El Periódico - Castellano

Unas risas con ‘Platée’ en el Liceu

- PABLO MELÉNDEZHA­DDAD

Con el estreno de Platée ou Junon jalouse, del gran Jean-Philippe Rameau, el Liceu comienza a pagar una deuda que tenía con la ópera barroca francesa, eterna ausente del repertorio local. Aunque las obras de los grandes autores del Romanticis­mo del país vecino hace años que ya forman parte de la historia del Gran Teatre -Massenet, Bizet, Berlioz-, el ámbito del Barroco no se había tocado, y por razones obvias: se trata de piezas creadas para salas con un tercio del tamaño del Liceu. Son obras de cámara a cargo de reducidas orquestas de instrument­os antiguos y de cantantes que, estando en estilo, poseen escasa proyección.

En el inmenso territorio de la comédie lyrique Rameau reinó sin parangón adelantánd­ose a su tiempo con óperas-ballet de la calidad de Les Indes galantes, obra maestra del género que todavía no ha subido al escenario liceísta. Platée es una hilarante bufonada que se estrenó en la Grande Écurie del palacio de Versalles en 1745.

En este estreno de la obra en España, lamentable­mente sin escenifica­ción -aunque sí con un oportuno movimiento escénico, algo de atrezo y un vestuario adecuado-, no se podía contar con mejores mimbres, de esos que provocan envidia: el soberbio conjunto Les Arts Florissant­s dirigidos por su creador, William Christie, una orquesta y coro de primer orden subvencion­ados por el Estado y que lleva por el mundo el patrimonio musical francés. Y no es la única en su especie.

El resultado artístico fue espectacul­ar. La rica partitura, cargada de elegancia y también de humor, fue interpreta­da con excelencia por Christie y sus virtuosos, con las danzas y las secciones instrument­ales brillantes en sus resolucion­es. Desde el canto de los pájaros al rebuzno del burro, desde las tormentas a las escenas bucólicas, todo llegó en una factura impecable. Los solistas, expertos en el estilo, sacaron provecho de sus personajes aun cuando, en general, las voces poseen escasa proyección, salvo las del protagonis­ta, un experto Marcel Beekman, maravillos­o como la pobre ninfa desde todo punto de vista, o el genial Marc Mauillon, un baritenor de voz hermosa y un gran actor que bordó sus personajes. También destacaron la divina Jeanine De Bique -coreografí­as incluidas-, el sonoro Júpiter de Edwin Crossley-Mercer, la entregada Emmanuelle De Negri y el efectivo Padraic Rowan.

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