Paseo por la singular historia de los penaltis del Barça
Los cuatro lanzamientos seguidos fallados esta temporada han provocado el estupor de Koeman, el mejor lanzador de siempre.
El Barça nunca había fallado dos penaltis en un partido, y mucho menos había desperdiciado cuatro consecutivos (*). Es comprensible el enfado del entrenador del equipo; es normal la estupefacción de Ronald Koeman por ser quien fue: un consumado lanzador de penaltis. El mejor de la historia del club.
El asterisco sirve para puntualizar que el Barça falló los cuatro tiros de la tanda de penaltis de la final de la Copa de Europa ante el Steaua en 1986. El portero Duckadam paró los lanzados por Alexanko, Pedraza, Pichi Alonso y Marcos y el cuadro rumano se llevó el título.
La simbólica noche de Cornellà de la semana pasada invita a evocar la también episódica desgracia de Sevilla, lunar destacado de la particular historia del Barça con los penaltis. «No es serio fallar dos penaltis en un partido», protestó Koeman, sin señalar . El comentario llevaba implícito el malhumor del entrenador por haber sufrido gratuitamente hasta la prórroga frente a un rival de Segunda B.
Nunca se malograron dos en un mismo encuentro hasta sumar cuatro seguidos (Valencia, Eibar y dos en Cornellà). Entre medio, el Barça superó a la Real Sociedad en la tanda de la Supercopa. No faltaron los yerros: De Jong tiró al poste y Griezmann chutó a la grada.
Desde los 17 años lanzando
«No se puede aceptar siendo jugador del Barcelona», repetía Koeman, un tipo que se cansó de chutar penaltis. Desde los 17 años, asumió la responsabilidad nada más debutar en el primer equipo del Groningen. «Siempre me ha gustado chutarlos, nunca tuve miedo», reconocía en una entrevista con El Periódico.
Koeman transformó 56 de los 63 penaltis que ejecutó con el Barça. Un porcentaje de acierto del 88,8%. Mejor que Luis Suárez (13 de 15, 86,6%), Ronaldinho (29 de 35, 82,8%), Rivaldo (24 de 30, 80%), Hristo Stoichkov (11 de 14, 78,5%) y Leo Messi (80 de 102, 78,4%). Obvia decir que Messi es el que más ha chutado. Diego López
Los especialistas azulgranas dan dos claves: no dudar en cómo ni a dónde chutar
es el único portero que le ha parado dos con diez años de diferencia: en un Barça-Villarreal (Liga 0708) y en un Espanyol-Barça de (Copa, 17-18). Todos ellos están por encima del promedio desde 1988. El equipo ha dispuesto de 382 penaltis a favor, de los que ha aprovechado 298 (78%).
La seguridad en sí mismo sería el primer artículo del decálogo del buen lanzador. «Si dudas, fallas», aseguraba Koeman. Lo corrobora Carles Rexach, otro consumado lanzador exitoso de penaltis: «Yo iba a chutar convencido de meterlo. Si no vas convencido, no lo lances porque la cagas». El que fuera extremo y entrenador del Barça sostiene que el éxito va «en el estado de ánimo» más que en la técnica, que da por supuesta.
Víctor Muñoz añade otro concepto general: «Un penalti lo puede marcar o fallar cualquiera: el mejor especialista lo puede fallar y el más patán lo puede meter». La clave reside en el estado psicológico del momento. Expone su experiencia personal: «Chute uno contra el Goteborg [semifinal de la Copa de Europa, tanda de penaltis de 1986], el último; en la final, ante el Steaua, me aparté, porque estaba destrozado después de 120 minutos. Meses después, en el España-Bélgica del Mundial de México, también lancé».
Establecido el primer precepto (la confianza en uno mismo), se añade el segundo: la seguridad en el lanzamiento. Ni dudas para chutar, ni dudas en cómo, ni dudas hacia dónde. Elegir un lugar y no cambiarlo. Pero hay disensiones respecto a los preparativos. «Solo si veía algún movimiento del portero, podía cambiar, pero lo hice pocas veces», compartía Koeman. Él no miraba el balón. «Miraba al portero, concentrado en chutar hacia el sitio elegido» y disparaba con el interior del pie.
Rexach esperaba al portero
Rexach esperaba hasta el último momento. «Yo quería que el portero se moviera», afirma, quien solía proceder con una paradinha.
«Me complicaba mucho la vida si se quedaba quieto hasta el final, era lo peor». Víctor escogía un lado y apostaba por un tiro potente.
Roger Garcia solo chutó uno con el primer equipo. En la final de la Copa del Rey ante el Mallorca (1998), la última hasta la reciente tanda con la Real. «Siempre lo chutaba al mismo lado, abajo a la izquierda del meta, nunca arriba ni a media altura. ¿Por qué? Ya tenía el toque», explica el interior zurdo.
Rexach, ejecutor de todo el balón parado en el Barça, falló el peor día. En la final de la Recopa de 1979 ante el Fortuna Düsseldorf. No estaba nervioso. «Entre que pisé mal y el campo estaba seco, salió el balón flojo. «Quina cagada he fotut!», pensé. «Porque siempre he pensado que un penalti bien tirado es gol».
Rexach, a diferencia de Roger, era partidario de dirigir el disparo al otro lado como refugio de seguridad. En lugar de un tiro cruzado, prefería hacerlo abierto. Siendo diestro, apuntaba al mismo sitio que Roger: a la izquierda del portero. A Charly solo le aterraba tener enfrente a José Ángel Iribar. «Solo tuve que lanzarle uno, fue en el Camp Nou, y lo marqué».
«Todo el mundo ha fallado penaltis», disculpa Òscar Garcia, que califica de anécdota que el Barça haya fallado tantos seguidos. «Los han disparado cuatro jugadores diferentes». Como su hermano Roger, chutó en la tanda de 1998. El sexto. «Lo pedí yo». Empezaba la muerte súbita. Lo transformó. Era el encargado en el Barça B, pero al ascender ya había especialistas.
Diez años de un tiro a otro
Más tardó en lanzarlos Xavi Hernández. Entre el primero que ejecutó (al Recreativo en la Liga 2002-03) y el segundo (al PSG en la Champions 2012-13), transcurrieron ¡diez años! Algo menos tardó Andrés Iniesta entre uno (2004-05) y el siguiente: al Granada en la Liga 13-14. Xavi e Iniesta solo metieron la mitad de los pocos que lanzaron, cumpliéndose así un axioma que repiten los consultados. «Ser un gran futbolista no quiere decir que seas un gran lanzador de penaltis. Es una especialidad», relataba Koeman. Ronald y Charly tenían muy a mano el ejemplo de Johan Cruyff. En la selección los tiraba Johan Neeskens, y en el Barça, Rexach, que recordaba: «Di Stéfano no los chutaba tampoco en el Madrid. Lo hacía Puskas».