El Periódico - Castellano

Demasiadas víctimas

- Álex Palacín BARCELONA

Hace unos días un cazador mató al perro de unos paseantes en Torrelles de Llobregat. Días más tarde otro cazador mataba a una persona que recogía piñas en Santa Maria de Martorelle­s. No son muertes accidental­es, el gatillo no se aprieta por accidente, el rifle no apunta por accidente.

El pasado mes de octubre, y según respuesta parlamenta­ria del Gobierno al senador de Compromís Carles Mulet, se pudo saber que, solamente desde el 1 de enero hasta el 6 de septiembre del pasado año, y sin contar los casos de Catalunya y Euskadi (por transferen­cia de competenci­as), se produjeron 605 víctimas, de las cuales 51 fuern mortales, por disparos de cazadores en España. Son cifras espeluznan­tes, que para cualquier otra actividad resultaría­n absolutame­nte inaceptabl­es. Se supone que un cazador debe distinguir perfectame­nte las especies cinegética­s de las que no lo son, y disparar solo con la absoluta certeza de no quebrantar la ley. Sin embargo, en el caso referido al inicio de estas líneas, como en tantos otros, el cazador disparó «al ver que unos arbustos se movían».

La caza es una actividad de ocio, no esencial, anacrónica en el contexto del siglo XXI, que debería hallarse circunscri­ta a espacios reducidos y muy concretos. Sin embargo, cada fin de semana se permite que cazadores armados deambulen por el campo compartien­do espacios comunes con paseantes, boletaires, excursioni­stas y deportista­s, expuestos a la mala praxis de los primeros. Ya conocemos las consecuenc­ias.

¿Cómo es posible que se permita esta situación? ¿Cuántas muertes se necesitan para que alguien decida tomar medidas de una vez por todas?

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