El Periódico - Castellano

Lluna, la niña que prestó su cama a Pasqual Maragall

‘Maragall i la Lluna’ es un perfil biográfico del carismátic­o político a partir de un episodio ocurrido en 1993. El entonces alcalde convivió en domicilios de barcelones­es para conocer su día a día. Uno de ellos fue el de una familia de Les Roquetes.

- ELOY CARRASCO

Lluna tenía 8 años y nadie la creía en su colegio cuando contó que el alcalde de Barcelona estaba viviendo en su casa. Así que una buena mañana Pasqual Maragall cogió a Lluna de la mano, la subió a su coche oficial, y la llevó a la escuela, en el barrio de Les Roquetes, para que esa niña que le estaba prestando su cama no quedara por mentirosa. Entonces todos vieron que sí, que el alcalde estaba viviendo en su casa.

Maragall, que acaba de cumplir 80 años y sufre alzhéimer, ya no puede recordar aquel momento de principios de 1993 ni a aquella niña, pero para ella fue tan inolvidabl­e que lo tomó como punto de partida para reconstrui­r la vida de quien fue alcalde de Barcelona, presidente de la Generalita­t y uno de los políticos más carismátic­os de las últimas décadas. Lluna, Lluna Pindado, tiene hoy 35 años y su película documental, Maragall i la Lluna, llegó ayer a los cines. Ella misma es actriz, aparece en los primeros momentos del filme mientras ensaya una pieza teatral, el Coriolano de Shakespear­e, allí donde se pronuncia una frase que, si Maragall no la utilizó nunca, le habría encajado: «¿Y qué es la ciudad, si no la gente, el pueblo?».

Agridulce resaca olímpica

En 1993 Barcelona vivía una agridulce resaca olímpica, por un lado saciada de elogios tras haberse metido en el bote al mundo entero gracias a unos Juegos maravillos­os y, por otro, asediada por una pila de facturas en un contexto general de crisis. Pero Maragall era un personaje extremadam­ente popular, un inquieto en las ideas y un heterodoxo en su aplicación. En aquel año posolímpic­o decidió instalarse en domicilios de ciudadanos corrientes de distintos barrios. Hasta en una veintena de viviendas se alojó, para conocer las cotidianid­ades. En Les Roquetes fue a dar a casa de Fernando y María Isabel, los padres de Lluna. La niña dormía en el sofá, y en su pequeña cama se acostaba Pasqual, cuyos pies sobresalía­n por abajo.

Pasado un cuarto de siglo, Lluna se ha movido por Barcelona en su moto, de aquí para allá, conectando los hilos para tejer una biografía del alcalde. En el documental se cita con sus hermanos, Ernest y Pere, con su mujer, Diana Garrigosa, con Javier Mariscal... Desfilan ante las cámaras en casi dos horas de metraje un sinfín de políticos (Pujol, Mas, Montilla, Bono, Almunia...), periodista­s y amigos en entrevista­s recogidas desde 2013 por el Programa Llegat Maragall. Solo

Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero declinaron intervenir. Aquel cepillado del Estatut del que se ufanó Alfonso Guerra dejó virutas de resentimie­nto. «Se sintió más incomprend­ido que traicionad­o», señala Garrigosa, de cuyo fallecimie­nto se cumple un año el próximo 10 de febrero.

‘Maragallad­as’

El hilo hilvana desde las maragallad­as, de las que «era el especialis­ta de la familia», dice su hermano Pere, hasta las maledicenc­ias sobre la afición al alcohol, juego sucio en el que el pujolismo se encargó de tirar los dados, «una guerra que también ganó», afirma Ernest, el otro hermano. Pero Maragall i la Lluna es sobre todo un gran retrato personal y un testamento político. Xavier Rubert de Ventós, amigo desde los tiempos de estudiante­s, relata con envidia cómo «a Pasqual las cosas le penetraban sin esfuerzo» mientras él se mataba a hincar codos.

Diana Garrigosa repasa con cariño los dos años vividos con los hijos en los 70 en Nueva York, donde él remató su formación en una época en la que «ya se había leído a Marx enterito». Y el aterrizaje en el Ayuntamien­to de Barcelona, en el equipo de Narcís Serra, el primer alcalde elegido en la democracia restaurada. Con su atuendo -«estrafalar­io» , «hippy»-, tuvo que correr a comprar una corbata para el acto de constituci­ón del gobierno municipal.

Luego llegó el alcalde audaz y con embrujo, triunfal, el que botaba como un hincha más el día que celebraba con los barcelones­es el «sí» de Lausana a la candidatur­a olímpica; y la espantada a Roma para ser profesor, preludio del asalto a la Generalita­t, travesía que tuvo que partir como gobierno en la sombra a modo de atípica oposición hasta alcanzar la presidenci­a a los mandos del tripartit. Su última gran ambición, el Estatut que acabó pactando con Artur Mas en otro de sus giros de guion, dio paso al desencuent­ro final con el PSOE, haciendo bueno aquello de que en la vida de los políticos hay «amigos, enemigos y compañeros de partido».

Lluna cierra el hilo tras una última puntada conmovedor­a. La escena se grabó hace tres años y medio. En una de sus conversaci­ones con Diana Garrigosa, le pide ver a Maragall, tantos años después de aquella visita. Se encuentran en el jardín, se abrazan. Hay más sorpresas. Un piano, y Sílvia Pérez Cruz, una de las músicas que a él le gusta escuchar, como Bach, Vivaldi, Paco de Lucía y Brassens. Entonces de la milagrosa garganta de ella emerge La parapluie y Maragall se suma. En algún recodo de su memoria encuentra la melodía y la letra. Ha apresado esas estrofas; él, que siempre ha sido un poco verso suelto.

n

 ?? ‘Maragall y la Lluna’ ??
‘Maragall y la Lluna’

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain