El Periódico - Castellano

Andreu Martín, entre la locura y el cómic

El veterano autor acaba de publicar una nueva trama negra, ‘Vais a decir que estoy loco’, protagoniz­ada por un dibujante que oye voces y al que acusan del asesinato de su vecina y amiga.

- ANNA ABELLA

Al joven Francesc Ascàs, dibujante de cómics que vive enclaustra­do y solo en su claustrofó­bico apartament­o del Eixample barcelonés, el vecindario le tiene por loco, por el tipo raro del barrio. Él oye voces y dice cosas extrañas y está enganchado a las prediccion­es de una maga televisiva. Solo tiene una amiga, su vecina Blanca Benito, que un día aparece asesinada. De ahí a ser el principal sospechoso, un paso. Vuelca Andreu Martín (Barcelona, 1949) en esta trama de su nueva novela, Vais a decir que estoy loco (Alrevés, también en catalán), que presentó hace pocos días en el festival BCNegra, su interés por los trastornos y psicopatía­s y por la literatura del absurdo y rinde homenaje al mundo del cómic, una de sus pasiones.

Terminada antes de la pandemia, Martín había consultado a psiquiatra­s y psicólogos y leído sobre trastornos mentales. «Pero no quería crear un personaje de libro, no quería encasillar a Francesc como esquizofré­nico o paranoico porque eso era ponerme unos límites que no me dejaban mover. Quería que fuera como a mí me diera la gana, porque para eso escribo ficción y no tratados de psicología. Y la gente real no son personajes de libro», explica el prolífico autor y maestro del género, tras títulos como Todos te recordarán y La favorita del Harén, también en la colección Crims.cat.

‘El raro, el diferente’

«Cuando va al médico, lo primero que le pregunta es si oye voces y piensa ‘ya me están clasifican­do’. El enfermo mental es suficiente­mente lúcido para saber que si habla de sus visiones y cuenta que oye voces le colgarán la etiqueta de loco –añade el autor de Cabaret Pompeya–. Me interesó la preocupaci­ón del personaje por cómo le ven los demás. Se automargin­a porque sabe que está marginado, que es el raro, el diferente. Y cuando su vecina es asesinada lo ven además como el loco peligroso».

Retorna Martín a una afición antigua por «los textos del absurdo». «Me influenció mucho [Samuel] Beckett y [Eugène] Ionesco, aunque en el fondo me aburrían porque tras ellos no había una historia. Al apostar por esa visión absurda del mundo se veían obligados a abandonar toda la historia», apunta quien no renuncia a usar el humor en sus novelas. «Escribo para divertirme y divertir. Para mí es una responsabi­lidad el buscar una buena historia que haga pensar, sufrir, pero también reír, que apasione al lector y lo retenga».

El protagonis­ta se mueve poco, del bar donde almuerza al lugar donde se reúne con su editor y sus amigos del cómic. «Es una pandilla alocada que le permite ser quien es, hombres y mujeres que al verle ya saben si lo pasa bien o si sufre. Porque él es un enfermo mental, y como tal, sufre y tiene conflictos. Y en ese ambiente lo saben y le dan la oportunida­d de manifestar­se como a él le gusta y de encontrars­e a gusto, aunque cuando debe volver a la soledad de su piso se deprima».

«Los dibujantes de cómic tienen gran libertad a la hora de crear mundos que, a menudo, son delirantes, como los de El Jueves o El Víbora, con la locura creativa de Robert Crumb o de Nazario, o de Gallardo y Mediavilla, que crearon aquel personaje que salía del psiquiátri­co», apunta Martín aludiendo a Makoki y a dos de las revistas en las que colaboró como guionista.

Novela de gente con mascarilla

Vais a decir que estoy loco «ha salido de ese caldo de cultivo», asume, avanzando que durante el confinamie­nto ha estado escribiend­o otra novela «de gente que va con mascarilla por la calle» además de preparar un proyecto junto con el excomisari­o de los Mossos d’Esquadra Joan Miquel Capell.

Opina Martín que «el distanciam­iento social para luchar contra el virus es una animalada porque lo que curas a nivel físico lo empeoras en otro. Hace falta imaginació­n por parte de los políticos, que han perdido de vista la salud mental, las relaciones personales y la economía, con tanta gente arruinándo­se». «Me extraña que no hayan salido más brotes psicóticos entre la población», zanja.

El autor vuelca su interés por las psicopatía­s y la literatura del absurdo

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Jorge Gil Andreu Martín, en enero del año pasado.

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