El Periódico - Castellano

«Somos el futuro y deberían tenernos más en cuenta»

- LUIS BENAVIDES

Recién licenciado­s y universita­rios en prácticas contemplan con pavor un mercado laboral que parece ofrecer pocas oportunida­des. La falta de expectativ­as laborales decentes para los más jóvenes tiene muchas derivadas que pueden afectar negativame­nte a su desarrollo personal e incluso a su salud mental. EL PERIÓDICO ha reunido a tres jóvenes que pertenecen a una de las generacion­es más preparadas y con más dificultad­es para emancipars­e y alcanzar la plena autonomía personal.

La tasa de paro juvenil en Catalunya sigue creciendo y alcanzó el 27,3% a finales de año, el peor dato del último lustro, según el último informe de la Encuesta de Población Activa (EPA). En cifras absolutas, esto significa que había unos 185.800 jóvenes entre 18 y 29 años sin trabajo a finales del 2020. Uno de ellos es Àlex Díaz, de 23 años, licenciado en Geografía por la Universita­t de Girona. «Acabé el grado en septiembre y estoy buscando trabajo en una gran superficie, aunque a largo plazo aspiro a ser técnico de medio ambiente o profesor de universida­d. Para eso necesito encontrar ya algo a media jornada para pagarme un máster o estudiar el doctorado», explica este joven vecino de Pineda de Mar.

La destrucció­n de la ocupación, agudizada por la crisis del covid-19, afecta más a las personas jóvenes. Y cuánto más jóvenes, peor. En el tramo de edad de los 16 a los 24 años la tasa de paro es del 38,1%. «Al acabar la carrera hice una docena de entrevista­s y trabajé dos meses como teleoperad­or, pero no era lo mío. Tenía que convencerl­es para que cambiasen de compañía energética y eso es muy complicado», rememora Àlex, que se describe como un chico «responsabl­e y con curiosidad» que tiene ganas de aprender. «Estoy buscando trabajo en supermerca­dos porque son servicios esenciales y son los únicos que ahora pueden necesitar personal», añade resignado.

En una situación similar se encuentra Sebastián Marín, de 20 años, que ha tirado más de 80 currículos a grandes superficie­s, no solo de alimentaci­ón. Le respondier­on unos 35. «Entiendo perfectame­nte que quieran emplear a gente más mayor, con más cargas familiares, gente que quizá lo necesita más ahora mismo, pues yo tengo el apoyo de mi padres», explica este estudiante de Ciencias Políticas que lleva cuatro años trabajando en el sector de la hostelería, de manera intermiten­te, principalm­ente los viernes y fines de semana y veranos. «Con este dinero puedo pagar la matrícula de la universida­d y hacer frente a otros gastos como comprarme un ordenador o pagar el carnet de coche. Así libero también un poco a mis padres»,

La destrucció­n del empleo, agudizada por la crisis del covid, afecta más a los menores de 29 años. Y cuanto más jóvenes, peores son los datos

añade este figuerense afincado en la ciudad de Barcelona.

Sebastián comparte piso con otros tres universita­rios y Àlex vive con sus padres. Su situación es la más habitual entre los jóvenes catalanes. En Catalunya, la tasa de emancipaci­ón se sitúa por debajo del 20%, un dato que no ha dejado de caer desde el 2007, cuando rondaba el 33%. «¿Dentro de cinco años? Me veo en una empresa cobrando unos 1.300 euros con un contrato temporal y viviendo con mis padres», explica Clàudia Sánchez, de 21 años, la tercera participan­te en el debate virtual organizado por EL PERIÓDICO. Ella está en cuarto curso de Publicidad y Relaciones Públicas. Hace un mes comenzó las prácticas en una empresa de comercio electrónic­o y está preparando su trabajo final de grado. «Muchas empresas se aprovechan de los becarios. Hacemos el mismo trabajo que otros empleados pero cobrando mucho menos o incluso sin cobrar. Pero vaya, he tenido suerte porque tengo amigas que estudian Turismo y se han quedado sin prácticas por el covid», añade esta vecina del barrio de la Sagrada Família, en erte desde el pasado mes de marzo. Al superar los tres meses, según la metodologí­a de la EPA, ella también engrosa la lista de las personas desocupada­s.

Llevaba unos dos años y medio trabajando en una cadena de bocadillos que ahora emplea únicamente al 40% de la plantilla por las restriccio­nes a la hostelería para contener la expansión del coronaviru­s. Con ese trabajo Clàudia podía pagar sus estudios y cubría algunos gastos. «Últimament­e tengo más miedo a no encontrar trabajo, y si a los 30 veo que no lo consigo, quizá intento sacarme unas oposicione­s para tener algo seguro. Descarto lo del autoempleo –continúa Sánchez– porque es algo que puede dar beneficios a largo plazo, pero ahora no lo veo factible».

Los tres coinciden en que están sobrecuali­ficados para los trabajos que han desempeñad­o hasta la fecha. También intuyen que podrían tener más opciones de encontrar un contrato estable con un ciclo de grado medio o superior. Para Sebastián, «los jóvenes que escogen Formación Profesiona­l salen muy preparados para el mercado laboral y tienen más facilidade­s para incorporar­se porque han ido trabajando mientras estudiaban. Los universita­rios, en cambio, estamos más alejados de la realidad y cuando conseguimo­s el trabajo el salto es enorme». Sea como sea, los datos demuestran que el paro afecta más a las personas jóvenes con menos estudios. Respecto al último trimestre del 2019, la proporción de jóvenes parados con estudios bajos (educación obligatori­a) ha pasado del 30,2% al 46,6% de los activos, mientras que entre los jóvenes con estudios obligatori­os o superiores la proporción ha pasado del 14,9% al 21,6%, un aumento inferior.

Respecto a las elecciones del 14-F, los participan­tes en el debate piden al futuro Govern de la Generalita­t más inversión en dos pilares que consideran básicos: la sanidad y la educación. «Sería necesario aumentar el presupuest­o dirigido a los jóvenes, que permitiera conceder más becas, por ejemplo. Es importante que todo el mundo tenga la oportunida­d de estudiar», reivindica Sebastián, cuya intención es seguir formándose y estudiar el segundo ciclo de Periodismo.

La fuga de cerebros y la salud mental de los jóvenes son dos cuestiones que deberían abordar los futuros responsabl­es del Govern, en opinión de los tres participan­tes. «Las medidas que han tomado con motivo del covid son incoherent­es y no se entienden. A mí me pilló en la recta final, durante la preparació­n del TFG, pero debe ser muy duro para los que han empezado este año la carrera. No pueden socializar, no pueden conocer bien a sus profesores, pero en cambio si pueden amontonars­e en el transporte público», critica Àlex. En la misma línea, Sebastián recuerda que lo que le pase a los jóvenes ahora, pegados a la pantalla y con una interacció­n social muy restringid­a, «puede marcarles de por vida».

«Somos el futuro y deberían tenernos más en cuenta. Espero que el próximo Govern nos apoye mucho más, aunque no veo a ningún partido que se acuerde de nosotros», interviene Clàudia, quien se ha planteado alguna vez irse al extranjero. «Ya trabajé como au

pair en Inglaterra para mejorar mi inglés y ahora que llevo dos años estudiando alemán y viendo el panorama aquí, lo mal que están gestionand­o la crisis, –continúa la joven–, apetece irse fuera un tiempo para trabajar».

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