El otro refugio de Juan de Sada
«El proyecto nace en un momento de aislamiento, de soledad. Por eso también lo hemos llamado El Refugi»
Vecinos del barrio están convirtiendo un solar en ruinas, que llevan años reivindicando como una plaza, en un espacio de encuentro y convivencia. Lo han limpiado de malas hierbas y han preparado seis bancales para un huerto, una zona de petanca y un espacio de juego infantil.
Dani, Ana y Guille hablan sentados en los palés situados en uno de los extremos del solar. Tras ellos, en el muro principal, sobre un fondo verde (color cargado de significado), un mensaje: Volem la plaça!; un mural que lleva allí bastante más tiempo que estos chavales; herederos de aquella lucha (y de tantas otras). En los balcones de los altos bloques que les hacen sombra, otras pancartas recuerdan que Sants-Badal necesita más espacios verdes y menos tocho. Ese Volem la plaça que han conservado, se pintó en unas jornadas vecinales organizadas hace tres años para pedir eso, convertir ese terreno abandonado y lleno de suciedad, en medio de uno de los barrios más densos de la ciudad, en una plaza. Pocos años después, lo que han hecho estos jóvenes junto a un intergeneracional grupo de vecinos- es abrir y crear esa plaza ellos mismos.
Tras varios domingos de trabajo -llevan dándole al pico y pala desde finales de noviembre- en el espacio ya toman forma seis bancales que acogerán el huerto, una petanca (lo de intergeneracional no era una forma de hablar) y un espacio de juego infantil. «El primer día fue solo limpiar malas hierbas. Eran tan altas que casi no se podía entrar», explica ante el solar hoy limpio Dani, quien señala orgulloso que cada semana se suma gente nueva. «El objetivo es que este sea un espacio completamente abierto. Cada uno participa a su manera; desde un vecino de 91 años que baja con la azada, hasta una vecina que no puede quedarse, pero nos trae una planta de su casa o quien deja unas monedas en el bote para comprar herramientas», prosigue el joven. De momento, trabajan con las que les ceden otros espacios del territorio. Otra de las primeras cosas que hicieron fue, en asamblea, buscar un nombre. Decidieron ponerle El Refugi, por el refugio 1.513, cuya entrada está a escasos metros del lugar y por lo que significa. «Tiene un sentido en el momento en el que ha nacido esto, un momento de reclusión, de aislamiento, en el que se crea un espacio de comunidad, en lugar en el que la gente se puede encontrar, al aire libre... un refugio; además, aquí, en una zona tan degradada», reflexiona Guille. El historiador local Agus Giralt es uno de los mayores conocedores de los refugios de la Guerra Civil en Sants, su casa. Tiene claro el valor del refugio bajo la calle de Juan de Sada. Entre los 1.500 refugios que se sabe que hay bajo Barcelona, solo 25 fueron construidos por la Administración (el resto fueron autoconstruidos) y este es uno de ellos. «En general, los que fueron impulsados por la Administración, como este, ya que se hacía una inversión grande, la idea era poder darles un segundo uso cuando acabara la guerra. El de la plaza del Centre se pensó para convertirlo en unos baños públicos. Este se pensó para que pasaran las cloacas», detalla.
«Sería necesario poder hacer un estudio más profundo de todos estos refugios y definir unos criterios claros. Hoy solo está habitado como espacio de memoria el del Poble Sec porque está en un lugar que no molestaba. Y se puede visitar en momentos concretos el de la plaza del Diamant. El de Juan de Sada podría convertirse en un pequeño centro de interpretación, para que las escuelas del barrio pudieran venir a ver cómo era un refugio. Son unos 150 metros lineales, toda la calle; con una anchura de dos metros y medio», apunta Giralt, quien recuerda cuando salió a la luz el refugio 819, en la plaza de Bonet i Muixí, bajo la iglesia, y empezaron a salir vecinos que recordaban historias...
Mirada de niño
«Al inicio intenté recoger testimonios, pero la gente a la que he podido entrevistar, durante la guerra eran niños, y muchas veces no tenían conciencia del peligro. Recuerdo el testimonio de unos señores que me contaron que habían salido a ver los aviones... Además cada vez es más difícil encontrar testimonios. Es un tema que durante muchos años no se pudo hablar, y ahora que se puede cada vez queda menos gente», prosigue Giralt, quien señala que en la cuestión de los refugios «vamos siempre con el paso cambiado». «Se hacen obras no sé donde y, ostras, ha aparecido un refugio y entonces se va y se hace una intervención de urgencia; y eso en las públicas, en privadas a veces ni se comunica...», prosigue.
«En 1938 se hizo un listado de los que había y en la Carta Arqueológica están punteados, pero faltaría un estudio, ver a día de hoy cuál es el estado de la cuestión, porque muchos han desaparecido. A principios del 2000, la empresa que llevaban las cloacas hizo uno, pero muy genérico. Además, frecuentemente, el tratamiento se ha hecho desde un punto de vista arqueológico, sin poner la mirada en la memoria», concluye Giralt.