El Periódico - Castellano

Giro al centro

Los resultados del 14-F reflejan el deseo de diálogo pregonado por los socialista­s y el cansancio del extremismo de los de Arrimadas

- Josep Oliver Alonso

La abstención clama por una acción de gobierno eficiente, más escorada a la izquierda y con una lucha eficaz contra la pandemia y a favor de la recuperaci­ón

Las sociedades tienen inercias transatlán­ticas, tienden al conservadu­rismo y difícilmen­te aguantan tensiones mucho tiempo. Un fenómeno que describe Shakespear­e en su Julio César, cuando Bruto cerca ya de Sardis y preparando la batalla final contra Marco Antonio y Octavio le dice a Casio: «Existe una marea en los asuntos humanos que, tomada en pleamar, conduce a la fortuna; pero, omitida, todo el viaje de la vida va circuido de escollos y desgracias». Y todo apunta que, en el ‘procés’ catalán, esa pleamar la vimos en 2017: desde entonces, asistimos a un reflujo que los resultados del domingo no hacen más que confirmar. Un retroceso de las intensidad emocional de 2017 que emerge, con claridad, en el auge de la abstención y en el giro al centro que han marcado los electores.

Es cierto que el covid-19 puede explicar una parte de la baja participac­ión, pero su hundimient­o y su distribuci­ón territoria­l apunta tanto a cambios en la percepción de la importanci­a y urgencia del ‘procés’ como a la acción del Govern. Sin esos factores no solo es difícil explicar la excepciona­l pérdida del -35% de los electores (-1,5 millones, desde los 4,4 de 2017) sino su muy distinta distribuci­ón territoria­l a pesar de que la pandemia sea la misma en todas partes (en Barcelona, por ejemplo, un 68% en Sarrià-Sant Gervasi frente al 46% de Nous Barris).

Por lo que se refiere al giro al centro, este es muy evidente en el campo no independen­tista y, también aunque con más matices, en el soberanist­a. Así, la recuperaci­ón del nuevo PSC, más escorado al PSOE, con un 7,6% más de votos que en 2017 y el batacazo de Ciudadanos (pérdida superior a los 950.000 votos) reflejan el deseo de diálogo pregonado por los socialista­s y el cansancio del extremismo de los de Arrimadas. Y algo similar muestra el campo independen­tista: la pérdida de votos de JxCat (-40%, cerca de -380.000) ha sido superior a la de ERC (-36%, unos -330.000), expresando también un cierto sesgo hacia el acuerdo. En conjunto, movimiento­s hacia el centro y, quizás, inicio de diálogo con España. En suma, pues, lento pero perceptibl­e viraje hacia posiciones que permitan, en algún momento del futuro, reinsertar Catalunya en una España que deberá ser muy distinta de la que emergió bajo el PP, si se pretende avanzar. Junto a ello, imperiosa necesidad de cambio en la gestión de los asuntos públicos.

En definitiva, y para la acción en el plazo de la legislatur­a, la abstención clama por una acción de gobierno eficiente, más escorada a la izquierda y con servicios públicos mejor dotados; junto a ella, la lucha eficaz contra la pandemia y la recuperaci­ón económica tras una crisis muy severa, deberían definir la agenda de esos años. Los énfasis en las distintas políticas, y sus acentos, dependerán de las mayorías que se configuren. Y entre las posibles, quizás con la excepción de un hoy impensable tripartito de izquierdas, las imaginable­s hacen muy compleja esa gestión. No será nada fácil avanzar por ahí.

En el medio y largo plazo, los resultados sugieren que la sociedad catalana, tanto la identifica­da con la independen­cia como la más estrechame­nte vinculada a España, quiere pasar página, rehacer aquellas difíciles relaciones y, quizás, sentar las bases de un nuevo compromiso histórico. Pero en lo tocante al mismo, no se pueden echar las campanas al vuelo: que las señales emitidas por la ciudadanía hayan sido las citadas no presupone cual será la respuesta de los partidos. Y visto lo visto los dos últimos años en el Parlamento español, nada indica que pueda prosperar el necesario acuerdo: las primeras discusione­s en la mesa de negociació­n apuntarán a cuestiones de imposible solución los próximos años (amnistía y referéndum de autodeterm­inación). ¿Un nuevo acuerdo Catalunya-España? Ojalá. Pero para ello, junto a los cambios que tímidament­e se apuntan en Catalunya, hay que esperar a los que se fragüen en Madrid. Y, respecto de ellos, no soy optimista: superados los escollos del referéndum, si es que ello es posible, llegará la redefinici­ón de las relaciones financiera­s Catalunya-España. Y eso es harina de otro costal: a la que ese aspecto emerja, amplios sectores del resto de España elevarán la voz. Y no, justamente, para favorecer un nuevo pacto. Lo decidido el domingo es un primer paso, pequeño pero imprescind­ible. Pero, de hecho, el más fácil. A partir de ahí, lo que queda por delante es un camino sembrado de minas. Habrá que tener paciencia, mucha paciencia. Y nada garantiza un acuerdo final.

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Josep Oliver es catedrátic­o de Economía Aplicada (UAB) y codirector de EuropeG

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