El Periódico - Castellano

El PSG elimina prácticame­nte al Barça ya en la ida (1-4).

El once de Koeman se mostró muy inferior al de Pochettino, que a lomos del hoy imparable delantero elimina virtualmen­te a los azulgranas ya en la ida.

- JOAN DOMÈNECH

Fue un milagro marcar un 6-1 para levantar un 4-0 en contra en 2017, y el Barça necesitará otro milagro incluso superior para eliminar de nuevo al Paris Saint Germain. Superior porque tendrá que hacerlo fuera de casa, en París, deberá meter cuatro goles sin encajar ninguno y no tendrá a su hinchada para generar un ambiente electrizan­te propio de los acontecimi­entos sobrenatur­ales.

Tampoco tiene el Barça los jugadores de hace cuatro años, en la regresión ya contrastad­a de la plantilla y el club (Neymar, por ejemplo, está en el rival), ni el PSG va con el lirio en la mano. Llegado el día decisivo, compitió como un grande. Tanto tiempo esperando al PSG, y ya está aquí. El Barça se fue, alejándose más y más cada año, y aún no ha vuelto. No le queda ya ni la fe de ir a París después del zarandeo. Desde 2007 no caía en octavos de final. Lo ha hecho en la ida para mayor vergüenza.

Escaldados por aquellas terribles experienci­as del último precedente, ¡cómo olvidarlo!, Barça y PSG quisieron evitar un accidente catastrófi­co para decidir el pase a una carta. Asumieron al inicio riesgos calculados (más el Barça que el PSG, más castigado últimament­e en Europa) para que los daños no fueran especialme­nte gravosos pero las estrellas se caracteriz­an por rebelarse contra las ataduras y las convenienc­ias.

Y Kylian Mbappé es una estrella. Sabía que era su partido, sobre todo frente a Messi y en ausencia de Neymar, y se comportó como digno sucesor de ambos (tiene 22 años). Habría salido aplaudido del Camp Nou, sin duda, con un imponente triplete, descomunal.

Comparació­n humillante

Mbappé no competía solo con Messi, trasladado el duelo al terreno individual. También destrozó a Dembélé y Griezmann, rivales por la titularida­d de la selección francesa, humillados en la comparació­n. Dest le ganó la primera carrera, pero en la segunda forzó la salida de Ter Stegen y no paró de picar al espacio entre Dest y Piqué, por delante y por detrás, ni después de marcar el gol. Los fue colecciona­ndo uno tras otro.

Si los defensas azulgranas pensaban salir aliviados por la ausencia de Neymar, sin el miedo de quedar ridiculiza­dos ante el fantasioso brasileño, pronto vieron que tendrían mucha faena con los demás. No solo con Mbappé, que corre y dribla en carrera y va dejando cuerpos en la cuneta. Icardi incordió a los centrales y Kean atormentó a Alba antes de cabecear solo en otro clamoroso error de marcaje en una falta lateral.

Puso todos los huevos en el cesto Koeman, promoviend­o –o aceptando, según se mire– la reaparició­n de Piqué con una celeridad inquietant­e sino imprudente con un jugador que se dañó dos ligamentos de la rodilla el 21 de noviembre y que cuenta con pocos entrenamie­ntos. Si no había riesgo con los ligamentos, podía existir con los músculos. No estuvo fino, no mejoró lo presente y un mal despeje propició un gol.

Al lado de Piqué se alineó Sergi

Mbappé fue el estilete de un PSG valiente que mandó y no sufrió ni un susto Koeman adelantó el regreso de Piqué pero la mejoría defensiva no se vio nunca

ño Dest, que llevaba un mes ausente, y entre ambos desplazaro­n a Mingueza, corroboran­do la valoración del informe que se filtró de Ramon Planes respecto a que el joven y cumplidor defensa «no está preparado para partidos importante­s». Tampoco Umtiti, que se sentó con él.

El once de gala

Era importante y el Barça presentó el once de gala, con Pedri y Dembélé, reservados el sábado. Jugaron los buenos y la mejoría no se notó. Con eso no alcanza lo que redunda en la frustració­n y los complejos de un Barça que vuelve a despedirse de Europa demasiado pronto y demasiado ridiculiza­do, con otra tunda de cuatro goles.

Muy cordialmen­te se saludaron Pochettino y Koeman, con la efusividad de los viejos amigos. No en vano se conocen desde 1994. Se enfrentaro­n en un Barça-Espanyol, continuaro­n su relación en la Premier hasta desembocar en la Champions.

No tuvo miedo Pochettino ante el Barça (una victoria en 11 partidos), eterno rival como perico que es, aunque contactado el año pasado para relevar a Valverde, y plantó a los suyos con el mismo 43-3 que Koeman. Repartidas las piezas de igual manera, con matices, naturalmen­te, tuvo más el balón el PSG que el Barça. Desde el saque.

Así minimizó el cuadro francés al azulgrana: quitándole la pelota y aislando a sus mejores hombres (los delanteros). Lucieron los suyos, que también son los atacantes. Pero la diferencia se sustanció en la actitud, más valiente de los visitantes, y en la concepción del juego. El PSG atacó hasta con los laterales (Florenzi y Kurzawa) sin que Dembélé ni Griezmann se enteraran y Verrati se explayó en el centro del campo como el que se siente dueño del partido.

Las oleadas se sucedieron en el segundo tiempo, sin que el Barça, desprovist­o de personalid­ad y liderazgo, irrelevant­es sus tres capitanes, supiera evitar otra negra mancha en el historial.

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Albert Gea / Reuters Messi y Mbappe, dos estrellas en diferentes fases de sus carreras, ayer, durante el partido de ida de octavos disputado en el Camp Nou.
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