El robo del siglo XXI en Barcelona
Una tasadora actuó en connivencia con una banda de ladrones para sustraer un diamante púrpura de 3,2 quilates y 15 millones de euros a través de un cambiazo en una operación en la capital catalana.
Una tasadora de 25 años atractiva y sofisticada estudia con esmero un diamante púrpura de 3,2 quilates cuyo precio podría ascender a 15 millones de euros. La observan el dueño de la joya, un empresario suizo que ese 2 de enero de 2020 había viajado desde Dubái y había llegado al despacho escoltado por una agencia de seguridad privada desde el aeropuerto de El Prat, y un intermediario de la compañía catalana que ha propiciado
Los ladrones están detenidos, pero la preciada joya permanece sin localizar
el encuentro. La tasadora finaliza su análisis. La piedra es auténtica.
La especialista en piedras preciosas trabaja para el comprador del diamante y su misión, como perita neutral, ha terminado. Coge la joya, la introduce en una cajita de cartón, la precinta y ordena que se guarde en la caja fuerte de la compañía que oficia la transacción hasta que su cliente dé el ok definitivo.
Al vendedor le parece razonable y el intermediario se levanta y abre la caja fuerte. La mujer deposita la cajita precintada en el interior de la caja fuerte y el intermediario se dispone a cerrarla. La tasadora, de repente, se lo impide. Ha olvidado fijar el precinto de la cajita como es debido. Mete las manos en la caja fuerte de nuevo, manipula el precinto y después las retira. El intermediario cierra la caja fuerte. La tasadora pide permiso para abandonar el despacho y hacer la llamada al comprador del diamante con la que cerrará finalmente la transacción.
Pasan cinco minutos. Pasan otros cinco minutos. Otros cinco. Ya son 20. El vendedor pierde la paciencia y el intermediario solicita que se compruebe dónde está la tasadora. Ha desaparecido del edificio. Ni el vendedor ni el intermediario comprenden nada pero un sudor frío recorre su espalda. Corren hacia la caja fuerte y abren la cajita de la joya: está vacía.
Cooperación internacional
Agentes del Área de Investigación Criminal (AIC) de los Mossos d’Esquadra recibieron aquella misma tarde de hace más de un año al vendedor suizo estafado y al empresario que lo había puesto en contacto con la ladrona. «Nunca habíamos visto algo así: un hurto de ese valor ni de esa elaboración», admiten fuentes de la AIC. Como la empresa había ido a recoger a la tasadora en el hotel en el que se alojaba, allí arrancó una investigación bautizada como caso Diamante.
El hotel era el Hesperia de la avenida de la Diagonal. Gracias a las cámaras de seguridad, los agentes obtuvieron fotografías de la tasadora y también del comprador. No era una trabajadora neutral, había actuado en connivencia con el cliente. Los
Mossos enviaron las capturas de ambos al sistema Sirene de intercambio de información entre cuerpos. Paralelamente, estudiaron la cajita que habían dejado vacía en la caja fuerte y de
allí obtuvieron huellas dactilares de un tercer hombre, fichado por la Policía Nacional. A los pocos días, la policía francesa contactó con los Mossos para revelar que había identificado a los dos sospechosos del Hotel Hesperia. Los tres, la tasadora, el comprador y el hombre cuyas huellas dactilares estaban en la cajita del engaño eran miembros del clan Tudorache, de origen rumano.
Los cuerpos policiales crearon un equipo de trabajo conjunto. Pincharon sus teléfonos móviles y así descubrieron que en julio de 2020 enredaron a un coleccionista de coches de Zúrich y le sustrajeron 200.000 francos suizos (185.000 euros) y que en agosto se agenciaron de otro diamante de 4,5 millones en un hotel de Cannes (Francia).
Un tercer intento
El seguimiento constató también que la organización se desplazó a València el 15 de octubre para llevar a cabo un tercer enredo que no efectuó porque la víctima no se presentó a la cita. Asimismo, los miembros de la banda mantuvieron contactos que no prosperaron con personas de alto poder adquisitivo de Dubái para colocar las dos joyas usurpadas: el diamante de Cannes y el púrpura de Barcelona.
La policía francesa activó finalmente un operativo para arrestarlos el mes pasado. El estallido de la pandemia había limitado mucho sus movimientos pero parecían haber dado con un posible comprador para los diamantes y había que detenerlos antes de que se marcharan a concretar una venta que, según el Gremi de Joiers de Barcelona consultado por los Mossos oscilaba entre los 7 y los 15 millones de euros en el caso de la joya hurtada en Barcelona.
Los agentes se desplegaron en la localidad francesa de Bondy, al noreste de París, y pudieron arrestar a los tres implicados en el caso Diamante y a otros cinco miembros del clan. Los registros en sus domicilios fueron a conciencia. No aparecieron las joyas. El diamante púrpura que se evaporó de aquella caja fuerte el 2 de enero de 2020, el robo más importante del siglo XXI en Barcelona, permanece en paradero desconocido.