El Periódico - Castellano

La conjura independen­tista contra el PSC sella los bloques

Illa equipara el veto nacionalis­ta a la foto de las tres derechas en la plaza de Colón ● Esquerra firma con Junts y la CUP atenazada por el espantajo del tripartito agitado por Borràs

- JOSE RICO

Los cordones sanitarios, cuyo significad­o político no lo recoge todavía la RAE –que solo contempla esta expresión aplicada a la contención de epidemias o plagas–, se originaron a principios de los años 80 del siglo pasado en Francia y Bélgica para aislar e impedir el acceso al poder de la ultraderec­ha. Solo con esta ideología se han aplicado vetos políticos en el resto de Europa, pero Catalunya ya acumula dos excepcione­s.

En 2003, con José María Aznar en la Moncloa, el PSC, ERC e ICVEUiA incluyeron en el Pacto del Tinell que alumbró el tripartito una cláusula anti-PP que algunos de sus firmantes reconocier­on años después que fue un error. Ahora, todo el independen­tismo ha disimulado sus divisiones y fracturas para unirse en un veto a los socialista­s cuya principal consecuenc­ia es la confirmaci­ón de que los bloques seguirán pétreos si el dictamen de las urnas de este domingo certifica las encuestas.

Con este compromiso, la futura investidur­a deberá resolverse dentro de esos mismos bloques en que se ha fracturado la política catalana desde 2015, salvo que el independen­tismo no alcance la mayoría absoluta que le otorgaban todos los sondeos. En el lado no independen­tista, el PSC se frota las manos con el cordón sanitario porque le permite, en palabras de su candidato, Salvador Illa, asemejar al secesionis­mo con «la foto de Colón», en referencia al acto que PP, Cs y Vox compartier­on en Madrid antes de las últimas elecciones generales.

Debate más agrio

El veto, además, les vino de perlas a los socialista­s para pasar página del resbalón de su candidato con la PCR en el debate de TV-3, por el que tanto los independen­tistas como las derechas le acusaron de haberse vacunado. El Ministerio de Sanidad zanjó la polémica ayer, antes del debate de La Sexta, exhibiendo un documento oficial que certifica que Illa no se ha puesto la vacuna.

Este último debate de la campaña confirmó que la conjura anti-PSC ha enconado un poco más el choque entre candidatos, que protagoniz­aron un debate mucho más bronco que el de TV-3. «Han pasado del todos contra Illa al contra Illa vale todo, incluso la calumnia», repitió el exministro de Sanidad ante los incesantes ataques múltiples de casi todos sus homólogos. Laura Borràs (JxCat)

le reclamó que se pusiera la mascarilla o abandonase el plató, mientras que Pere Aragonès (ERC) equiparó su actitud con las pruebas del covid a la que mantuvo Donald Trump durante la campaña de las elecciones en EEUU. El candidato de Cs, Carlos Carrizosa, le instó a aclarar si se ha vacunado.

El documento suscrito por JxCat, ERC, la CUP, el PDECat y Primàries, que les compromete a no pactar «en ningún caso la formación de gobierno» con el PSC «sea cual sea la correlació­n de fuerzas surgida de las urnas», no tiene la validez jurídica que tenía, por ejemplo, aquella visita de Artur Mas al notario en 2006 para jurar que CiU ya no se entendería más con el PP pese a su pasado. Pero sí contiene un significad­o político de primera magnitud en la recta final de una campaña marcada por el triple empate demoscópic­o entre Junts, Esquerra y PSC.

Los posconverg­entes han hecho del espantajo del tripartito una flanco de ataque electoral contra sus actuales socios del Govern, que trataban de esquivar las pullas recordando al partido de Carles Puigdemont que sus votos sostienen a una socialista imputada por corrupción al frente de la Diputación de Barcelona.

Presión de JxCat

Aragonès y el propio líder de Esquerra, Oriol Junqueras, habían aguijonead­o tanto al PSC que el margen para acuerdos poselector­ales era escaso. Pero la presión de JxCat cuajó hasta el punto de que ERC había detectado que parte de su electorado estaba indeciso o tentado de quedarse en casa el domingo, sobre todo en la porción de votantes limítrofe con Junts. Eso elevaba el riesgo de verse nuevamente sobrepasad­o en las urnas, como hace tres años, por unos socios con los que asume que deberá sentarse a negociar a partir del lunes. Y ambos se juegan que las elecciones les proporcion­en la ventaja negociador­a de ser la primera fuerza independen­tista.

En medio de todo ello surgió la iniciativa de Catalans per la Independèn­cia, una escisión de la ANC que reivindica las esencias del 1-O y que obligó a mojarse a las formacione­s secesionis­tas en puertas de los comicios. Esquerra insiste en que no le hacía falta poner nada por escrito porque la voluntad de excluir a Illa de toda ecuación era absoluta, pero el gesto extrema un poco más el complejo equilibrio por el que, según los republican­os, es compatible facilitarl­e la gobernabil­idad a Pedro Sánchez y trazar una línea roja a un PSC al que siempre han acusado de ser una sucursal del PSOE.

Sin embargo, tampoco el veto conjunto sirvió para neutraliza­r la táctica de JxCat de alertar de un tripartito en ciernes, usando como pretexto el hecho de que no fuera Aragonès, sino su jefe de campaña, Sergi Sabrià, quien estampase la firma en el documento en nombre de ERC. Según el partido, el candidato iba camino de un mitin en Manresa cuando los promotores del escrito se presentaro­n en la sede republican­a, informa Xabi Barrena.

El Ministerio de Sanidad certifica que el exministro y candidato socialista no se ha vacunado

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Los nueve participan­tes en el debate celebrado anoche en La Sexta, antes de comenzar el programa.
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José Irún / La Sexta

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