«Lloré al ver el delta del Ebro»
Ahora que se cumple un año de la devastadora visita del temporal Gloria y que parecemos haber sido escogidos como destino turístico favorito para los temporales, tal vez es momento de hacer una evaluación sobre el estado del delta del Ebro. Confieso que jamás había llorado al mirar la fotografía de un paisaje hasta que vi una de las panorámicas que circulaban por la red mostrando el estado agónico del Trabucador, o las que mi propia madre me envió del Arenal, la playa en la que me crie y en la que he pasado la mayor parte de mis veranos, y que ya no existe.
Lo peor de todo es que pasados 365 días desde ese fin del mundo en miniatura, el característico perfil del tramo final del Ebro, en plano cenital y a vista de satélite, constata la magnitud real de la tragedia. Más que una porción de tierra, nuestro Delta parece su fantasma. Las promesas políticas no se han materializado sobre la estampa de una geografía menguante. «Si quieres algo bien heasocian cho, hazlo tú mismo» es una de esas frases que alguna vez, frente al inmovilismo gubernamental, han hecho reaccionar a la población de nuestras demarcaciones. Recordemos el nivel de implicación con la Plataforma en Defensa de l’Ebre en contra del trasvase.
No podemos quedarnos callados mientras morimos de inanición, no es nuestro talante. Cuando grandes catástrofes han azotado otros territorios, la sociedad ha reaccionado para ayudarles. Nuestra desaparición es más lenta, pero a nivel económico y ecológico es igual de devastadora. Por ello surge el Molde (Moviment de Lluita pel Delta de l’Ebre).
Necesitamos ayuda y somos los primeros que debemos prestarla, en defensa de nuestra pequeña tierra, en el culo de Catalunya, sí, y también la misma que nos llena la boca de orgullo cuando decimos: «Sóc d’allà baix», declaración a la que deberíamos añadir un: «i que per molts anys sigui».
Movámonos. Está en juego la supervivencia del Delta. Somos mucho más que una paella de fin de semana.