«Los sanitarios cuidamos y necesitamos ser cuidados»
«Tenemos mucha carga de trabajo y cuando nos quejamos y pedimos que contraten personal nos dicen que no encuentran enfermeras y auxiliares», lamenta Olga Martí, una auxiliar de enfermería (TCAE) del Parc Sanitari Pere Virgili. En mayo cumplirá seis años trabajando en esta empresa pública de la Generalitat de
Catalunya adscrita al Servei Català de la Salud. El último año ha sido, con diferencia, el peor. Tiene 59 años y se encuentra agotada física y mentalmente.
«Como la mayoría de mis compañeras, tomo antidepresivos para poder dormir. Lo que vemos cada día aquí es muy duro», añade Martí. Se refiere a los pacientes poscovid que recibe este complejo sanitario con 50.000 metros cuadrados de superficie situado entre los barrios de Sant
Gervasi y Vallcarca de Barcelona. «Sobre todo son personas mayores que llegan con un gran deterioro físico y cognitivo, pacientes que vienen derivados del Hospital Vall d’Hebron», asegura Martí, con una larga experiencia en residencias y sociosanitarios.
Cuando llegó al Parc Sanitari Pere Virgili encadenó tres años de contratos precarios. Contratos de un día, de semanas… Ahora está indefinida y se siente algo más segura, aunque preferiría tener una plaza «por si vuelven los recortes», explica. En su opinión, faltan manos y aún así no descarta que se produzcan más despidos en cuanto pase el covid y se olviden sus efectos devastadores. «Los políticos no tienen en cuenta a los sanitarios, y mucho menos a las auxiliares de enfermería, las eternas olvidadas», afirma rotundamente Martí, que envió una carta a EL PERIÓDICO para denunciar la gratificación desigual de la Generalitat. «Si es una recompensa por el esfuerzo no entendemos la diferencia de dinero que corresponde a cada profesional», decía en esa misiva, añadiendo que los auxiliares son los sanitarios que verdaderamente están en primera línea: «Somos las que primero entramos en las habitaciones y las que más rato estamos con los enfermos”.
La inestabilidad laboral que denuncia Martí ha llevado a algunos sanitarios a abandonar el sector público. Es el caso de Mónica
Arenas, de 27 años, enfermera oncológica en Institute of Oncology Barcelona (IOB) del Hospital QuirónSalud desde hace cuatro años. «En el ICO Bellvitge tenía contratos por días y semanas, en los que te prorrateaban las pagas. Cubría bajas y te podían llamar de un día para otro. No podías decir que no para que no te dejaran de llamar, y así es imposible tener estabilidad», explica Arenas, muy crítica con la gestión de la pandemia, una crisis sanitaria que ha sacudido con fuerza un sistema público de salud muy debilitado en la última década. «La situación en los hospitales ya eran complicada, pero ahora es horroroso. No se han cubierto bien todas las vacantes para poder dar respuesta y muchos sanitarios del sistema público están haciendo guardias dobles», explica esta doctora, que sigue en contacto con compañeros de su antiguo hospital. «Tenemos una sanidad de primera, en la que todo el mundo tiene derecho a ser atendido –continúa Arenas–, pero se ha descuidado mucho a un personal que pone en riesgo su salud cada día. Muchas enfermeras cobran poquísimo y eso no se debería permitir». Compartió su malestar a través de la sección Entre Todos: «Amamos nuestro trabajo y damos mucho por nuestros pacientes. Pero no nos olvidemos que también tenemos familias. Cuidamos, pero también necesitamos ser cuidados». Con este toque de atención o mejor dicho grito de socorro, Arenas pedía inversión y más inversión. Así, a los políticos que concurren a las elecciones del 14-F les pide «menos cargos políticos y menos recortar pagas a los sanitarios». Es inversión, no gasto, subraya, y beneficia a la ciudadanía.
Tejido público deteriorado
El deterioro del sistema de salud se remonta al 2010, cuando comenzaron los recortes. El presupuesto consolidado entonces era de 9.875 millones de euros, y hasta la fecha nunca se ha igualado o superado. «Seguimos estando con un presupuesto por debajo, y no solo eso. Se fueron cerrando plantas y se recortó persona», denuncia un médico internista del Hospital de Sant Boi, Francisco José Castro, de 51 años, que asegura sentirse «cansado a nivel psicológico y anímico». Y ya se prepara, mentalmente, para lo peor. «Nos estamos organizando por si toca ampliar horarios como en marzo y abril, que hicimos jornadas de 12 horas trabajando varios días seguidos y con guardias de 24 horas», recuerda.
Su punto de vista coincide con el del enfermero Juanjo Sánchez, de 54 años. «He vivido varias conselleries de salud. Viví una época de bonanza, con mucha inversión, con los gobiernos de Pasqual Maragall y José Montilla, y luego llegaron los recortes», rememora este enfermero del CAP La Sagrera de Barcelona. «Con Artur Mas se realizaron recortes masivos, y como coordinador general del Hospital de Bellvitge me tocó comunicar despidos, reducir camas y derivar operaciones a la privada», recuerda Sánchez, que lamenta «la pérdida de tejido sanitario» y propone como primera medida aumentar el el número de enfermeras. Faltan unas 18.000, según la Associació d’Infermeria Familiar i Comunitària de Catalunya (AIFiCC). «Está demostrado que el número de enfermeras está relacionada con la mortalidad y morbilidad –continúa Sánchez-, y estamos lejos de las ratios aconsejadas por la OMS la OCDE».
Aunque la evolución del presupuesto consolidado de salud y por cápita –unos 1.293 euros por persona, cuatro euros por debajo del presupuestado en el 2010– ha ido aumentado, los sanitarios consideran que es insuficiente. El Govern anunció un presupuesto consolidado para el 2020 de 9.789 millones de euros, presentado como «el segundo más alto de la historia». Revertir estos tijeretazos, explica Castro, es fundamental para mejorar tanto los salarios como los tipos de contrato. «Muchos médicos con currículos brillantes se van al extranjero, donde valoran mucho su formación. Y es una pena que estemos formando a médicos para que los disfruten ciudadanos de otros países». Con todo, una inyección de capital no sería suficiente para sentirse respetados. También quieren un convenio negociado entre el Govern y los representantes médicos que fije unas condiciones laborales mínimas.
Una conseller o consellera de Salut en el nuevo Govern con experiencia como sanitario sería un buen punto de partida. «Es importante que tengan cierta sensibilidad –apunta Sánchez–, que conozcan cómo funciona un centro sanitario».
El Govern anunció un presupuesto consolidado para el pasado año de 9.789 millones de euros, presentado como «el segundo más alto de la historia»