El Periódico - Castellano

Dembélé empieza a sonreír

En su cuarta temporada en el Barça, el delantero francés empieza a sentirse importante. Y necesario. Tras varios años oscuros, llenos de lesiones musculares, emerge con Koeman el regateador descarado.

- MARCOS LÓPEZ

Vino para suplir a Neymar, fichado a finales de agosto del verano de 2017, invirtiend­o entonces Josep Maria Bartomeu una verdadera fortuna –la mitad de lo que recibió por el brasileño– en un joven francés. Apenas 20 años. Eléctrico e imaginativ­o, al que nunca se terminó de ver en sus tres primeras y tristes temporadas con la zamarra azulgrana. Ahora, cuando completa la cuarta y penúltima –le queda año y medio de contrato, hasta el 2022–, Ousmane Dembélé empieza a sonreír. Se siente importante con Koeman, quien ayer antes de volar a Sevilla para enfrentars­e hoy al Betis (21.00 h, Movistar Partidazo), lo llenó de frases elogiosas.

No solo a Dembélé sino también a Griezmann, en quien el Barça invirtió más de lo que ya tenía de Neymar porque ya lo había dilapidado con Coutinho. «No sé lo que había pasado en los otros años con Ousmane», comenzó el técnico azulgrana, sin querer valorar el drama vivido por el exdelanter­o del Dortmund, más inquilino de la enfermería que del campo. Lo que sucedió, y Koeman lo sabe, es que Dembélé llegó y se rompió en Getafe (septiembre de 2017) dando un taconazo, que le hizo desaparece­r del escenario azulgrana. Luego, todo un misterio se apoderó de su figura, desconecta­do del juego, con evidentes problemas de adaptación en el vestuario, que ponían en serio riesgo tan elevada inversión económica.

Solo ahora parece que es buena, pero el balance continúa siendo terribleme­nte desigual, siendo

Dembélé lo más cercano que puede ser al Dembélé que se pagó coincidien­do, precisamen­te su resurgimie­nto con el de Griezmann (siete goles en los últimos ocho partidos), lo que obligó a Koeman a rescatar una llamada telefónica que hizo el pasado verano.

«Recuerdo que llamé a Antoine y le dije: ‘Tengo mucha confianza en ti’. Nunca he tenido dudas sobre él y, además, es un jugador que tiene autocrític­a. Ha trabajado mucho para dar lo mejor de sí mismo. No se le puede pedir más», admitió el entrenador, quien ha reclamado a la FIFA y la UEFA que se proteja más a los jugadores porque el Barça jugará hoy con el Betis su duodécimo partido en el último mes, 11 de ellos disputados fuera del Camp Nou.

La «energía» de Messi

«Estamos matando a los jugadores, hay que parar», imploró Koeman, feliz por la remontada copera en Granada, pero exigiendo máxima atención hoy en Sevilla. «Soy de ir día a día, partido a partido. El fútbol es raro. Hoy hace sol y mañana puede llover».Y para evitar la tormenta queda el paraguas de Messi, que ha recuperado también la sonrisa tras meses de penumbra. «Leo está con mucha energía y mucha moral para ayudar al equipo», dijo el técnico azulgrana. «Solo hay una persona que puede decidir sobre su futuro. Es Leo mismo. El futuro está en sus manos, me gustaría que se quedara muchos años aquí».

«No sé lo que pasó antes. Pero ahora ha mejorado mucho físicament­e y juega partidos más seguidos» «Es buenísimo, tiene uno contra uno, es rápido. Me encanta este jugador. Está muy metido y alegre»

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La mejor racha desde que llegó en el verano del 2017

Su inicio fue desastroso. De aquel taconazo en septiembre del 2017 pasó al quirófano del doctor finlandés Sakari Orava, el mismo que recuperó en su día de una compleja y larga lesión muscular a Guardiola. Apenas disputó el francés el 38% de partidos posibles y su mayor registro se situó cuando encadenó cuatro encuentros. Mejoró algo en el segundo curso (18-19) cuando hiló hasta nueve choques de manera consecutiv­a. Después, Dembélé, castigado, otra vez, por las lesiones, retornó a esa mísera racha de cuatro. Ahora, en cambio, suma 11, todo un acontecimi­ento del que está disfrutand­o Koeman, aunque tampoco arrancó con esa continuida­d. De hecho, al inicio de la temporada, el técnico quiso dejar bien claro que «Ansu Fati está por delante de Dembélé». Era, especialme­nte, por una cuestión de rendimient­o ya que el joven de la cantera, hasta su grave lesión, era intocable. «Ha mejorado mucho físicament­e», admitió ayer el técnico. «Jugó muchos partidos seguidos y tiene ritmo». El ritmo que nunca tuvo.

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Valioso para el asimétrico 4-3-3, convertido en el único extremo puro Recluido Ansu, Koeman probó primero con el francés en la banda izquierda. Ahí jugó por ejemplo, en Huesca, inicio de un frenético 2021, con Griezmann de suplente. Luego, el técnico confinó a Dembélé en la banda derecha para ser un polo de atracción valioso en ataque. El extremo puro y profundo que encara a la defensa y obliga a recular, generando así espacios para las llegadas de Messi, el propio Griezmann, el nuevo De Jong, Pedri y hasta Jordi Alba. En la banda izquierda, la responsabi­lidad ofensiva pertenece al lateral, sincroniza­ndo siempre su mente con la de Leo en esa jugada que el fútbol mundial se sabe de memoria desde hace casi una década. Pero nadie halla el antídoto.

En la derecha, es Ousmane el tipo que enciende el interrupto­r de la luz del Barça. No únicamente por su veneno. Regatea con ambas piernas, es indescifra­ble, a veces incluso hasta a sus propios compañeros. Ataca sin miedo al lateral de turno, atrayendo así el francés a más defensas rivales liberando territorio libre para los delanteros de Koeman. Él regatea, los demás flotan a su alrededor. Tiene, a veces, hasta la paciencia de aguardar junto a la cal que le llegue el balón.

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Más integrado en el vestuario y más comunicati­vo incluso Le costó jugar. 132 días de baja estuvo Dembélé en su primera temporada; 86 en la segunda y 294 en la tercera. Le costó jugar y le costó, por lo tanto, adaptarse, con aquellos extraños comportami­entos que tanto irritaban a sus compañeros. «Dembélé tiene que dar un paso adelante», llegó a decir incluso Messi (noviembre del 2019. «Tiene unas condicione­s impresiona­ntes para hacer lo que él quiera, debe hacer ese cambio a ser profesiona­l», reclamó también el capitán.

Pero el francés, atormentad­o por tanta lesión (sufrió 10, y nueve son musculares, en tres años y medio) no hallaba salida alguna a ese laberinto, resumido en aquella expulsión de Mateu Lahoz en el Barça-Sevilla, con Messi diciéndole al colegiado, según recogieron las cámaras, aquello de «no sabe habla, no sabe hablar. Ha dicho muy mal, muy mal», imploraba Leo para convencer a Mateu. Fracasó.

Ahora, como expuso ayer Koeman, también es otro Dembélé dentro del vestuario. «Está metido y muy alegre», dijo el técnico, «encantado» con ese delantero que solo ha sufrido una lesión muscular. Apenas cinco partidos de baja ha estado en la enfermería.

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Otra decisión estratégic­a para el nuevo presidente nada más llegar Primero Messi. Después, Messi. Y luego la angustiosa situación ecómica que estrangula al Barça. Ese es el orden de prioridade­s urgentes para el sucesor de Bartomeu, aunque en su mesa también caerá el caso Dembélé. ¿Renovarlo? ¿O venderlo cuando aún le queda al club alguna posibilida­d de recuperar una parte, aunque sea pequeña, de la tremenda inversión realizada en su día? Pequeña porque en el 2022 queda libre y porque la crisis pandémica ha frenado el negocio. Costó 105 millones de euros más 40 en variables. Tiene 23 años y mercado si mantiene este rendimient­o. El Barça ya lo empujó este pasado verano a que se fuera al United. Pero él no quiso. Y se está saliendo, ahora sí, con la suya.

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Dembélé celebra el gol que le marco a la Juventus en Turín en el triunfo azulgrana en la Champions en octubre pasado (0-2).
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