Fallece Rush Limbaugh, voz y motor de la radicalización en EEUU
En la estela de otros predicadores de odio, azuzó el racismo, la misoginia y la homofobia
El movimiento ultraconservador en Estados Unidos ha perdido a Rush Limbaugh, una de sus voces definitivas, motor y altavoz de su radicalización y, por su influencia y provocación, más que una figura radiofónica. La causa de la muerte fueron complicaciones del cáncer de pulmón que Limbaugh, fumador y defensor del tabaco, anunció que sufría hace un año. Tenía 70 años.
No se puede exagerar el papel de Limbaugh ni lo titánico de su figura y de su poder político. Antes de las redes sociales, y antes del presidente Donald Trump, Limbaugh usó las ondas, que dominó desde finales de los 80, con el poder de una audiencia inigualada para desatar la onda expansiva del terremoto del populismo y la radicalización conservadora que hoy siguen sacudiendo EEUU. Aunque luego sus herederos e imitadores le comieron terreno, y bajó de los 20 millones de oyentes a los 13, mantuvo su aura de «hombre más peligroso de América», como le gustaba definirse. Tras anunciar su cáncer Trump le entregó por sorpresa en el discurso sobre el estado de la Unión la medalla de la libertad, máximo honor civil en EEUU.
Seguía la senda de predicadores del odio que le precedieron en hacer del «racismo una forma de entretenimiento demagógico». Ofensivo y cruel según sus críticos, divertido e irónico según sus defensores, y con una audiencia que según estudios tenía más educación universitaria que la de la radio pública, Limbaugh sumó la misoginia, la cruzada contra el aborto y el feminismo (popularizó el término «feminazi»), la homofobia, el negacionismo medioambiental, causas a las que en los últimos meses sumó cuestionar la gravedad de la pandemia o agitar como Trump las sombras inventadas de fraude electoral.