¿Por qué no? De profesión: menor
Puestos a soñar, que los niños firmen un contrato subjetivo con deberes y derechos y reciban una asignación
A finales del siglo pasado, la demógrafa Anna Cabré documentó una característica muy nuestra: los catalanes no nos sabemos reproducir genéticamente y en tiempos históricos de necesidad productiva, precisamos de nueva población externa. Más allá de si lo intentamos o no, que no viene al caso, esto nos ha enriquecido incrementando la diversidad, además de aportar gente joven que ya forman parte de nuestra infancia y son nuestro futuro.
Lástima que también tenemos una limitación: a la infancia no la cuidamos mucho. Y eso que se hace presente en todas las campañas electorales como eje prioritario. Después se escriben grandes leyes y se hacen pactos. Pero la realidad es tozuda: en 2004, en plena bonanza económica, el 20% de menores estaban en riesgo de pobreza. En 2010, en medio de la crisis, el 24%, y ya recuperados en 2019, era del 31%. Los últimos datos de 2020 muestran un grave empeoramiento en los barrios donde se concentran muchos menores.
O no es cierto que nos interese la infancia o las políticas sociales no han tenido mucho éxito. Ahora, hay quien confía en el nuevo ingreso mínimo vital, de momento con escasos resultados. O la renta garantizada de ciudadanía u otras fórmulas similares.
El profesor Antón Costas defiende la enseñanza gratuita de 0 a 3 años para mejorar la igualdad de oportunidades y es una opción bastante asequible para los presupuestos. Nosotros también lo defendemos, pero puestos a soñar e ir más lejos, querido profesor, nosotros lanzamos otra medida: ¿por qué no consideramos ser menor una profesión, con contrato subjetivo? Contratado por la Generalitat
o por el Estado. Que lo firme con el dedo y que se le asigne una cantidad que dependerá de su situación. Cada uno según sus necesidades. Con una sola condición: ser menor de edad.
Un contrato con deberes: primero, ser niño/a y comportarse como niño/a. Segundo, que tenga el deber de crecer y de poder contar con él en el futuro. Tercero, que aprenda de todo lo que le rodea, empezando por el juego. Cuarto, que tenga el deber de formar parte de un entorno que le dé estabilidad y seguridad. Un contrato con derechos: la asignación cubrirá todo su bienestar. Que le facilite una vivienda amplia y digna, para él y su familia. Que garantice tener escuela ya desde los 0 años.
Una asignación que aportará a las escuelas que asumen muchos niños pobres, ¡tantos recursos que desde otros lugares querrán asistir! Igualmente, los barrios con más niños y niñas y que acumulan vulnerabilidades, recibirán tantos fondos que impulsarán muchos nuevos proyectos de ocio para todos y cambiarán su entorno. También, tendrán muchos agentes socioeducativos para atender la diversidad y para acompañar todas las familias necesitadas de apoyo.
Esta sería una inversión con muchos beneficios, porque en poco tiempo eliminaría dificultades de muchos menores y se les podría reducir la asignación.
Habrá quien opinará que es un absurdo. Pero lo es más permitir que dejemos a los que son nuestro futuro al arbitrio del azar y de la mala pata. Dejarlos hundidos en entornos que los engullen como un agujero negro, en barrios que hemos dejado deteriorar, en escuelas que no tienen recursos, en viviendas insalubres, en familias desesperadas.
Que no quede por nosotros el decirlo. No perdamos la esperanza. Es cuestión de que la gente con poder de cambiar las cosas mire atrás y recuerde su infancia, cuando gracias a un entorno de bienestar pudo crecer con dignidad.
Habrá quien opinará que es un absurdo. Pero lo es más permitir que dejemos a los que son nuestro futuro al arbitrio del azar y de la mala pata
PnEnric Canet es escolapio y sacerdote. Director de Relaciones Ciudadanas del Casal dels Infants.