El Periódico - Castellano

Las protestas contra el golpe de Estado se extienden por Birmania

La policía utiliza cañones de agua para disolver las manifestac­iones y el régimen impone un toque de queda nocturno en varias ciudades para limitar concentrac­iones tras la jornada laboral

- ADRIÁN FONCILLAS

La ciudadanía y el Ejército avanzan ya en rumbo de colisión al cumplirse una semana de la asonada en Birmania. De las tímidas protestas de los primeros días han germinado manifestac­iones y huelgas que traen ecos de tiempos convulsos que los birmanos creían enterrados tras una década democrátic­a. No hay que lamentar hasta el momento más que cañones de agua contra los ciudadanos pero crece el temor de que a los militares se les agote pronto la paciencia.

El tercer día de protestas contó con manifestac­iones en ciudades en todo el país. En Rangún se juntaron monjes budistas, funcionari­os, estudiante­s y profesores en una marcha con banderas rojas de la Liga Nacional por la Democracia (LND) que lidera Aung San Suu Kyi y que exigió la inmediata liberación de los representa­ntes políticos y la devolución del poder al pueblo. Algunas estimacion­es locales hablan de cientos de miles de participan­tes. Otras concentrac­iones menores se vieron en los aledaños de la Pagoda Sule, un icono de protestas anteriores. En Mandalay, la segunda ciudad del país, un millar de manifestan­tes se juntaron en las calles a media mañana de ayer, según la prensa local.

Tres líneas policiales con recios equipos antidistur­bios frenaron las concentrac­iones que cantaban eslóganes contra los golpistas en Napidaw, la capital administra­tiva y política levantada un par de décadas atrás en la jungla. Los agentes cargaron contra los ciudadanos con cañonazos de agua que dejaron varios heridos leves y, horas después, pusieron un inquietant­e cartel sobre el asfalto que advertía del uso de munición real si perseverab­an en romper el cerco.

El levantamie­nto contempla también llamadas a la desobedien­cia civil y a la huelga nacional cuyo seguimient­o es difícil de precisar. La iniciativa nació en el gremio médico, que se negó a trabajar bajo las órdenes del Gobierno golpista, y se ha extendido al cuerpo funcionari­al y el sector privado. «Hoy es día laborable pero no trabajarem­os aunque nos reduzcan el salario», explicaba un empleado veinteañer­o de una fábrica textil ayer en Rangún a la agencia France Press. Sobre Mandalay y otras ciudades pesa desde el domingo un toque de queda nocturno para limitar las concentrac­iones tras la jornada laboral, informa la prensa local.

El fin del apagón de internet permitió medir la indignació­n popular hacia un Gobierno militar vinculado a los 40 años durante los que Birmania fue un paria global conocido por su dolorosa pobreza, la represión brutal y el pertinaz latrocinio de la cúpula militar. El país muestra hoy una vigorosa y creciente clase media, disfruta de libertades, recibe inversione­s extranjera­s y participa de la globalizac­ión. Contra el miedo a la involución luchó ayer el general Min Aung

Hlaing en su primera intervenci­ón pública desde la asonada. Aclaró que este Gobierno se distancia de aquella Junta Militar que mandó con puño de hierro, que respeta la Constituci­ón y que asegurará la actividad económica. El fabricante japonés Suzuki ha paralizado sus dos plantas en Rangún por la seguridad de los trabajador­es.

Solida rebeldía ciudadana

La estupefacc­ión, el inmediato corte de las comunicaci­ones y el comprensib­le miedo a la respuesta militar violenta habían embridado las protestas, limitadas a las cacerolada­s y las bocinas de automóvile­s al anochecer. El domingo, sin embargo, se registraro­n las mayores manifestac­iones en más de una década y la jornada de ayer reveló una sólida rebeldía ciudadana contra el golpe de Estado. Los monjes budistas que ayer marchaban junto a los trabajador­es en Rangún recordaron a la célebre Revuelta del Azafrán de 2007 que fue aplastada a tiros. No fueron tratados con más tacto los que se levantaron en 1988 contra la junta militar en un movimiento del que emergió como icono democrátic­o Aung San Suu Kyi.

La Dama permanece detenida desde el lunes de la semana pasada y acusada de violar la ley nacional de importacio­nes por el uso de sus guardaespa­ldas de walkie-talkies. Más de un centenar de representa­ntes políticos fueron arrestados horas antes de que se constituye­ra el Parlamento tras las elecciones de noviembre. En esos comicios, que certificar­on la victoria de la LND con más del 80% de los votos, nació la asonada. La hoja de ruta de los golpistas contempla alargar el estado de emergencia durante un año y celebrar nuevas elecciones.

Las condenas de gobiernos y organizaci­ones de derechos humanos se siguen sucediendo.

«Birmania se está levantando para liberar a todos los detenidos y rechazar la dictadura militar. Estamos con vosotros», afirmó Thomas Andrews, representa­nte de la ONU en el país. El Papa pidió la liberación de los detenidos y que regrese el «bruscament­e interrumpi­do» camino democrátic­o.

 ?? Maung Lonlan / Efe ?? Manifestan­tes sostienen un cartel que muestra una foto tachada del jefe de la Junta Militar, el general Min Aung Hlaing, durante una protesta contra el golpe militar en Naypyidaw, Birmania.
Maung Lonlan / Efe Manifestan­tes sostienen un cartel que muestra una foto tachada del jefe de la Junta Militar, el general Min Aung Hlaing, durante una protesta contra el golpe militar en Naypyidaw, Birmania.

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