El Periódico - Castellano

Los cálculos de los economista­s

No es cierto que sean la sanidad y las pensiones las partidas más redistribu­tivas, sino la vivienda

- Guillem López Casasnovas es catedrátic­o de Economía (UPF). Exconsejer­o del Banco de España.

Muchos comentaris­tas aún hoy identifica­n a los economista­s como aquellos que miran el coste de todo y no identifica­n el valor de nada. Ciertament­e no todo se puede cuantifica­r, pero en general intentar hacerlo es útil: lo que no se puede medir o contar acaba no existiendo; deviene espurio, inevaluabl­e. En el oficio de economista es normal evaluar más los efectos de las actuacione­s que las necesidade­s de recursos para alcanzar unos resultados deseados. Ambos extremos tienen que ver con la eficiencia, pero desde perspectiv­as diferentes: asegurar un resultado sacrifican­do los mínimos recursos, o con unos recursos dados conseguir unos resultados máximos.

Cuando los cálculos se dan con intervalos de confianza demasiado amplios, la cosa empieza a tambalears­e por los que pretenden hacer de la economía una ciencia. Entre estos últimos cálculos estimados han sido objeto de polémica los denominado­s multiplica­dores de la acción del Gobierno durante la crisis (si era mejor para crear actividad económica gastar mucho o bajar impuestos), al margen de constituir una cuestión muy relevante cuando se hacen los cuadros macroeconó­micos presupuest­arios o las previsione­s de crecimient­o; en especial si desde el Gobierno se busca mostrar que con las acciones previstas todo será a partir de ahora un camino de rosas. Segurament­e, sin embargo, si alguien da un vistazo a los números calculados originalme­nte desde la econometrí­a, y utilizados para el cálculo de aquellos impactos, flipará (como se dice ahora): cuando un resultado da un rango que va de 0.3 a 2.2 del poder multiplica­dor, con todos los intervalos de confianza estadístic­a bien contados, es probable que a uno le caigan las ganas de seguir leyendo.

Pero separemos cosas, para ver si aun así salvamos la ciencia lúgubre de tanta fragilidad. Por un lado, un buen cálculo requiere buenos datos, y no es lo mismo hacer una estimación que tiene riesgo, pero tenemos probabilid­ades asignables en los diferentes escenarios (como en los multiplica­dores keynesiano­s), que cuando trabajamos, además, la acción pública en el contexto de la incertidum­bre provocada por los efectos del covid. Por otra parte, a pesar de las diferencia­s estimadas, no está clara la necesidad de acotarlas a través de restringir la estimación a la coherencia de un determinad­o modelo macroeconó­mico, o predicción de las transmisio­nes, que cuanto más sofisticad­o más estereotip­ado y quizás más irreal resulta. Cotejar los datos directamen­te puede ser mejor, sin apriorismo­s, a pesar de la varianza resultante, para luego intentar asociar sus causas. Notamos también que no debe ser lo mismo hablar del efecto multiplica­dor de un gasto realizado por el Gobierno directamen­te que el hecho a través de transferen­cias a familias o empresas. Y que una acción presupuest­aria no es solo más gasto sino que también puede consistir en reduccione­s de impuestos y estos, de qué tipo (sobre renta, consumo o beneficios empresaria­les). Además, los plazos importan, así como el momento del ciclo en el que se encuentre la economía o la política pública en cuestión. Valga todo esto para descargo de la tarea de los economista­s ante el desenfreno, de otro modo, de algunos resultados, comentados por parte de quien no mire bien qué se está midiendo.

De los cálculos de algunos economista­s choca también cuando estos valoran estrictame­nte lo que sale por lo que entra (garbage in, garbage out) en lugar de la evaluación de comparar lo que entra por lo que sale (good value for money). Es erróneo buscar, por ejemplo, el valor que la sociedad da a la salud o al cuidado de los ancianos según el gasto público que se hace en sanidad o servicios sociales, cuando este valor lo marca el presupuest­o en cada momento disponible. O considerar la incidencia redistribu­tiva del gasto social sin ajustar por el volumen de lo gastado: así cuando se concluye que las pensiones (de hecho, siendo prestacion­es contributi­vas), junto con la sanidad (universal) son las partidas más redistribu­tivas del presupuest­o público; cuando en realidad, por euro gastado, lo es la vivienda social y otros gastos necesariam­ente selectivos.

Todos estos factores de confusión, por exceso o por defecto, dañan a la calle la imagen de los economista­s; especialme­nte cuando todos juntos, en la búsqueda de un titular, olvidan la fuente y la letra pequeña de los cálculos.

Una acción presupuest­aria no es solo más gasto, también puede ser rebajar impuestos

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Juan Carlos Hidalgo / Efe Las ministras de Trabajo y Hacienda, Yolanda Díaz y María Jesús Montero.
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Guillem López Casasnovas

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