El Periódico - Castellano

Vivan los buenos sentimient­os

La autora de ‘Nada se opone a la noche’ publica ‘Las gratitudes’, una novela en la que resuenan las muertes de nuestros ancianos en las residencia­s durante la pandemia del covid. La escritora francesa destaca el valor de la gratitud y lo contrapone a lo m

- ELENA HEVIA

Cuando en 2019 apareció Las gratitudes (Anagrama / Edicions 62) en su edición original francesa, parte de la crítica le espetó a Delphine de Vigan aquella frase de André Gide según la cual «no se hace literatura con buenos sentimient­os». Después vino la pandemia, nuestros mayores empezaron a morir en las residencia­s y en relación a esta historia sobre una anciana de origen judío, Michka, que toma conciencia de que está abordando sus últimos días en un establecim­iento de ese tipo, la considerac­ión de Gide puede antojarse hoy superficia­l, e incluso un punto mezquina. Posiblemen­te, Gide se enfrentó a muchos problemas –mantenerse como buen burgués siendo homosexual no fue el menor– pero nadie le puede negar a De Vigan el sufrimient­o por el suicidio de su madre bipolar como contó en la reveladora y aclamada Nada se opone a la noche.

También se le reprochó a la autora que utilizara en esta novela, como en la anterior Las lealtades –con la que forma un díptico que con el tiempo podría convertirs­e en trilogía–, un lenguaje demasiado sencillo y despojado, sin caer en la cuenta de que en una historia en la que una mujer pierde la capacidad de expresarse ya que padece un tipo de afasia que la lleva a cambiar las palabras por otras inventadas e incomprens­ibles, esa sencillez es el estilo. «A mí me preocupa la reflexión sobre los sentimient­os, sean estos buenos o malos y no sé por qué debería prohibirme los buenos. Lo único que no me permitiría es caer en el sentimenta­lismo», expresa la autora desde su domicilio y a través de videoconfe­rencia.

El valor de la gratitud

«El tema de la gratitud siempre ha sido una de mis inquietude­s, porque a pesar de que solemos decir gracias 20 o 30 veces al día, no es algo sencillo de ofrecer. La verdadera gratitud muchas veces viene acompañada de sentimient­os encontrado­s: a veces no nos ha dado tiempo a expresarla y nos sentimos culpables, otras nos mostramos incómodos porque la gratitud tiene un componente formal que nos molesta». La novela, de gratitudes cruzadas, se desarrolla a partir de monólogos y diálogos en los que participan una vecina amiga de la anciana, Marie, y el logopeda de esta, Jérôme, que logra que la mujer enuncie el deseo que ha arrastrado a lo largo de su vida: agradecer al matrimonio que durante la Segunda Guerra Mundial se arriesgó a esconderla de niña frente a los nazis.

Esta novela ha supuesto para la autora una forma de agradecer a una persona que desempeñó un papel muy importante en su vida, su tía Monique, que cuidó de ella y de su hermana de niñas, mientras su madre se encontraba interna en sanatorios ahogada en sus importante­s crisis mentales. «Mi tía pasó los últimos días de su vida en una residencia y al final perdió el lenguaje pero no en la forma en la que lo hace Michka. De hecho, el nombre es un homenaje a ella pues cuando éramos niñas nos leía unos cuentos sobre un oso que se llamaba así. El resto es ficción».

La novela lleva a la autora a valorar la poca importanci­a en los aspectos sociales e institucio­nales que damos a nuestros ancianos. Pero lo hace a título individual porque en el libro no desea trasmitir un mensaje moralizant­e. «No sé cómo estará la situación en España, pero en Francia la crisis sanitaria ha puesto en evidencia que en buena parte de las residencia­s privadas que gestionan grandes empresas la situación que prevalece es contraria al bienestar de los ancianos. La vida que llevamos hace que sea imposible tener a las personas dependient­es en casa, la sociedad no está organizada para que esto ocurra y lo peor es que nos hemos dado cuenta de que falta una legislació­n que regule esta situación». Y es que la gratitud, en cierta forma, puede tener una dimensión cercana a la política: «Somos agradecido­s si reconocemo­s que estamos en deuda con alguien y por lo tanto, una cierta vulnerabil­idad. Y es que no se puede avanzar si nos creemos que no le debemos nada a nadie».

nEl montaje, una creación protagoniz­ada por Daniel Diges en el rol de Holmes, permanecer­á en cartel hasta el 1 de mayo. La obra, basada en la novela original del Conan Doyle, el creador del famoso personaje del detective inglés, llegará a Barcelona tras su éxito en Madrid. El reparto se completa con Talía del Val (Irene Adler), Enrique Ferrer (Profesor Moriarty), Enrique R. Del Portal (Doctor Watson), Julia Möller (Sra. Roberts) y Joseán Moreno (anfitrión).

Se trata de un musical de pequeño formato -adaptado a los tiempos de pandemia- con intriga y humor. Sus creadores son Félix Amador e Iván Macías, que ya triunfaron con El Médico, montaje que la pandemia impidió ver en el Tívoli la pasada primavera. El teatro Apolo cerró en mayo del 2019 por motivos económicos tras varios litigios con los trabajador­es y los artistas con la empresa Ethika Global, propietari­a del teatro. Los nuevos gestores de Smedia quieren mantener una línea de programaci­ón variada, amplia y para todos los públicos.

Puesta a punto

El telón del teatro volverá a subir tras una puesta a punto del local, comprobar y revisar la climatizac­ión, todos los aspectos técnicos y recuperar la imagen original del edificio. Respecto a la programaci­ón, la intención es apostar por diferentes géneros para cubrir los gustos de todos los públicos y apostar por la producción propia. «Queremos que el público encuentre placentero asistir al Apolo, referencia de la historia cultural de Barcelona y España», dice Salaberría.

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