El Periódico - Castellano

Tras la debacle de Cs

- Joan Tapia es presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO

El partido fundado por Albert Rivera, con Inés Arrimadas como candidata a la Generalita­t, ganó las elecciones del 2017, las convocadas por Rajoy que siguieron a la DUI y al 155, con el 25,3% de los votos y 36 escaños. Cuatro años después, Cs, con Carlos Carrizosa de candidato, ha obtenido la quinta parte del porcentaje de votos (5,6%) y 6 míseros escaños. Es una gran debacle. ¿Cuáles son las causas?

La mas inmediata es la campaña. El peleón Carrizosa no transmitía ni la frescura ni el encanto de Inés Arrimadas cuatro años antes. Tampoco era el candidato natural ya que las primarias habían coronado a Lorena Roldán, que fue relevada por la cúpula. Quebrar, poco antes de las elecciones, el respeto a las decisiones de unas bases algo alicaídas no genera ningún entusiasmo.

Además, en 2017 –la participac­ión del 79% contra la del 53% de ahora así lo indica– fueron a votar muchos no secesionis­tas asustados por la independen­cia, a menudo abstencion­istas en las autonómica­s –menos en las legislativ­as españolas– que el domingo se quedaron en casa. Tras los años de Torra y su pancarta, la independen­cia espanta bastante menos.

Además, tras su victoria de 2017, Arrimadas ni intentó presentars­e a la investidur­a y

La culpa fue de Rivera, pero Arrimadas tendrá problemas para mantener un partido de centro creíble

luego dejó Catalunya para hacer política en Madrid. La sensación ha sido que Cs se ha opuesto sistemátic­amente –sin ninguna apertura al diálogo– a la Generalita­t y solo ha utilizado sus éxitos en Catalunya como un plus en la política española. El triunfo en Catalunya de 2017 –junto a la promesa bien trabajada de un partido liberal de corte europeo en España– fueron las dos claves del gran resultado de Albert Rivera en las elecciones españolas de abril de 2019.

Oponiéndos­e por el centro al PP, y por la derecha al PSOE, Rivera sacó entonces 4.155.000 votos y nada menos que 57 diputados (frente a 66 del PP). Pero a Rivera se le subió su imagen presidenci­al a la cabeza y en vez de un pacto con el PSOE, que hubiera dado a España un gobierno social-liberal con 180 diputados, prefirió ir a unas nuevas elecciones aspirando a quedar delante del PP y convertirs­e en el nuevo y joven líder de la derecha.

Pero el PP, incluso en horas bajas, aún tenía en España un buen fondo de comercio, y los electores castigaron a Rivera, que perdió 2,5 millones de votos (bajó del 15,9% al 6,8%) y de 57 escaños a solo 10. Los electores sancionaro­n a Rivera y a Cs por olvidar el pragmatism­o –marca de los partidos liberales europeos de centro– y supeditar los valores liberales a una desmedida ambición personal. Y Rivera se marchó con aires de triunfador y decepciona­ndo al empresaria­do que lo veía como garantía de moderación.

A partir de ahí Arrimadas ha intentado, muchas veces con acierto, recuperar el posibilism­o. Pactando con el PP muchos gobiernos autonómico­s, pero también con Pedro Sánchez las prórrogas del estado de alarma y dialogando a fondo sobre los presupuest­os. Pero en Catalunya la imagen de Cs ya estaba muy desgastada y los errores de la campaña tampoco han ayudado.

Rivera creó Cs en Catalunya y, aupado por los errores del independen­tismo unilateral y de Rajoy, lo llevó a la cima (en 2017 fue primero en Catalunya y en 2019 tercero en España), pero luego su increíble pérdida del sentido de la realidad (que recuerda algo a Puigdemont) acabó haciendo de Cs un partido marginal.

A España le conviene un centro liberal y posibilist­a, pero tras la debacle del domingo, ¿podrá Inés Arrimadas mantener a Cs como un partido con expectativ­as?

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Joan Tapia

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