Juicio a la adolescencia
Una joven menor de edad es acusada de matar a su mejor amiga después de pasar una noche de excesos. El director francés Stéphane Demoustier se basó en el mediático caso de Amanda Knox como punto de partida para emprender su segundo largometraje de ficción, La chica del brazalete, pero desterrando por completo el punto de vista sensacionalista para centrarse en el núcleo familiar y de qué manera afecta una tragedia de estas dimensiones a los progenitores.
Por eso, aunque todo gravite en torno a la joven inculpada, Lise Bataille (la extraordinaria debutante Melissa Guers), la película está contada desde la perspectiva de sus padres, Bruno (Roschdy Zem) y Céline (Chiara Mastroianni), que tendrán que enfrentarse durante el duro proceso penal no solo a la duda de si en realidad su hija es culpable o inocente, sino también a la revelación de que no conocen nada sobre ella.
La chica del brazalete utiliza el thriller judicial para hablar de la incomunicación entre padres e hijos y del abismo generacional que los separa. En ese sentido es un magnífico retrato de la adolescencia y de todo lo que la rodea como una auténtica incógnita tanto para los adultos que intentan analizarla como para el propio espectador. El director decide que nunca lleguemos a saber cómo es Lise. La vemos tras el cristal de la sala de juicios fría e inmutable y también en su vida cotidiana parapetada por capas y capas de introspección muy inquietantes.
Aunque el espectáculo más lamentable es sin duda asistir a la manera en la que los adultos continúan perpetuando los valores retrógrados utilizando la libertad sexual de la joven como arma para estigmatizarla y condenar moralmente. El director utiliza los recursos básicos del género para configurar una intriga repleta de ambigüedad y lo hace a través de un estilo tan minimalista como austero, tan hermético como al mismo tiempo magnético.