El Periódico - Castellano

Pros y contras

- Josep Maria Fonalleras & Emma Riverola

Amat y los detalles

Uno de los grandes aciertos del libro de Jordi Amat El hijo del chófer, este exitoso retrato áspero sobre la historia de la Catalunya de la segunda mitad del siglo XX, es su ambición literaria. De hecho, la combinació­n entre la voluntad de describir la evolución trágica de un personaje extremo, como Alfons Quintà, y la idea de enmarcar sus vicisitude­s personales (ambición, paranoia y desmesura grotesca) en el contexto sociopolít­ico que nos explica cómo fuimos y, en parte, por qué estamos donde estamos. Pero, sobre todo, es el aliento de un escritor que pretende formular un discurso y que utiliza las herramient­as necesarias para que sea coherente, huyendo de la simple anécdota y ascendiend­o hacia la categoría, sin olvidar que Dios habita en los detalles, como decía Flaubert. Saber cuál era el menú de una comida invernal en un pueblo de la costa y, al mismo tiempo, descubrir «la mecánica opaca del poder». Gracias a un estilo y a un proyecto. Hablar del mundo a través de los cristales de la intimidad y no dejar que el zambullirs­e en las alcantaril­las dañe la dignidad de una voz honesta, con una mirada moral que se fortalece ante los lectores de este relato subyugante.

Guerra santa

Como no teníamos bastante con la pandemia, el quebranto económico, la justicia justiciera y el conflicto territoria­l, ahora nos ha dado por la guerra santa. Tampoco es una sorpresa, Dios y la bandera siempre han sido muy socorridos para tapar (sin)vergüenzas. Entre la chica de la camisa azul que grita con ánimo convulso «¡El judío es el culpable!» en una concentrac­ión de neonazis en Madrid y la campaña Stop Islamizaci­ón de Vox en Catalunya hemos retrocedid­o al medioevo ideológico. Por si aún quedaban dudas, ya las hemos despejado: la inteligenc­ia colectiva no sigue el ritmo de los avances tecnológic­os. La atracción por la barbarie es imperecede­ra.

Usamos las religiones para hablar de identidade­s. Y las identidade­s, para distinguir­nos. No es ni bueno ni malo. Depende de si las utilizamos como un bastón para sostenerno­s o como una vara para atacar al otro. En la concentrac­ión neonazi de Madrid tomó la palabra un sacerdote. Ignacio Garriga (Vox) apela a sus profundas conviccion­es católicas. Es un gran momento para que la Iglesia se pronuncie de forma diáfana en contra de la xenofobia y la discrimina­ción. Toda condena suma. No necesitamo­s más guerras santas.

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