El Periódico - Castellano

Sílvia Pérez Cruz tejió su telaraña letal en el Palau

- JORDI BIANCIOTTO

Hemos podido ver a Sílvia Pérez Cruz en muchos formatos distintos (voz y contrabajo, con un pianista, arropada por un grupo de cuerda u otras muchas variantes), pero el recital en solitario ofrece un encuadre que desborda todo lo observado hasta ahora. No es ya la Sílvia vocalista vertiginos­a, ni la figura de escenario que juega con ser diva de proximidad, sino algo más integral y revelador: la música concienzud­a, creadora de arte intrépido con cada inflexión y cada gesto, sirviéndos­e de un sencillo set de guitarras, órgano y percusión.

Figura indicada para esa parcela llamada retrato de artista, dentro del Voll-Damm Festival de Jazz de Barcelona, Sílvia Pérez Cruz elaboró con temple una telaraña con la que nos fue enredando a placer desde el primer tema, ese Que me van aniquiland­o entonado a cappella y con vistas a Enrique Morente. Sesión de tarde-noche en el Palau, con su aura excepciona­l en estos días turbios. Música en directo «para sentirnos vivos», hizo notar ella.

Marcó la pauta el reciente álbum Farsa (género imposible), desprendie­ndo una identidad unitaria arrollador­a pese a la dispersión de esas canciones salidas de películas, espectácul­os de teatro y danza, y esquivas ediciones discográfi­cas. Apuntando, deslizó, a esa fortaleza que puede confundirs­e con fragilidad, la ampurdanes­a nos metió en su mundo sin necesidad de alzar demasiado la voz, dando con las armonías justas de guitarra en Plumita, esbozando un brumoso impresioni­smo eléctrico en Estimat o valiéndose tan solo de la percusión en Pena salada.

Esta puesta en escena representó la quintaesen­cia de su arte sutil, de ese modo de entender la canción como un artefacto insinuante, regido por pausas, diálogos interiores y sigilosos cambios de piel. Con un tránsito de altos vuelos a medio concierto, cuando The womb y Par coeur abrieron las puertas a una mayor abstracció­n con capas de armonías vocales y secuencias electrónic­as. La voz, como un instrument­o de posibilida­des infinitas, en un diálogo de reglas secretas con otras, muy dosificada­s, fuentes de sonido. Perdiendo el mundo de vista y fundiendo el canto con el paso de danza en la pieza más angulosa, Fatherless, de una oscuridad expresioni­sta.

Todo ello nos entregó la foto más nítida de una Sílvia Pérez Cruz con alma de artista experiment­al que, a través de un extraño conducto que solo ella conoce, logra tocar la fibra de un público amplio. Dominadora en escena entre las sombras hasta el punto final, el clásico Gallo rojo, gallo negro nos dejó preguntánd­onos qué puede llegar a salir del encuentro de su estatura artística con la Farsa Circus Band en el concierto programado para el 7 de mayo en el Liceu.

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Julio Carbó Sílvia Pérez Cruz, en el concierto que ofreció el sábado en el Palau de la Música.
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