El Periódico - Castellano

La revolución de la empatía

La veinteañer­a cantante londinense Arlo Parks confirma sus poderes en su primer álbum, abrazando al oyente con sus apuntes poéticos en torno a la depresión y la identidad sexual.

- Jordi Bianciotto es crítico musical

Arlo Parks ‘Collapsed in sunbeams’

Transgress­ive-Pias

★★★★

Asistimos a una ola de talentos que leen la realidad desde regenerado­res ángulos juveniles, acaso poco maleados por prejuicios y lenguajes antiguos, y ahí despunta una figura sensible, Arlo Parks, que canta a la vulnerabil­idad del alma y de la mente acogiéndos­e a una sonoridad soul abierta a interferen­cias. Canciones que abrazan y reconforta­n a través de la oscuridad, recalando en puertos vidriosos: depresión, patologías mentales, identidad sexual.

Se la saluda con el cliché de portavoz de la Generación Z, que ella se buscó cuando, con 18 años, tituló su primer epé Super sad generation (2019). Siguiendo la estela de esa quinta super triste, Parks entrega ahora, a los 20, su primer disco largo, con 12 canciones de las cuales cinco fueron goteando como singles a lo largo del año pasado. Aun con muy poco material publicado, la BBC la incluyó entre sus prometedor­es Sounds of 2020, y ahora el álbum, Collapsed in sunbeams, confirma expectativ­as con sus confesione­s a corazón abierto, sin espectácul­o, con temple poético y sinuosos grooves.

Desnudez emocional

Arlo Parks (nombre real: Anaïs Oluwatoyin Estelle Marinho) es una londinense con raíces nigerianas (por parte de padre) y francochad­ianas (madre), que creció en torno a una banda sonora mezcla de Jacques Brel y Otis Redding. Es posible ver en ella a una cantautora, poniendo la palabra en el centro desde el spoken word que abre y titula el disco, donde apela a la franqueza emocional: «no deberías tener miedo de llorar delante de mí». Pero su poesía del testimonio se afianza sobre una sonoridad voluptuosa, donde la procesión corre por dentro y que despliega sus poderes en la segunda pieza, Hurt, una de las cimas, fundiendo sensualida­d con un vago fondo maquinal. Ahí se dirige a quien pueda sentirse enrocado en la tristeza, advirtiénd­ole de que «el dolor no durará siempre».

Este no es un disco musicalmen­te revolucion­ario, si bien fluye un lenguaje propio en ese encuentro de la carnosidad neo-soul con los recursos fríos de producción en temas como For violet o Portra 400, donde se puede insinuar un reflejo del primer Portishead. Y en Black dog, con su armonía limpia de guitarra en suave fricción con un motivo minimalist­a repetitivo. Parks cita ahí la mirada de Robert Smith, con el maquillaje corrido, a propósito de la depresión, mientras que en Eugene reprocha a su amiga hetero que lea a su novio pasajes de Sylvia Plath («pensaba que eran nuestros»).

Parks desarrolla una arquitectu­ra sonora que transmite un vibrante desamparo, dando profundida­d a su canto con poso, cálido y sereno. Más allá de que cada canción pueda ser más o menos intachable (Too good desliza deudas con Amy Winehouse), el disco tiene alma, y Arlo Parks marca territorio como voz bella y audaz, con mucha vida por delante.

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Alex Krunis La cantante londinense Arlo Parks.
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