El Periódico - Castellano

El escándalo de Vox

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¡Qué escándalo! ¡Cómo ha podido convertirs­e Vox en la cuarta fuerza del Parlament! Incredulid­ad, estupor, consternac­ión. Muecas de esto y lo otro. Tanto llanto y crujir de dientes solo pueden ser fruto de la creencia, tan falsa como indicadora de un inquietant­e sentimient­o de superiorid­ad, de que Catalunya era un ente impermeabl­e al populismo y la ultraderec­ha.

Es lógico preocupars­e por el avance ultra en las institucio­nes democrátic­as. No lo son las muecas de perplejida­d, como si nada de todo esto estuviese anunciado. La extrema derecha asciende desde hace años en Occidente. Gobierna en Polonia y Hungría, y hasta hace dos días lo hacía en EEUU e Italia. Tiene fuerte presencia en los parlamento­s europeos, por supuesto también en el español. Puigdemont, protegido del partido ultra belga Vlaams Belang, puede dar fe de ello.

¿En qué se fundamenta­ba esa vaporosa idea de la impermeabi­lidad catalana? ¿Tan extraño es que en 2021, en una Catalunya fracturada por el ‘procés’ y fatigada y cabreada por la pandemia y la mastodónti­ca crisis económica, los ultras logren juntar el 7,69% de los votos? ¿Acaso los catalanes descendemo­s de un tipo distinto de monos, que diría el añorado Perich?

La xenófoba y autóctona Plataforma per Catalunya se quedó en 2010 a solo seis décimas de entrar en el Parlament. Reunió 75.000 votos, más de una tercera parte de los casi 218.000 que Vox ha obtenido ahora.

El propio ‘procés’ no es ajeno por completo al Brexit y otros fenómenos populistas contemporá­neos. Sus filas están atravesada­s por manifestac­iones xenófobas. No son solo personajes periférico­s, como Josep Sort, presidente del independen­tista Reagrupame­nt, que fue apeado de la lista electoral de Junts por sus insultante­s vomiteras en las redes. Es también un presidente de la Generalita­t, Torra, quien hubo de borrar a toda prisa el rastro tuitero de su yo supremacis­ta cuando Puigdemont lo nombró su sucesor.

Por lo tanto, hay motivos para la alarma, pero no para la sorpresa. El populismo ultra se alimenta en toda Europa de fenómenos similares: el empobrecim­iento de las clases populares, la indefensió­n ante la voracidad del capitalism­o desregulad­o, la apoteosis de la desigualda­d social, la estigmatiz­ación de la inmigració­n…

Desamparo, miedo, odio. En esta mixtura crece el populismo. En España, por supuesto en Catalunya, el desafío independen­tista puede haber acelerado el proceso, pero sin él se habría producido también. No hay razón para que España quedara al margen de un fenómeno que empapa a todo Occidente.

Tan miope es sorprender­se por el auge de Vox como pensar que todos sus votantes son fascistas. Como en Europa, la mayor parte de la bolsa electoral de Vox está integrada por desposeído­s, gente perdida en la desesperan­za, la indefensió­n, el temor, la rabia.

Si hay modo de frenar la deriva populista de la sociedad, es tomando conciencia de sus causas, y poniéndole­s remedio, claro, no entregándo­se a un festival de aspaviento­s farisaicos.

¿En qué se basaba esa idea tan falsa como inquietant­e de que Catalunya era impermeabl­e al populismo? El propio ‘procés’ no es ajeno a él

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Luis Mauri

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