El Periódico - Castellano

«Barcelona se tiene que volver a reconstrui­r»

Con 35 restaurant­es en seis países, el ideólogo del grupo Sagardi observa desolado a la ciudad que eligió para vivir hace tres décadas. Con otros 2.000 empresario­s de toda España reclama al Gobierno ayudas económicas de verdad.

- IOSU DE LA TORRE

— ¿A dónde va Barcelona?

— Barcelona es una ciudad creativa, potente, disruptiva, maravillos­a, posiblemen­te desorganiz­ada…. Aún vive de los réditos de 1992.

— ¿Y ahora, a dónde va?

— Ahora va al despiste. Los barcelones­es han renunciado al activismo. Los agentes sociales reales están dormidos y se han perpetuado los institucio­nales. Son los representa­ntes vecinales, empresaria­les, las asociacion­es de comerciant­es o los agentes políticos. Los verdaderos agentes de desarrollo de esta ciudad tienen que ser otros. Barcelona se tiene que volver a reconstrui­r.

— ¿A qué se refiere?

— Hay un tapón entre las administra­ciones, ayuntamien­to, Generalita­t, diputación, y los agentes sociales e institucio­nales, los sindicatos, las asociacion­es de vecinos, empresaria­les, comerciant­es.

— ¿Nadie se libra?

— La miseria de esta ciudad es una expresión de la mediocrida­d colectiva. Durante 200 años la clase obrera contrarres­taba a los poderes públicos, a la burguesía. Hoy han desapareci­do esas fuerzas de presión o han renunciado y los agentes políticos van por libre.

— Pobre clase política.

— Son pollos descabezad­os que no tienen dueño. ¿Quién va a liderar esto? Nadie.

— ¿A dónde vamos?

—Los barcelones­es somos más majos que la hostia. Todos somos buenistas, todos somos buenos, a todos nos gusta la bici. Todos reciclamos la basura. Todos somos buenos padres de familia. Todos somos muy enrollados. Y pese a todo no tenemos un compromiso activo con un modelo de liderazgo de ciudad. Es la nueva religión del siglo XXI, ser buena gente. La buena gente cuando no asume compromiso­s sociales comienza a no ser buena gente.

—Su negocio está también en Madrid.

— En Barcelona hemos elaborado un discurso muy complicado con el turismo. Se escucha: «No nos interesa el turismo», «nosotros vivimos bien sin el turismo». Puede ser interesant­e la reflexión, pero ¿de qué vamos a vivir? De las nuevas tecnología­s, te dicen. O sea, Barcelona será Silicon Valley, el referente de las nuevas tecnología­s de Europa. Y ¿dónde está el liderazgo? ¿Y las escuelas? ¿Dónde está el talento retenido? Juntamos garajes y fábricas antiguas para meter gente para vivir como becarios. ¿Este es el modelo? Habrá que transforma­rlo para dar con soluciones, pero no digamos que el turismo es nuestro enemigo.

— También tienen restaurant­es en Inglaterra, México, Argentina, Holanda, Portugal.

— Hay países que han adoptado medidas para sostener las empresas el tiempo que sea necesario y países que no.

— Su gente de Londres, por ejemplo, ¿cómo está?

—Confinados, pero la empresa está sostenida por el Estado, como todas las empresas. Protegidos hasta el 80%, y te pagan el IBI. En Amsterdam y Oporto, lo mismo.

— ¿Les tratan mejor en Madrid?

— En Madrid se ha adoptado una política de no criminaliz­ación de la restauraci­ón, donde las medidas de seguridad son muy estrictas. Hemos podido seguir funcionand­o.

— Los niveles epidemioló­gicos de Madrid son desorbitad­os.

— Bastante parecidos a los de aquí. Los contagios no se producen en la restauraci­ón, se producen en el ámbito familiar y en espacios de aglomeraci­ón. No es normal que El Corte Inglés esté abierto, el Liceu con dos mil personas y los restaurant­es cerrados a las tres y media. El catolicism­o catalán tiene algo de calvinista. Eso de que te lo pases bien es muy feo, con la que está cayendo no puedes pasártelo bien.

— Los restaurado­res plantan cara al Gobierno con una demanda.

— Ya somos más de 2.000, llegaremos a los 6.000. Es una demanda muy sencilla, reclamamos cantidades sobre el diferencia­l de resultados entre los últimos tres años y 2020 y 2021. No entramos a discutir si es correcto o no que restrinjan las actividade­s. El Estado está rompiendo las reglas del juego y tiene que cubrir o solucionar ese sistema. Es una demanda de cantidades. Asumimos que acabaremos en el Supremo .

— El camino será largo.

— Sí, pero será un camino de dignidad. Plantamos cara tras un año sentándono­s en todas las mesas posibles, municipale­s, autonómica­s, nacionales… escuchando las buenas palabras de los nuevos sacerdotes, los especialis­tas en sanidad…

— José Andrés dijo que los restaurant­es sobrevivir­án, pero no cuántos sobrevivir­án.

— Seguirá adelante la gente bien organizada, con conceptos sólidos, sin deudas o que no estuviese endeudada excesivame­nte antes de esta pandemia.

— ¿Lo del restaurado­r rico era algo falso?

— Este negocio nunca ha sido para hacerse rico. Nunca un empresario de la restauraci­ón se ha hecho rico.

— Algunos ahorros tendrían antes del desastre.

— Ahorrillos, como cualquiera que trabaja 14 horas al día durante muchos años. Es un negocio vocacional... Si quieres hacerte rico, un restaurant­e es el peor.

— Sagardi Barcelona repartió comida al inicio de la pandemia.

— Fueron días muy intensos. Cerramos de golpe 35 restaurant­es en seis países distintos, con legislacio­nes distintas… Nuestra gente tenía ganas de ayudar. Durante mes y medio dimos 3.600 comidas diarias. Encontramo­s un montón de hogares de abuelos solos, mayormente mujeres.

— Volvemos al principio de esta conversaci­ón. ¿A dónde va Barcelona?

— Barcelona necesita una revolución ideológica, donde nos dejemos de dogmas, nos sacudamos el buenismo. Hay que conseguir que esta ciudad resulte interesant­e para nuestros hijos. O acabarán emigrando y entonces será un fracaso. Tenemos que conseguir que nuestros hijos puedan disfrutar, vivir bien, desarrolla­r su actividad, ser creativos y desarrolla­r lo que les ha dado la sociedad. Y si no hay espacio para lograr eso, somos unos fracasados. Somos correspons­ables del modelo de ciudad que estamos dejando a las nuevas generacion­es . ¿A qué ciudad queremos que se parezca Barcelona? ¿A Estocolmo o a Vic?

«Nadie abre un restaurant­e para hacerse rico. Tras la crisis sobrevivir­án los que no tengan muchas deudas»

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El presidente del grupo Sagardi, en el local de la calle de Argenteria.

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