El hambre atenaza a Buenos Aires
El ayuntamiento reduce las porciones de comida de unos comedores sociales cada vez más concurridos debido a la grave crisis económica y la pandemia.
El hambre también se siente en la ciudad de Buenos Aires a pesar de sus oropeles europeístas. La capital argentina ha sido históricamente sinónimo de una opulencia que se diferenciaba no solo del interior del país sino de sus vecinos. Eso ya es historia en una Argentina con más de 18 millones de pobres. Uno de cada tres de los habitantes de «la reina del Plata «se encuentra en esa situación. El centro capitalino, donde se encuentra la sede del Gobierno municipal, fue escenario ayer de nuevas protestas de las organizaciones sociales que denuncian la falta de alimentos en los comedores sociales. Los problemas crónicos de los últimos años se agravaron con la pandemia, hasta el punto de que se han reducido los gramajes de cada porción de comida que reciben los beneficiarios.
«Antes recibíamos un pollo que pesaba 2,4 kilos, ahora están pesando 1,5 kilos», señaló un dirigente de las chabolas 21-24 que se asientan a la orilla del pestilente Riachuelo. Los productos vacunos se han convertido en excepcionales para millones de argentinos.
De hecho, el consumo de carne está a niveles de 1920. Pero donde más se siente la falta de proteínas es en los barrios marginales. Solo en la capital se han levantado 20 de las llamadas «villas miseria». Allí viven miles de personas y es en esos entornos precarizados donde los problemas alimentarios se agravaron con el covid. «Necesitamos que el gobierno de la ciudad se haga cargo de la cuestión. Con la buena voluntad de las compañeras que están 24 horas en los comedores no alcanza», dijo uno de los que encabezaron las columnas que llegaron hasta la alcaldía.
Las autoridades, por su parte, negaron un recorte de los suministros y ratificaron la voluntad de garantizar «la provisión de alimentos frescos y secos a la red de comedores comunitarios.