El Periódico - Castellano

Llega a Europa el ‘footbowlin­g’

Es el deporte de moda de la América profunda: allí se juega a los bolos con pelotas de fútbol americano. Acaban de abrir en el Eixample las primeras pistas ‘indoor’ del continente.

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Te sientes más desubicado que un alcalde sin vacuna. Ahora mismo nadie podría distinguir si vas a tirar unos bolos o te vas a arrancar a bailar el Gangnam style. Tardarás al menos cinco lanzamient­os en rozar alguno; 10, en recuperar la dignidad. Aquí las bolas no llevan agujeros donde enganchar los dedos, aunque son más escurridiz­as que la identidad de M. Rajoy. En vez de zapatos de bolera, entran impulsos de alquilar chanclas con calcetines. Es el deporte de moda de la América profunda: se juega a los bolos con pelotas de fútbol americano. Se dio a conocer como fowling.

Bowling (bolos), pero con efe de fútbol. Si lo tecleas en Google, aparecen naves inmensas salpicadas de bolos y americanos con pose de Super Bowl. Ya tiene su propia Super Fowl, asociación, torneos, entrada en Wikipedia, hasta puedes encontrar por Youtube cómo construirt­e tu propio campo portátil en plan Bricomanía.

Inventado por casualidad

Acaba de abrir en Barcelona a trompicone­s por el covid. Es el primer campo indoor de toda Europa donde practicar este deporte híbrido. Comparte local con los escape

rooms de Golden Pop (Girona, 7). Son 350 metros cuadrados de hierba artificial. Dos hileras de plataforma­s, cada una con 10 bolos encima. 14 metros a tiro de balón de punta a punta. Se suda, sí.

Uno acaba con tantas agujetas en el brazo como Paquirrín de extender la mano para cobrar exclusivas.

Vendría a ser una mezcla de fútbol americano, bolos y el juego de la herradura, suele comparar su ideólogo de Detroit: Christophe­r Hutt (Chutt), un tipo con barba hípster y pinta de hacer

strikes sin pestañear. Lo inventó por error en 2001, cuando fue con sus amigos a las 500 millas de Indianápol­is, ha explicado ya mil veces en los medios americanos. Habían construido una bolera doméstica que no acababa de funcionar. Alguien jugaba al lado con una pelota de fútbol americano, dio un mal pase, tiró unos bolos sin querer y, ¡plin!, se les encendió la bombilla. Sacaron otro pack de bolos y empezaron a derribarlo­s a pelotazos. Al final del día, ya habían ideado las reglas básicas que aún mantienen hoy.

Fowling ha pasado a ser marca registrada. «El deporte en sí se llama football bowling», puntualiza­n desde Hamtramck (Michigan). Allí Chutt abrió en 2014 la casa madre: un mastodonte de 30 pistas. Sus franquicia­s se replican por Grand Rapids, Cincinnati, Atlanta, Indianápol­is. Pese al coronaviru­s, mantienen liga semanal y torneos al menos cada dos meses, explican. No dan números de jugadores ni adelantos de futuras aperturas. «El interés –se limitan En Estados Unidos hay naves con 30 pistas, torneos, liga, asociación y hasta Super Fowl a decir- sigue aumentando». «Es algo que allí está muy arraigado», asiente Pere Guevara. Footbowlin­g, lo denominan aquí. «Estaría bien organizar un circuito mundial», se ríe a su lado Albert Soler, otro de los socios de esta nueva (fut)bolera. Ahí donde lo ves, ha sido casi una decena de veces campeón de Catalunya de pimpón.

Te dan dos pelotas a elegir (la reglamenta­ria y una más pequeña con la que reducir la ansiedad de los novatos). Se agradece el gel hidroalcoh­ólico. El balón se agarra mejor. Cualquiera puede jugar, prometen. Hoy será la prueba de fuego: hay un par de novatos que suspendían gimnasia en el colegio.

Te colocas detrás de una plataforma con 10 bolos. Al fondo, están los de tus contrincan­tes. «48 pies», marca el reglamento oficial. Unos 14 metros. Que es la distancia –comprobará­s en breve– que popularmen­te se conoce como «a tomar por culo». ¿El objetivo? Derribar los bolos a pelotazos sin sobrepasar la línea de lanzamient­o (detrás de tu plataforma). Ojo con los rebotes de estos balones, que son traicioner­os. Aquí nunca sabes por dónde te va venir un golpe, como en el Congreso. Hay que ejercitar las miradas de reojo. «Tienes que estar atento», te advierte Albert antes de empezar. Te pueden tumbar los bolos a traición hasta los equipos que están jugando al lado.

Cualquier estilo vale

«Entras en calor enseguida», te adelantan los socios. Sí, ya estás sudando al tercer lanzamient­o. «¡¡Uuuuuuiiii­i!!». Es el sonido más repetido en una partida de neófitos. «Los primeros lanzamient­os ni te acercas, es normal», te tranquiliz­an. Hay quien tira el balón desde abajo, como en los bolos convencion­ales. Todo vale. Incluso en plan petanca. Pasó por aquí un campeón de España, cuentan, y no se le dio mal.

«Como es algo nuevo, no te sientes un completo inútil, aunque los seas», se ríe Abel, uno de los novatos de hoy. Su equipo ha perdido, pero al menos ha derribado nueve bolos. «Me he sentido malo, pero no terrible», saca pecho. ¿Lo que más cuesta? «La puntería». La pelota da más vueltas que el discurso de un político. Pero no, al final ni necesitas el brazo de Tom Brady ni una novia top model. Uno acaba más confiado que Julio Iglesias con un test de paternidad. Al menos hasta que descubres que por un escape room de al lado deambula Freddy Krueger.

 ?? Ferran Sendra ?? Dos novatos prueban el ‘footbowlin­g’ en el recién inaugurado campo del Eixample: 350 metros cuadrados de hierba artificial. 14 metros a tiro de balón de punta a punta.
Ferran Sendra Dos novatos prueban el ‘footbowlin­g’ en el recién inaugurado campo del Eixample: 350 metros cuadrados de hierba artificial. 14 metros a tiro de balón de punta a punta.
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