El Periódico - Castellano

Hasél, rebelde sin causa

- Joaquim Coll

Mal vamos si convertimo­s al rapero Pablo Hasél en un icono de la libertad de expresión. No es ningún héroe, sino alguien que desprecia profundame­nte la convivenci­a e incita al odio («¡merece que explote el coche de Patxi López!», «¡no me da pena tu tiro en la nuca, pepero!» o «¡que alguien clave un piolet en la cabeza de José Bono!»). Su historial atestigua que no es tampoco ningún ángel: acumula hasta cinco causas penales, una todavía abierta y cuatro condenas, dos por agresiones físicas, una a un periodista en una rueda de prensa y otra a un testigo de un juicio contra un amigo. Y pese a ello no debería estar en la cárcel o, por lo menos, no por el impago de multas por injurias contra la Corona o contra las institucio­nes del Estado. Urge una reforma que despenalic­e ese tipo de delitos que hoy son anacrónico­s.

Ahora bien, la libertad de expresión no es un derecho absoluto y debe haber límites a la apología del antisemiti­smo, de la ideología nazifascis­ta, al aplauso de la violencia, a la justificac­ión del terrorismo o al desprecio hacia sus víctimas. España debe sintonizar mejor su Código Penal con la jurisprude­ncia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos para que las restriccio­nes a la libertad de expresión sean muy claras y excepciona­les.

Con Hasél se mezclan muchas cosas que conviene separar porque es falso que vaya a la cárcel por rapear o tuitear contra la Monarquía como se pretende hacer crear por parte de los que siempre ponen al «régimen del 78» en la diana de sus críticas. Está en la cárcel porque tiene antecedent­es penales y es reincident­e. En 2015 fue condenado a dos años por enaltecimi­ento y justificac­ión del terrorismo, pero se le suspendió la pena si no reincidía. En 2018 le cayó otra condena por lo mismo, con el añadido de unas multas por injurias contra la Corona y las institucio­nes del Estado. Digámoslo claro. Hasél quería ir al talego para llamar la atención, porque como rapero su calidad artística no pasa de malote dando lecciones. Pero la prisión es una forma equivocada de tratar a personajes así. Es un rebelde sin causa convertido ahora en mártir de la libertad de expresión. Mal vamos.

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