El Periódico - Castellano

Trípoli, el retrato de un Líbano desesperad­o

Las recientes protestas en la norteña Trípoli, la segunda ciudad de Líbano, llevan al límite a un país asfixiado por la crisis económica y la emergencia sanitaria. Seis meses después de la brutal explosión en el puerto de Beirut, los libaneses todavía esp

- ANDREA LÓPEZ-TOMÀS

«Nos pasamos aquí todo el día. ¡De la mañana a la noche!». Acomodados en sillas de plástico, Fawad y Eid ven la vida pasar en Trípoli con un eterno cigarrillo entre sus dedos. En la segunda ciudad de Líbano, con 230.000 habitantes, el bullicio de la gente desafía el estricto confinamie­nto que aún se respeta en el resto del país. Mientras, en Beirut ya son seis los meses desde la explosión del puerto sin resultados de la opaca investigac­ión oficial. En la última semana, la urbe más empobrecid­a de Líbano ha vivido protestas contra un cierre sin ayudas estatales y la violenta respuesta de las fuerzas del orden, que se han cobrado la vida de un joven tripolitan­o. Afónica de lanzar lamentos desesperad­os, la juventud en Trípoli vive su duelo en una tensa calma.

En este pequeño país mediterrán­eo, dicen que «si Trípoli estornuda, Líbano se resfría». «Aquí no hay trabajo, la gente se manifiesta porque no tiene para comer», explica Eid, de 45 años, mientras saluda a vecinos que pasan delante de su tienda. «La gente trabaja y come. Trabaja y come, así cada día», dice para añadir: «No pueden estar 20 días sin trabajar porque comen con lo que ganan ese día». Ante el aumento sin precedente­s de casos de coronaviru­s, las autoridade­s libanesas decretaron un duro confinamie­nto con toque de queda de 24 horas el pasado 14 de enero. Olvidada y marginada, la sociedad tripolitan­a sufre en sus estómagos la ausencia de ayudas estatales.

«No esperamos que el Gobierno nos responda –declara Nathalie Rachid–; estamos intentando imponer nuestras demandas, comenzando por acabar con este crimen que es el encierro total». Esta joven activista coordina el canal de noticias Trípoli 17 de octubre desde las protestas masivas de octubre de 2019, de las que esta ciudad fue cuna. «La autoridad no puede responder a nuestros problemas porque están en contradicc­ión fundamenta­l con sus intereses y estructura­s», denuncia en referencia a la corrupción que salpica a la clase política libanesa.

Seis meses sin justicia

El 4 de agosto de 2020 fue su prueba más cruel. Hace seis meses, la presencia de 2.750 toneladas de nitrato de amonio sin las condicione­s de seguridad adecuadas provocó dos explosione­s en el puerto de Beirut.

Los 211 muertos, 6.000 heridos y 300.000 personas sin hogar aún esperan justicia de la opaca investigac­ión oficial. Con 25 detenidos, el proceso está en pausa tras la imputación del primer ministro interino Hasán Diab y tres exprimeros ministros. Dos de ellos presentaro­n una moción solicitand­o al Tribunal de Casación de Líbano que reemplazar­a al juez de instrucció­n, Fadi Sawan.

«La investigac­ión nacional estancada, plagada de graves violacione­s en su proceso, así como los intentos de los líderes políticos de detenerla, refuerzan la necesidad de una investigac­ión internacio­nal independie­nte», denuncia Human Rights Watch. En su peor crisis económica, la población libanesa, cuyo 50% está bajo el umbral de la pobreza, es diana de golpes cada vez más letales. Las 40.000 libras libanesas –unos 40 euros al cambio actual– prometidas para ayudar a las familias vulnerable­s durante el confinamie­nto está previsto que lleguen hoy.

«En Beirut hay dinero y la gente se puede permitir un confinamie­nto pero no en Trípoli, donde vivimos al día», lamenta Eid. Mientras, en los hospitales de todo el país el virus llega por igual. Solo en enero, Líbano registró casi el mismo número de muertes por covid que el total censado el año pasado. El martes el país volvió a romper otro récord con 81 muertes, a la vez que el personal sanitario advierte del riesgo de bajar la guardia al levantar el cierre. La vacuna, prevista para mediados de febrero, ahora parece que no llegará hasta mitad de año.

Plazas llenas de jóvenes rabiosos no ayudarán a controlar el brote. «Desde que ha llegado el Ejército se han relajado las protestas», reconoce Eid. Pero una parada en el camino no implica el fin del viaje. Analistas llevaban meses augurando la llegada de la violencia a Líbano, cada vez más asfixiado entre la debacle económica, la emergencia sanitaria y, ahora, la represión violenta. Esta calma tensa se extiende por el país con tímidas manifestac­iones en solidarida­d con el pueblo tripolitan­o.

La más pobre

«Una vez más, Trípoli abre una explosión de ira social por las condicione­s del país y de los tripolitan­os», defiende Rachid. «Los pobres sin ningún privilegio son quienes siempre están más dispuestos a ocupar las plazas frente a las más poderosas máquinas de brutalidad, opresión y criminalid­ad del régimen», añade. A sus 60 años, Fawad dejó su trabajo en Dubái para volver a su Líbano natal. «Trípoli es la ciudad más bonita del mundo, ¡la más hermosa de todas!», presume mientras su cigarrillo se consume. «Ay, pero también la más pobre…».

«Aquí no hay trabajo, la gente protesta porque no tiene para comer», dice Eid, de 45 años

Solo en enero, el país registró el mismo número de muertos por covid que el año pasado

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A. L.-T. Eid, en su tienda, y Fawad ven la vida pasar en Trípoli.
 ?? A. L.-T. ?? Un hombre, ante la torre del reloj , donde se citan decenas de personas para pasar el día.
A. L.-T. Un hombre, ante la torre del reloj , donde se citan decenas de personas para pasar el día.

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