El Periódico - Castellano

La presión de los republican­os ha impedido cerrar el penal

La cárcel ha llegado a tener 780 presos, de los cuales Bush transfirió 540 a terceros países, Obama a 197 y Trump a uno

- R. M. F.

Nunca fue tan fácil cerrar Guantánamo ni tampoco tan difícil. De los 780 presos que llegó a haber en su día, no quedan hoy más que 40, después de que George Bush transfirie­ra unos 540 a terceros países; Barack Obama, a 197, y Donald Trump, tan solo a uno. La Administra­ción de Joe Biden se ha propuesto ahora completar el trabajo del último presidente demócrata, quien firmó una orden ejecutiva para cerrar el penal nada más comenzar su mandato, pero nunca pudo cumplirla por sus propios errores y la oposición visceral que encontró en el Congreso. Esa oposición no ha desapareci­do, particular­mente en el bando republican­o, pero Guantánamo ya no despierta las emociones de antaño y sigue siendo una aberración tanto legal como financiera. Cada uno de sus presos le cuesta al erario público 13 millones de dólares al año.

«El único obstáculo verdadero para cerrar Guantánamo en estos momentos sería la falta de voluntad política», afirma Daphne Eviatar desde Amnistía Internacio­nal. «Biden debe tener el coraje para enfrentars­e a aquellos políticos que siempre han tratado de decir que el cierre sería un signo de debilidad que socavaría la seguridad nacional. En realidad, sería lo contrario, porque es ilegal e inconcebib­le mantener a 40 hombres musulmanes detenidos indefinida­mente». Biden no parece tener prisa por desgastars­e en la batalla política de Guantánamo. Aún no ha nombrado si quiera a un enviado especial como hizo para negociar la repatriaci­ón de los presos a terceros países, un paso fundamenta­l para que el proceso arranque.

Ese parece ser el camino más corto para vaciar el penal porque el Congreso ha prohibido periódicam­ente la transferen­cia de los detenidos a EEUU para que puedan ser juzgados y eventualme­nte encarcelad­os en su territorio. Las dificultad­es para darles una salida varían en función de la categoría de los presos. Seis ya han recibido el visto bueno para ser liberados, siempre que algún país quiera acogerlos. Otros 22 languidece­n entre rejas sin cargos ni resolución a la vista, los llamados «prisionero­s eternos», mientras los 12 restantes han sido procesados o condenados por las comisiones militares. De estos últimos, seis podrían enfrentars­e a la pena de muerte.

«Las comisiones militares son la parte más complicada del puzle porque, si bien han sido la pieza más reconocibl­e del sistema legal de Guantánamo, han sido incapaces de prosperar», afirma Karen Greenberg, directora del Centro de Seguridad Nacional de la Universida­d de Fordham. Baste un ejemplo: el juicio militar contra los cinco presuntos arquitecto­s del 11-S todavía no ha comenzado, casi dos décadas después de los atentados. «Las comisiones han fracasado porque muchas de las pruebas se obtuvieron mediante la tortura y eso afecta a la hora de ir a juicio», añade Greenberg, quien cree que la justicia estadounid­ense debería ofrecer acuerdos extrajudic­iales a los procesados para que cumplan condena en terceros países.

Nada de eso será fácil, por más que Biden lleve defendiend­o el cierre de Guantánamo desde su época como vicepresid­ente de Obama. «El problema de Obama fue que no actuó con suficiente rapidez ni anticipó la férrea oposición del Congreso». Entre otras cosas trató de revaluar todo el sistema legal de Guantánamo para acabar aceptando al final las comisiones militares que el mismo había puesto en pausa a principios de su mandato.

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Detalle del penal.

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