Estragos de una vida indigesta
La pica es un trastorno alimentario que incita a quienes lo padecen a comer cosas que no son alimentos, y Swallow lo usa como premisa para explorar la angustia de una ama de casa embarazada que empieza a ingerir canicas, pilas, tachuelas, destornilladores, candados y puñados de tierra. Y como resultado la película logra ser aterradora sin necesidad de recrearse en imágenes escabrosas, y dejando que sean los interrogantes que envuelven la dolencia lo que nos suma en la inquietud.
En parte, el desorden de Hunter (Haley Bennett) parece ser un castigo por el rol de mujer florero al que su vida aparentemente perfecta ha quedado reducida. Y similarmente la película adopta una estética impoluta para enfatizar la fealdad que acecha bajo la superficie del matrimonio y de los roles de género. Por momentos, el poder sugestivo de la narración corre el riesgo de verse ensombrecido por su valor como parábola sobre la lucha feminista contra el patriarcado; pero el peligro logra esquivarse tanto gracias a la habilidad del director, Carlo Mirabella-Davis, orquestando escenas impactantes como a la sutileza con la que Bennett ahonda en el subconsciente de su personaje y lo hace avanzar entre la pasividad y la desesperación hacia un clímax demoledor, en el que su manía digestiva revela sus motivos reales: una autodestructiva necesidad de penitencia, pero también un afán por recuperar el control corporal y existencial.