El Periódico - Castellano

‘Literatura’ y otros cuentos felices

- JAVIER GARCÍA RODRÍGUEZ

Celia es maestra en un pueblo palentino. Por su experienci­a con los cuentos leídos en clase, sabe que la lectura compartida es el momento más profundo, duradero y gratifican­te de cuantos se viven en el aula. La atención, el recogimien­to, la proyección imaginativ­a, la vivencia psíquica y física son tales que «podría decirse que es una experienci­a total», me dice. Pienso en los cuentos y en su poder recién terminada la lectura de Literatura, la novela de Daniel Remón, que resulta ser una sutil, emocionant­e y efectiva amalgama de cuento tradiciona­l, ficción pura, autoficció­n, metaficció­n y el resto de variantes que han generado el yo, el ello, el superyó y el Pocoyo cuando se han dado de bruces con la realidad a través de múltiples técnicas y formas narrativas, mezcladas y agitadas como en una buena telenovela, como en la vida misma, que tanto molestan a los 007 de la corrección literaria con licencia para matar (aunque sea de mentira).

El niño Teo –los dos marca la escaleta de su cuento. Le entrega al narrador el real, el implícito, este, aquel y el otro los hilos con los que debe urdir la trama y sus niveles de lectura: la realidad y la fantasía, la aventura y el tesoro inverosími­l, lo cotidiano y lo exótico, los lugares conocidos (=la familia) y aquellos ignotos que aparecen en los mapas con la leyenda «Aquí hay dragones» (¿o caimanes?). De fondo, la insidiosa banda sonora del contagio, la enfermedad, la muerte; los compases del confinamie­nto y del temor; la partitura de lo incomprens­ible con restos de brownie casero. Las ventanas abiertas me permiten escuchar otras músicas con ficciones que hacen vivir y que se hacen realidad: cuéntame un cuento de Celtas Cortos, la primera mentira de Silvio Rodríguez. Remón se convierte en Sherezade: sabe que viviremos eternament­e en las historias, gracias a las historias, contra la historia (la individual, la de los padres muertos, la de la infancia perdida). Daniel Remón es plagiarist­a y pariente lejano del mítico portero del Real Madrid de mi infancia. Y pariente cercano de Propp (con sus funciones y sus esferas de personajes) y de Campbell (con su héroe de las mil caras). Leo Literatura y me acuerdo del poeta León Felipe, que sabía todos los cuentos, de Cifu y de un rey que metió a sus tres hijas en tres botijas, de Sherezade manteniend­o el hilo narrativo que nos une y nos libra del miedo, de Silvio, que quería una princesa convertida en un dragón. De Celia, la maestra, leyendo a sus alumnos. Una voz infantil, terminada la lectura, le dice muy bajito: «Otro cuento, profe, porfa».

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