Las protestas contra el golpe de Estado se extienden por Birmania
La policía utiliza cañones de agua para disolver las manifestaciones y el régimen impone un toque de queda nocturno en varias ciudades para limitar concentraciones tras la jornada laboral
La ciudadanía y el Ejército avanzan ya en rumbo de colisión al cumplirse una semana de la asonada en Birmania. De las tímidas protestas de los primeros días han germinado manifestaciones y huelgas que traen ecos de tiempos convulsos que los birmanos creían enterrados tras una década democrática. No hay que lamentar hasta el momento más que cañones de agua contra los ciudadanos pero crece el temor de que a los militares se les agote pronto la paciencia.
El tercer día de protestas contó con manifestaciones en ciudades en todo el país. En Rangún se juntaron monjes budistas, funcionarios, estudiantes y profesores en una marcha con banderas rojas de la Liga Nacional por la Democracia (LND) que lidera Aung San Suu Kyi y que exigió la inmediata liberación de los representantes políticos y la devolución del poder al pueblo. Algunas estimaciones locales hablan de cientos de miles de participantes. Otras concentraciones menores se vieron en los aledaños de la Pagoda Sule, un icono de protestas anteriores. En Mandalay, la segunda ciudad del país, un millar de manifestantes se juntaron en las calles a media mañana de ayer, según la prensa local.
Tres líneas policiales con recios equipos antidisturbios frenaron las concentraciones que cantaban eslóganes contra los golpistas en Napidaw, la capital administrativa y política levantada un par de décadas atrás en la jungla. Los agentes cargaron contra los ciudadanos con cañonazos de agua que dejaron varios heridos leves y, horas después, pusieron un inquietante cartel sobre el asfalto que advertía del uso de munición real si perseveraban en romper el cerco.
El levantamiento contempla también llamadas a la desobediencia civil y a la huelga nacional cuyo seguimiento es difícil de precisar. La iniciativa nació en el gremio médico, que se negó a trabajar bajo las órdenes del Gobierno golpista, y se ha extendido al cuerpo funcionarial y el sector privado. «Hoy es día laborable pero no trabajaremos aunque nos reduzcan el salario», explicaba un empleado veinteañero de una fábrica textil ayer en Rangún a la agencia France Press. Sobre Mandalay y otras ciudades pesa desde el domingo un toque de queda nocturno para limitar las concentraciones tras la jornada laboral, informa la prensa local.
El fin del apagón de internet permitió medir la indignación popular hacia un Gobierno militar vinculado a los 40 años durante los que Birmania fue un paria global conocido por su dolorosa pobreza, la represión brutal y el pertinaz latrocinio de la cúpula militar. El país muestra hoy una vigorosa y creciente clase media, disfruta de libertades, recibe inversiones extranjeras y participa de la globalización. Contra el miedo a la involución luchó ayer el general Min Aung
Hlaing en su primera intervención pública desde la asonada. Aclaró que este Gobierno se distancia de aquella Junta Militar que mandó con puño de hierro, que respeta la Constitución y que asegurará la actividad económica. El fabricante japonés Suzuki ha paralizado sus dos plantas en Rangún por la seguridad de los trabajadores.
Solida rebeldía ciudadana
La estupefacción, el inmediato corte de las comunicaciones y el comprensible miedo a la respuesta militar violenta habían embridado las protestas, limitadas a las caceroladas y las bocinas de automóviles al anochecer. El domingo, sin embargo, se registraron las mayores manifestaciones en más de una década y la jornada de ayer reveló una sólida rebeldía ciudadana contra el golpe de Estado. Los monjes budistas que ayer marchaban junto a los trabajadores en Rangún recordaron a la célebre Revuelta del Azafrán de 2007 que fue aplastada a tiros. No fueron tratados con más tacto los que se levantaron en 1988 contra la junta militar en un movimiento del que emergió como icono democrático Aung San Suu Kyi.
La Dama permanece detenida desde el lunes de la semana pasada y acusada de violar la ley nacional de importaciones por el uso de sus guardaespaldas de walkie-talkies. Más de un centenar de representantes políticos fueron arrestados horas antes de que se constituyera el Parlamento tras las elecciones de noviembre. En esos comicios, que certificaron la victoria de la LND con más del 80% de los votos, nació la asonada. La hoja de ruta de los golpistas contempla alargar el estado de emergencia durante un año y celebrar nuevas elecciones.
Las condenas de gobiernos y organizaciones de derechos humanos se siguen sucediendo.
«Birmania se está levantando para liberar a todos los detenidos y rechazar la dictadura militar. Estamos con vosotros», afirmó Thomas Andrews, representante de la ONU en el país. El Papa pidió la liberación de los detenidos y que regrese el «bruscamente interrumpido» camino democrático.