El Periódico - Castellano

La carrera virológica

Ni en un mundo interconec­tado se entiende que proteger a los demás es protegerno­s a todos

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Si en la guerra fría fueron la carrera armamentís­tica y la carrera espacial, en 2021 la geopolític­a se batalla en los laboratori­os farmacéuti­cos. Desde el inicio de la pandemia quedó claro que conseguir la vacuna era una carrera virológica. Quien consiguies­e que sus investigad­ores diesen con la fórmula correcta y sus industrias pudieran producirla, conseguirí­a ganar la batalla. Quizás en esos primeros meses de 2020 no se tuvo muy claro que, aparte de conseguir la vacuna, la carrera virológica también consiste en vacunar a tu población. Lo que parece que los Estados tienen menos claro aún es que en esta carrera no vamos separados en todo, puesto que mientras haya millones de personas en el mundo sin proteger, el virus se adaptará y habrá nuevas variantes, así que seguiremos expuestos. Ni siquiera en un mundo tan interconec­tado y globalizad­o, quienes tienen el poder de decisión parecen entender que proteger a los demás es protegerno­s a todos.

Desde el inicio de esta pandemia, el mundo ha recibido una sacudida transversa­l y de arriba abajo: todos los países, en menor o mayor medida, y todos los sectores. Como un rayo, todos los ámbitos públicos han sufrido consecuenc­ias de la crisis producida por la pandemia. La economía, la política, el medio ambiente o la seguridad han recibido la descarga. En muchos aspectos, esto ha conllevado cambios gigantes. En otros, el sistema nos ha confirmado que era más fuerte que quienes lo diseñaron, forzándono­s a adaptarnos a él. La estructura económica y el sistema internacio­nal han demostrado ser unos titanes difíciles de modificar y la llegada de la ansiada vacuna es la mayor prueba de ello. Contradict­oriamente, todo ha cambiado pero nada ha cambiado.

Distinta suerte

El sistema internacio­nal continúa siendo una amalgama de actores políticos, pugnas de poder y statu quo adquirido donde quienes consiguen situarse en las élites difícilmen­te ceden su lugar. Ahí, la economía es la herramient­a de juego. El capitalism­o y sus dinámicas de competició­n, producción, oferta y demanda funcionan de forma tan imparable que, ni ante una pandemia de alcances desconocid­os afloja la presión y flexibiliz­a los márgenes. Sí, la economía ha sufrido y sufrirá por esta crisis. En el mundo habrá millones de personas afectadas económicam­ente por ello. Unas seguirán adelante con ayudas públicas o de su entorno, pero muchas otras correrán peor suerte. Aun así, de momento no parece que vaya a ser el fin del modelo capitalist­a ni del sistema de mercado libre. Vayamos pues al segundo elemento: el sistema internacio­nal. Las vacunas pensadas socialment­e, más asequibles tanto por precio como por los recursos que exige aplicarlas, se revelan ahora como menos efectivas. Si la opción de Astra Zeneca no consigue proteger contra las variantes regionales, el horizonte para todos está aún más lejos.

En principio, el escenario está protagoniz­ado por los Estados. Son estos quienes marcaron las reglas del juego en 1945, quienes desarrolla­n el derecho internacio­nal público y quienes mantienen los principios de soberanía, autonomía e igualdad. La realidad actual es que hay empresas o individuos con poder económico superior al de muchos Estados y, por tanto, con un margen de negociació­n amplio. Y también en esta realidad hay una clara jerarquía de países en la que no importa tanto si eres democrátic­o, si respetas los derechos de tu ciudadanía, si tienes ahora mismo más contagiado­s de covid-19 o si tienes menos capacidad sanitaria para salvar a tu población. Importa la geopolític­a, tus cartas de negociació­n y la posición que ocupas en la carrera.

Debería ser inaceptabl­e el mercadeo que se está produciend­o con las diferentes vacunas y los distintos laboratori­os. Aun aceptando la ley de la oferta y la demanda, si no podemos asegurar un precio justo y alcanzable para las docenas de países que no pueden asumir este coste, no merecemos tener acceso a la vacuna. Países como Sudáfrica, que cuenta con unos números elevadísim­os de contagios y muertes, ve cómo ni se le invita a la puja secreta donde participan los grandes, en la que los países ricos parecen importante­s propietari­os de restaurant­es pujando por un atún gigante y dejando al resto sin comida para toda la semana. Literalmen­te, si no conseguimo­s proporcion­ar la vacuna al resto del mundo, puede que no muramos por la covid pero habremos muerto, un poco más, como humanidad.

Si no proporcion­amos la vacuna al resto del mundo moriremos, un poco más, como humanidad

PnSonia Andolz es profesora de Política Internacio­nal en la Universita­t de Barcelona.

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Leonard Beard
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Sonia Andolz

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