Maestro y padre de la salsa
Al frente del sello discográfico Fania Records, el flautista, percusionista, director y productor nacido en la República Dominicana impulsó y globalizó la música del ‘barrio’ sintetizada en los años 60 por la inmigración latina de Nueva York. El Caribe y
cumplimiento de las inversiones pactadas; etcétera.
La mayoría del pueblo catalán ha expresado, como siempre de forma pacífica, su malestar por el desprecio recibido y por el no reconocimiento de la identidad catalana y de su derecho a ser y decidir. ¿Entenderá ahora el Estado a una solución dialogada? ¿O seguirá negando el problema?
nUn mismo estremecimiento se ha sentido en las últimas horas en República Dominicana y Puerto Rico, en Caracas y Barranquilla, en Panamá y en La Habana, a lo largo y ancho del Caribe y por supuesto en Nueva York, o en todo caso en esa parte de la ciudad que entonces, en los años 60, el mundo de la salsa conocía simplemente como el barrio; concepto que remitía, más que a una geografía, a un estado mental. Porque ha muerto un grande, Johnny Pacheco, uno de esos nombres que el mundo de la salsa escribe con mayúsculas, un apellido que el panteón salsero celebrará con veneración. Jhonny Pacheco, nacido en la dominicana Santiago de los Caballeros como Juan Azarías Pacheco Kinipping, flautista, percusionista, arreglista, director y productor musical: el hombre que dio el definitivo impulso a un género naciente con la creación del Blue Note, el Motown, el Deutsche Grammophon de la salsa: Fania Records.
Era 1964 y el joven músico se manejaba con soltura en la escena latina de Nueva York. Su familia había emigrado a mediados de los 40 y Pacheco había desarrollado toda su carrera en el fecundo ambiente de la inmigración latina (el barrio), allí donde la salsa germinaría y adquiriría carta de identidad. Fue lo segundo lo que corrió por cuenta de Pacheco. Para esa época se había hecho un nombre gracias a su sociedad con el pianista Charlie Palmieri y a su conjunta popularización del ritmo latino que entonces dominaba en la ciudad: la charanga. Con Johnny Pachecho y su charanga Vol. 1 había vendido más de 100.000 ejemplares, de modo que ya había tocado fama y dinero. Si en ese momento tuvo la idea de crear un sello no fue obedeciendo a una preclara intuición de porvenir, sino simplemente «para así él mismo producir y comercializar sus discos», según cuenta César Miguel Rondón en el riguroso El libro de la salsa. Para la empresa se asoció con el abogado judío Jerry Masucci, un estadounidense apasionado por la música del Caribe.
«En el comienzo la situación fue dura, las casas Tico y Alegre estaban sólidamente establecidas en el ambiente y frente a ellas surgía la competencia, tanto o más poderosa, de la United Artist en su categoría latina», cuenta Rondón. Durante dos años, Pacheco visitó personalmente las tiendas de música para ofrecer los discos de Fania, que eran sobre todo discos suyos (es decir, de su música), hasta que las ventas le permitieron alzar la cabeza y mirar más allá. Fue entonces cuando empezó a reclutar a los jóvenes salseros que empezaban a abrirse paso en la escena neoyorquina, gente como Willie Colón, como Ray Barretto, Larry Harlow y Bobby Valentín, a la vez que grababa a viejos cantantes cubanos
como Monguito y Justo Betancourt. Fania se convirtió en el único sello con un catálogo eminentemente salsero, y en los años 70 sería la compañía de música especializada en salsa por excelencia, el referente de un género y de sus mejores representantes.
Una velada mítica
Entonces ocurrió: el 26 de agosto de 1971 se congregaron en la sala Cheetah las Estrellas de Fania. Nada volvería a ser igual. Pacheco y Masucci reunieron a los mejores músicos de su catálogo, encabezados por el propio dominicano, con nombres que más tarde serían más o menos legendarios en el ambiente salsero como los de Ricardo Ray, Bobby Cruz, Roberto Roena, además de los ya mencionados Colón, Harlow, Valentín y Barretto, entre otros. Siete orquestas en total. De aquella velada salieron cuatro discos y un documental, Nuestra cosa latina, de León Gast, y todo sumaría para que la salsa se insuflara del vigor que le permitiría extenderse por el Caribe y Latinoamérica, causando deliciosos estragos en las salas de baile. Nadie hizo tanto por la popularización del género, con permiso de Celia Cruz, como Johnny Pacheco.
Como compositor escribió más de 150 canciones, entre ellas algunas tan conocidas como Quítate tú pa’ ponerme yo, El faisán y El rey de la puntualidad, que haría famosa Héctor Lavoe, otro artista de la casa; otro que se haría mito de la mano de Fania. «Descanse en paz mi querido amigo y maestro», escribió Willie Colón tras enterarse de su muerte. Ninguno de los numerosos reconocimientos que Pacheco recibió (los musicales, por descontado, y otros como la Medalla de Honor Presidencial de su país) le queda grande. Era una leyenda en vida.
El concierto de las Estrellas de Fania en la sala Cheetah el 26 de agosto de 1971 proyectó la salsa por todo el Caribe y Latinoamérica
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