El ‘thriller’ español que arrasa en Netflix
Desgranamos las claves del éxito de ‘Bajocero’, el largometraje policial del director catalán Lluís Quílez que, desde su estreno el 29 de enero, se ha consolidado en el número uno del ‘ranking’ mundial de películas de la plataforma de ‘streaming’.
El 29 de enero se estrenó en Netflix el thriller policial Bajocero, segundo largometraje del director catalán -surgido de la inagotable cantera de la ESCAC- Lluís Quílez. Una semana después, la película está consolidada en el número uno del ranking de películas de Netflix más vistas en el mundo, según la web especializada en audiencias digitales FlixPatrol; algo similar a lo que sucedió en su día con la distopía de terror El hoyo, de Galder Gaztelu-Urrutia, que en 2019 adquirió la condición de fenómeno global desde su estreno en la plataforma de streaming.
Bajocero es un claustrofóbico, violento y helador thriller en el que un grupo de presos es trasladado en un furgón blindado durante una noche que acabará convertida en pesadilla tras la aparición en la carretera de un aterrador hombre encapuchado que pretende algo de uno de los presos. Un filme rotundo y efectivo del que intentamos desgranar el secreto de su éxito en cinco claves.
LA EXPLOSIÓN DEL ‘THRILLER’ ESPAÑOL
Primero fue el terror el género que traspasó fronteras gracias a toda una generación de directores que lograron mezclar con mucha originalidad elementos propios de nuestra cultura con los mecanismos arquetípicos referenciales. Pero desde hace unos años, además de la comedia (de consumo más local), el thriller ha ido escalando posiciones hasta situarse como uno de los principales impulsores de nuestra cinematografía. Basta con mencionar la explosión en los mercados orientales de las películas de Oriol Paulo, en especial Contratiempo; o el trabajo de productoras como Morena Films, responsable de Bajocero o la pionera Celda 211, y Vaca Films, con El niño, El desconocido o Cien años
de perdón. Incluso tenemos nuestro propio star system capitaneado por Luis Tosar, sin olvidar a Mario Casas, que este año ha estrenado No
matarás, El practicante y Hogar.
LAS FRONTERAS ENTRE MALOS Y BUENOS
En un principio, los personajes de Bajocero siguen a rajatabla una serie de arquetipos. Javier Gutiérrez interpreta a un policía que cree en la ley y en la idea de justicia, que respeta cada una de las normas de su profesión sin salirse de la cuadrícula. Su antagonista, encarnado por Karra Elejalde, sería una especie de justiciero urbano, en este caso en un entorno helado. Y por último encontramos a cada uno de los componentes del furgón blindado, los presos, que también llevan implícitos una serie de clichés: el chanchullero (Luis Callejo), el joven psicopático e iracundo (Patrick Criado), el politoxicómano (Andrés Gertrúdix), el político corrupto (Miquel Gelabert), el inmigrante marginal (Édgar Vittorino) y el mafioso del Este (Florin Opritescu). Pero cuidado, porque ninguno de ellos se
El filme relata el pesadillesco traslado de un grupo de presos en un blindado Su éxito certifica la expansión internacional de los ‘thrillers’ hechos aquí
La película evoca a Carpenter, Hill y los maestros coreanos de la intriga costumbrista
rá lo que parece en un principio. Los malos pueden ser buenos y viceversa, porque siempre hay alguna carta oculta, a veces algo tramposa, que nos desvela cuáles son sus intenciones y motivaciones.
FASCINACIÓN POR LA VENGANZA
No es difícil imaginarse un futuro
remake americano de Bajocero con Liam Neeson en un entorno gélido, ejecutando su inconfundible papel de vengador torturado por un dramático trauma familiar. Más allá de su condición de rotundo thriller carcelario, Bajocero se sustenta en una trama de venganza arquetípica, pero sólida en su ambigüedad moral, un elemento siempre incómodo pero atrayente, magnético. El guion de Fernando Navarro plantea hábilmente la confrontación entre la confianza ciega en la justicia del policía que interpreta Javier Gutiérrez y el frustrante desengaño que lleva al personaje encarnado por Karra Elejalde a tomarse la justicia por su mano. En verdad, las historias de vengadores siempre nos resultan fascinantes, de Old boy a Mandy, de El fuego de la
venganza a John Wick.
UN FESTIVAL DE REFERENCIAS
Siendo una película con personalidad propia, Bajocero es un estimulante festival de referencias. El propio Navarro ha explicado en alguna ocasión que cuando Quílez le explicó su idea sobre el filme (un furgón policial, unos presos), pronto vio ahí un filón: «Un tipo de cine de género que creíamos que ya se hacía poco, un
thriller pero más tirando al cine de terror, tipo John Carpenter o Walter Hill». En efecto: ese furgón perdido en la fría niebla, la presencia ominosa en la oscuridad de un desconocido, el miedo a lo que no se ve y la violencia que genera, el aroma final de wéstern gélido… No solo eso: en Bajocero se detectan rastros del thriller cruzado con costumbrismo propio de maestros surcoreanos como Na Hong-jin o Bong Joon-ho; o de la brutalidad carcelaria, rotunda y seca, de S. Craig Zahler, con unos estallidos de agresividad demente que, por cierto, hacen de Bajocero una propuesta poco recomendable para los espíritus más aprensivos.
LOS GIROS DE GUION
A Lluís Quílez le fascina Alfred Hitchcock por su condición de, entre otras cosas, maestro a la hora de dosificar la información, de ir jugando con las expectativas del espectador y de sorprenderle a través de los cambios de puntos de vista, relevando capas en la historia que no podían ni imaginarse de buenas a primeras. En cierta manera es lo que ha intentado hacer el director en Bajocero. Puede que su estructura fundamental sea muy sencilla, pero el trayecto está lleno de sorpresas que van configurando un trepidante mecanismo en el que nunca sabes qué más puede llegar a pasar. Desde luego, Bajocero
sabe sacar todo el partido del mundo a los escasos elementos con los que cuenta, que no son más que una carretera solitaria, un paisaje helado y un furgón policial. Además, el clima (el frío, el hielo, la niebla) se convertirá en un personaje más generador de momentos realmente angustiosos. n