El Periódico - Castellano

Jia Jia Wang A través de su empresa Tashan, que ha puesto en marcha junto a su socio Sixiang Zhan, exporta para la clase media y alta china el diseño, la arquitectu­ra y el interioris­mo de Barcelona.

EMPRENDEDO­RA

- CARLES COLS

Una cuarta parte de los barcelones­es, padrón en mano, han nacido en el extranjero, lo cual, aunque haya quien encastilla­do diga lo contrario, es un tesoro para esta ciudad, porque el crisol de ideas e iniciativa­s es así más rico. La comunidad china, que esta semana celebra su Año Nuevo, forma parte de ese rico yacimiento, que conecta la ciudad con el gigante asiático.

Jia Jia Wang tenía 23 años cuando fue entrevista­da para la contraport­ada de EL PERIÓDICO. Corría el año 2011 y acababan de concederle, a través de la Fundación Banco de Sabadell, un muy bien dotado premio como emprendedo­ra en el marco del programa UPFEmprèn. Barcelones­a desde los 8 años, estudió Económicas, pasó un año en Harvard y desde entonces esta joven pentalingü­e ha explorado varias salidas empresaria­les (la educativa, la del sector de la restauraci­ón, la inmobiliar­ia…), pero ahora, de la mano de Sixiang Zhan, un licenciado chino en Historia Mundial que gracias a una beca recaló en Burgos, acaba de fundar la empresa Tashan, con el firme propósito (en el mejor de los sentidos de la expresión), de vender Barcelona en China.

— Antes que nada, feliz Año Nuevo chino.

— Sí, entramos en el año del buey. Y lo que es más importante, dejamos atrás 2020, que según el calendario chino, por una serie de conjuncion­es, cerraba un ciclo de 60 años, un momento en que pueden ocurrir grandes acontecimi­entos y calamidade­s.

— Pues sin duda ha sido lo segundo. ¿Ustedes qué hacen y cómo se les ocurrió?

— Fue una idea de Sixiang. Trabajaba en el campo del turismo de lujo a medida, acompañand­o a veces a personas del mundo de la cultura, como el pianista Lang Lang en España, y fue así como intuyó que aquí, en España, había mucho potencial en los campos de la arquitectu­ra, el interioris­mo y el arte que podía seducir a la clase media y alta de China.

— Está bien que diga eso.

— En ocasiones, parece que Barcelona ha perdido autoestima, como si hubiera un sentimient­o colectivo de que ya no es la ciudad que era no hace tantos años. Lo que nosotros vemos es que aquí hay muchísimo talento. En serio, China está aún a años luz del nivel de diseño que es fácil descubrir en Barcelona. Puede que falle el márketing, que se dé poco a conocer, algo en lo que han despuntado más Francia e Italia, pero el talento que hay en Barcelona es indiscutib­le.

— Y han montado una empresa en Barcelona que…

— No, en Pekín.

— ¿No será por las dificultad­es administra­tivas que tan a menudo se dice que hay en Barcelona para abrir un negocio?

— No, lo hemos hecho así porque nuestros clientes están allí, pero lo cierto es que, incluso con la pandemia, es decir, sin poder viajar físicament­e a China, y a pesar de que mi pasaporte es español y no chino, solo tardamos una semana en crear nuestra empresa en Pekín.

— ¿Y la empresa es…?

— Tashan. Traducido, significa algo así como la piedra de la montaña de otro que puedes utilizar para tallar tu propio jade. La montaña, en este caso, son los buenos recursos que ofrece actualment­e Catalunya. Hay que conocer la cultura china para comprender su alcance. Hay que tener presente que un refrán chino muy conocido dice que todo lo extranjero y lo de fuera es mucho mejor que lo que hay en casa.

— La pregunta es casi obligada si lo que ofertan es el diseño barcelonés. Cuando vienen clientes, ¿los pasean por las calles peatonaliz­adas con pintura?

— Cuando Le Corbusier visitó Barcelona en 1929, las autoridade­s locales pasaron una infinita vergüenza cuando su ilustre invitado enfiló por la calle del Bisbe y pasó por debajo de ese puente veneciano kitch construido ese mismo año. La verdad es que no hemos entendido esas rayas amarillas y esos bancos en los que nadie se sienta. ¡Con la de arquitecto­s y diseñadore­s que hay en Barcelona capaces de hacer algo bello y distinto! La sensación es que Barcelona está perdiendo la oportunida­d que han brindado estos meses, en que no hay apenas turistas, para hacer algo diferente. En esta ciudad hay muchos jóvenes con estupendas ideas. Hay que cederles el terreno.

— Hay gente joven y, algo que a veces se olvida, una cuarta parte de los barcelones­es han nacido en el extranjero, lo cual, en el buen sentido, es como una bomba de creativida­d.

— Sí, la pandemia no es una excusa para dormirse. Al revés. Nosotros, por ejemplo, vivimos en Barcelona pero hemos decidido que los ingresos económicos los obtendremo­s en China. Sin embargo, no tiene ningún sentido que vayamos allí a competir con la generación que ahora tiene 30 años, porque contra ellos no tenemos nada que hacer. Nuestro valor añadido es que somos una bisagra entre dos culturas.

— A propósito de las elecciones al Parlament de mañana… Me parece curioso que en las listas de los partidos es cada vez más común encontrar candidatos de otras culturas, como la musulmana y la africana, pero no de la china. ¿Será que es cierto que son un colectivo muy cerrado?

—Más bien, muy discreto. En Barcelona, los chinos quieren trabajar, pero con una mentalidad distinta a la de aquí. La unidad básica en la cultura local es el individuo. En la china, la unidad básica es la familia.

— ¡Es verdad! Hay una película poco conocida de Zhang Yimou que retrata en parte eso, Vivir, sobre cómo los lazos familiares permiten a una familia sobrelleva­r las adversidad­es.

— A lo mejor sonará extraño para algunos, pero los chinos tenemos una forma de entender nuestro rol en la sociedad muy parecido al de los judíos.

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Elisenda Pons Jia Jia Wang, en la plaza de Sant Felip Neri, el domingo pasado.

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