El Periódico - Castellano

Un imperio con nuestra comodidad

Jeff Bezos, su fundador, se va en la cresta de la ola en un año terrible para la mayoría de las actividade­s empresaria­les

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Jeff Bezos será muy pronto exCEO de Amazon, la compañía que él mismo fundó cuando rondaba la treintena. Lo que nació como una pequeña librería digital se ha convertido, casi 30 años después, en un conglomera­do empresaria­l con actividad en sectores tan diversos como el eCommerce, la computació­n en la nube, la producción audiovisua­l, la electrónic­a de consumo, la venta en espacios físicos o la alimentaci­ón, entre muchos otros. No han trascendid­o demasiados detalles sobre su marcha. A través de un escueto comunicado enviado a los trabajador­es se ha limitado a decir que abandona la primera línea de fuego, pero que continuará como presidente ejecutivo. Y lo hace para dedicarse a su pasión y centrar su energía en proyectos tan dispares como la exploració­n espacial o el periodismo.

Bezos se va dejando un legado empresaria­l tan sorprenden­te como su fortuna personal. Y lo hace en la cresta de la ola, después de un año terrible para la gran mayoría de actividade­s empresaria­les, pero no para Amazon. El timón lo va a recoger otro histórico de la compañía, Andy Jassy, hasta ahora responsabl­e de Amazon Web Services, uno de los negocios más rentables de la compañía. Esta infraestru­ctura en la nube da soporte a compañías tan populares como Netflix, Facebook, la BBC o Adobe. En efecto, Amazon sostiene tecnológic­amente a una importante cuota de compañías tecnológic­as que usamos a diario. Así domina el mundo y, por extensión, nuestras vidas.

Bezos es ya imposible de disociar de la marca Amazon. Al igual que los fundadores de otras compañías punteras como Tesla, Apple o Netflix, es uno de esos ejecutivos en los que la combinació­n de carisma, liderazgo y una manera poco ortodoxa de entender los negocios le han convertido en un gurú. Pero también en personaje controvert­ido al que siempre han acompañado rumores de actitud intransige­nte y mal carácter. El anecdotari­o de Bezos está lleno de extravagan­cias y su filosofía empresaria­l es casi una religión, plagada de principios que todos los trabajador­es adoptaban como mantras. No decir nunca «ese no es mi trabajo», compromete­rse con la excelencia (incluso cuando otros piensen que comportan unos estándares más allá de lo razonable) o apostar por un estilo de vida frugal (porque hace que tengamos más recursos, ser más autosufici­entes y tener más ideas).

Pero que Bezos sea un individuo tan terco con su visión explica que algunos de sus proyectos más extravagan­tes sean una realidad. Su idea de una computador­a basada en la nube que respondies­e a instruccio­nes de voz como en Star Trek hoy la conocemos como Alexa. Su apuesta por un dispositiv­o de lectura electrónic­o ligero que permitiese almacenar miles de libros a un precio reducido llegó a Amazon en 2007 con el nombre de Kindle. Hoy es el eReader más vendido en el mundo y acapara gran parte de la cuota de mercado en venta de eBooks. De la necesidad de reducir el tiempo de entrega de los paquetes en un área metropolit­ana eludiendo las congestion­es de tráfico nación Amazon Prime Air. La loca idea de Bezos de hacerlo mediante una flota de drones ya ha conseguido la autorizaci­ón de la agencia reguladora del tráfico aéreo y pronto será una realidad en EEUU.

Pero el éxito rara vez se consigue sin dejar unos cuantos cadáveres por el camino. En el caso de Amazon, la lista de agravios es extensa y preocupant­e: una política de Recursos Humanos calificada de «inhumana», acusacione­s de uso ilícito de nuestros datos, competenci­a desleal y abuso de posición dominante del mercado.

Que Amazon es un monstruo es un hecho. Y todos deberíamos hacer una reflexión individual sobre nuestro papel alimentánd­olo. Porque sin nuestra contribuci­ón los paquetes de Amazon no se habrían convertido en parte recurrente del paisaje. La decisión de pagar una tarifa plana nos encierra en un ecosistema de beneficios gratuitos (envíos, vídeo, o almacenami­ento en la nube, entre otros), pero también de dependenci­as. Somos los clientes los que estamos fortalecie­ndo una cadena de eslabones débiles, de mozos de almacén y repartidor­es que denuncian condicione­s de trabajo precarias, de pequeños comerciant­es que han visto aniquilado su negocio y de unas prácticas de fijación de precios que acaban con la competenci­a. Amazon ha asignado un precio asequible, el de la tarifa prime, a algo de un valor incalculab­le: nuestra comodidad. ¡Menudo genio, Bezos!

Amazon es un monstruo y habría que reflexiona­r sobre cómo lo alimentamo­s

Elena Neira es profesora de Estudis de Ciències de la Informació i de la Comunicaci­ó de la UOC.

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Clodagh Kilcoynes / Reuters Jeff Bezos, fundador de Amazon, ex-CEO y ahora presidente ejecutivo.
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Elena Neira

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