato hasta la fecha. «Es la primera vacuna que llegará a los países de bajos recursos», destaca el experto.

La Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), de hecho, podría emitir su aprobación de esta vacuna en tan solo unas semanas. Si todo va bien, los primeros lotes podrían llegar a África entre febrero y marzo. Su distribuci­ón sería relativame­nte sencilla, en tanto que solo habría que preservar los viales a entre dos y ocho grados centígrado­s. «Se podrían transporta­r en neveras de playa, para que nos entendamos», explica Vilasanjua­n. Su coste, aunque elevado para los países pobres, entraría dentro de lo asequible. «El programa de vacunación para menores de cinco años en África cuesta, en total, dos dólares (excepto la vacuna de la neumonía, que vale tres). Vacunar a una persona contra el covid-19 saldría por cuatro dólares. Para los países pobres sigue siendo caro, pero entra dentro de lo razonable», ejemplific­a el experto.

«Si solo disponemos de vacunas complicada­s y caras será imposible detener la pandemia. Y si solo vacunamos a Europa y nos olvidamos del resto de países, en nada habrá que cerrar fronteras», resume Vilasanjua­n. La alianza internacio­nal Covax Facility, formada por 140 países, prevé distribuir suficiente­s vacunas para inmunizar al 20% de las personas de los países más pobres. La de Oxford sería la primera vacuna que empezarían a repartir en el sur global. AstraZenec­a, por su parte, se comprometi­ó a vender la vacuna «sin ánimo de lucro» mientras haya pandemia.

El precio de las vacunas también podría marcar un punto de inflexión en las campañas de vacunación del hemisferio norte. En España, por ejemplo, vacunar a toda la población con la fórmula de Pfizer saldría por 1.500 millones de euros (solo teniendo en cuenta la compra de las dosis y sin incluir el coste del material sanitario adjunto, como las jeringuill­as).

Con la de AstraZenec­a, en cambio, el coste total ascendería a 150 millones de euros. La diferencia, según destaca Vilasanjua­n, es abismal.

La otra cara

En la otra cara de la moneda, la vacuna AstraZenec­a-Oxford también presenta una limitación importante. Los estudios clínicos han contado, en su mayoría, con voluntario­s de entre 18 y 55 años. Es decir, población joven. «A la luz de los últimos resultados publicados sobre el ensayo clínico vemos que, al menos por ahora, los datos de eficacia en población mayor de 65 son todavía insuficien­tes», matiza Fernando Moraga Llop, vicepresid­ente de la Asociación Española de

Vacunologí­a. «Esto no significa que la vacuna está contraindi­cada para mayores. Significa que hay que obtener más informació­n para ver qué protección ofrece a este grupo de edad. Es una limitación temporal», añade el experto. Esta misma crítica, de hecho, también destacó en el informe del comité de vacunación de Alemania, que aconsejó administra­r esta vacuna solo a personas de entre 18 y 64 años.

La EMA, por su parte, se ha pronunciad­o sobre esta cuestión recordando que, a pesar de las limitacion­es del estudio, sí que hay informació­n fiable sobre la seguridad y eficacia de las vacunas en mayores. A partir de estos datos, la autoridad sanitaria aconseja administra­r la vacuna a partir de los 18 años y, por ahora, sin límite de edad. Eso sí, exige a la farmacéuti­ca que envíe más informació­n sobre los estudios clínicos en marcha en mayores de 65.

La historia

La historia científica de esta vacuna empieza en enero de 2020, poco después de que empezara a correr la voz sobre un coronaviru­s emergente detectado en la ciudad china de Wuhan. Incluso antes de que el término covid-19 se acuñara, investigad­ores de la Universida­d de Oxford empezaron a trabajar en una vacuna para hacer frente a ese nuevo patógeno. Comenzaron desde cero, diseñando una fórmula, testándola en los laboratori­os y poniéndola a prueba en modelos animales. En marzo, después de corroborar el éxito en los experiment­os en macacos, se iniciaron las primeras pruebas en humanos.

Una vez los estudios preliminar­es mostraron que la vacuna diseñada era como mínimo segura, arrancó la carrera para demostrar la eficacia de estas fórmulas. En abril se reclutaron a más de 500 voluntario­s para la primera etapa del estudio clínico, realizado en Gran Bretaña. Entre mayo y junio arrancaron los estudios a gran escala, combinando la segunda y la tercera fase del protocolo clínico. ¿El objetivo? Probar el compuesto a gran escala comparando su eficacia versus una inyección de placebo. Miles y miles de pruebas más tarde, y tras superar varios parones para estudiar posibles efectos adversos, los estudios empezaron a arrojar resultados más que esperanzad­ores.

La última semana de noviembre, Astrazenec­a y Oxford difundiero­n los resultados preliminar­es de los estudios a gran escala. Tras más de 24.000 pruebas en voluntario­s del Reino Unido, Brasil y Sudáfrica, los datos apuntaban a una eficacia del 62% utilizando dos dosis completas del fármaco, separadas por 28 días de diferencia. Hasta la fecha, no se han detectado efectos adversos graves en ninguno de los vacunados. Tampoco se han detectado casos que han desarrolla­do una forma grave de la enfermedad o han necesitado hospitaliz­ación.

La fórmula de esta vacuna es relativame­nte sencilla. Se empieza tomando un virus inocuo, el causante de los resfriados comunes en chimpancés. Y se le añade una pizca del coronaviru­s SARSCoV-2. Para ser más exactos, la receta toma un fragmento genético de las proteínas que proporcion­an al virus su caracterís­tica forma de corona. Esta combinació­n, inoculada a través de una inyección intramuscu­lar, sirve para despertar una respuesta inmune en nuestro organismo. Ahí empezarían a forjarse las barreras naturales del cuerpo frente a la infección; los anticuerpo­s neutraliza­ntes y linfocitos T. Cuando la vacuna pasa de proteger a una persona a amparar todo un colectivo, el objetivo de la inmunidad está más cerca.

«Es la primera vacuna que llegará a los países de bajos recursos», recuerda Rafael Vilasanjua­n «No es que la vacuna está contraindi­cada en mayores. Es solo que faltan datos», dice Fernando Moraga

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