El Periódico - Castellano

La corrupción persigue al PP

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A cuatro días de que se inicie, el lunes, el primer juicio sobre la caja b del PP y en plena campaña electoral para las elecciones en Catalunya, Luis Bárcenas ha decidido tirar de la manta y romper el pacto al que dice haber llegado con el Partido Popular de callar en espera de que su mujer, Rosalía Iglesias, se librara de la cárcel. La confesión del extesorero del PP acusa directamen­te a Mariano Rajoy de ser «perfecto conocedor» de las irregulari­dades en las cuentas del partido que, según Bárcenas, se financió ilegalment­e con pagos en b nada menos que durante 27 años, desde 1982 hasta 2009. El extesorero detalla también los nombres de los altos cargos que habrían recibido sobresueld­os, desde Rajoy hasta Dolores de Cospedal y otros exsecretar­ios generales. De esa lista, dos nombres siguen en activo, los senadores Javier Arenas y Pío García Escudero.

La confesión de Bárcenas, que recordemos que en su condición de investigad­o no tiene la obligación de decir verdad, plasma una presunta situación de ilegalidad permanente en el funcionami­ento del PP, un partido que podría haber acudido dopado a las diferentes consultas electorale­s gracias a la financiaci­ón ilegal, si fue como la explica el acusado. Con ser este un hecho suficiente­mente grave, el escrito del extesorero sugiere también un presunto delito de cohecho, algo que hasta ahora había negado, al asegurar que en los donativos y aportacion­es de empresas al partido «puedan existir algunos concretos casos en los que sí concurrió aquella motivación», en referencia a los contratos públicos conseguido­s de la Administra­ción por parte de los donantes –el cierre del círculo cuya acreditaci­ón dificulta que tantos procesos por corrupción lleguen a mayores– . En la Audiencia Nacional existe ya una pieza separada en la que se investigan 23 contratos por valor de 600 millones de euros adjudicado­s por el Gobierno de José María Aznar, investigac­ión en la que Bárcenas se ofrece ahora a colaborar. La relación entre donativos y contratos, el delito de cohecho, sería un aspecto clave del caso, pero hasta ahora no se ha podido demostrar la relación por lo que el juicio que empieza el lunes se limita a la reforma con dinero negro de la sede central del PP en el año 2008.

El comportami­ento de Bárcenas no es ni mucho menos angelical. Sostiene que calló durante años en espera de que su mujer no fuera a la cárcel, como dice que le prometiero­n desde el PP, y que por la misma razón retiró la denuncia sobre la destrucció­n de los discos duros de sus ordenadore­s, caso del que el PP salió absuelto. Pero que su denuncia sea interesada no absuelve automática­mente al PP, como pretenden hacer ver sus dirigentes actuales, que se limitan a aludir a «estrategia­s de defensa» o a decir que «Bárcenas es el pasado». Será el pasado si el partido abjura de los comportami­entos que se denuncian, como hizo en su día Angela Merkel con Helmut Kohl, que fue su mentor. El pasado no se puede borrar de un plumazo, aunque haya un relevo de dirigentes, cuando se trata de hechos tan graves. Y eso vale para el PP y para cualquier otro partido, como estamos viendo estos días en el caso de JxCat respecto a la antigua Convergènc­ia o al PSOE en el caso de los eres.

Pese a los intentos de minimizar la denuncia de Bárcenas, lo cierto es que en el partido existe preocupaci­ón por cómo pueden influir estas revelacion­es en las elecciones catalanas, donde el PP se juega, según algunas encuestas, ser sobrepasad­o por Vox. Mientras no se juzguen todos los casos pendientes y se depuren todas las responsabi­lidades, la sombra de la corrupción va a seguir persiguien­do al PP. Y por añadidura a los líderes de Vox que, como Abascal, proceden de allí.

Mientras no tome la iniciativa para depurar su responsabi­lidad, el partido de Casado no puede sostener que lo sucedido es un pasado ya superado

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La opinión del diario se expresa solo en los editoriale­s. Los artículos exponen posturas personales.

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