El Periódico - Castellano

BCN eliminará contenedor­es y recogerá más basuras puerta a puerta

Barcelona espera poder cumplir la exigencia europea y reciclar el 50% de los residuos en 2025. El paso hacia la recogida selectiva puerta a puerta, que se realiza en algún barrio, acabará con los 26.162 contenedor­es de la ciudad.

- CARLOS MÁRQUEZ DANIEL

Las protestas ya no se miden en función de los heridos. Se calibran en base a los contenedor­es quemados. Barcelona ha vuelto a arder estos días, como lo hizo en mayo del 2014 tras el desalojo de Can Vies, en Sants, o después de conocerse la sentencia del juicio del ‘procés’, en octubre de 2017. Ahora ha sido el encarcelam­iento de Pablo Hasél; y siempre con ese denominado­r común del recipiente urbano en el epicentro de las barricadas, ese anexo descontrol­ado a la legítima manifestac­ión. Más allá de la quizás desmesurad­a preocupaci­ón que generan los contenedor­es, lo sucedido sugiere una reflexión sobre el rol que juega este elemento en las ciudades.

Empecemos con las presentaci­ones. En la capital catalana hay 26.162 contenedor­es, entre orgánico (5.286), papel/cartón (3.190), envases (3.190), vidrio (3.114) y restos (11.422). Durante la pasada semana se quemaron un total de 292, muy lejos de los 1.044 que ardieron hace tres años. El precio por unidad, añadiendo el de reposición, ronda los 1.400 euros, así que la broma le ha salido a la ciudad por 366.000 euros, al margen de las molestias ocasionada­s a los vecinos de las zonas afectadas. Si en 2025 vuelve a producirse una situación similar, la idea es que los manifestan­tes se queden como Travolta en el meme de Pulp Fiction, mirando a izquierda y derecha y preguntánd­ose dónde están los contenedor­es.

Crisis climática

No es que vayan a desaparece­r absolutame­nte todos, pero la idea es que la recogida selectiva puerta a puerta, que ya se realiza en barrios como Sarrià desde hace un par de años, se extienda por todos los distritos, lo que permitiría cumplir con las exigencias de la Unión Europea en materia de reciclaje. Sucede que España, al igual que en otros muchos aspectos vinculados al medio ambiente, como las emisiones contaminan­tes, viaja en el vagón de cola en la batalla contra la crisis climática. En nada debería llegar la sanción por no haber cumplido con lo pactado hasta 2020, esto es, que se recicle el 50% de la basura. Barcelona está hoy en el 38%, pero subiendo. Eloi Badia, concejal de Emergencia Climática, tiene a bien detallar a este diario cuál es la hoja de ruta. Empieza fuerte, asegurando que el modelo de contenedor «ha dado todo lo que podía dar y ya ha tocado techo». El

problema es que estamos ante un enorme cubo de basura abierto las 24 horas. «Es como el vertedero del Garraf, pero repartido por toda la ciudad, así que tienen que desaparece­r y debemos encontrar otro modelo con distintos instrument­os», resume el edil de Barcelona en Comú. Vamos, dice, hacia la «individual­ización» de la basura.

Recogida (no) selectiva

La experienci­a demuestra que el cambio es la única solución: Torrelles de Llobregat y Tiana son los dos únicos municipios del área metropolit­ana de Barcelona que están dentro de los niveles que demanda Europa. Y es así gracias a la recogida puerta a puerta. El concejal Badia cree, o mejor espera, que este sistema estará implantado en toda la ciudad en 2025.

Jordi Figueres es uno de los responsabl­es del departamen­to de gestión operativa de la Dirección de Servicios de Limpieza y Gestión de Residuos. Empezó a trabajar el mismo año en el que Maragall asumía la alcaldía de Barcelona, en 1982, así que es el hombre perfecto para hablar sobre la historia del contenedor. Estos días, admite, no lo ha pasado bien con los altercados. «No son como un hijo, pero sí como un sobrino. Me sabe mal porque me parece muy bien que se proteste, pero no tiene ningún sentido quemar cosas que pagamos entre todos y que no perjudican al político o a la administra­ción, sino al conjunto de la sociedad». Cuando entró en el consistori­o, entre el 95%

«No tiene sentido quemar cosas que pagamos entre todos», denuncia un responsabl­e

y el 97% de la basura se recogía en bolsas en la calle. En el camión iban el conductor y entre dos y cuatro personas para retirar los deshechos. No se trabajaba ni domingos ni festivos. Era puerta a puerta, como la actual recogida selectiva, pero sin serlo.

Desde 1983

No había reciclaje, así que las cosas que ya nadie quería terminaban o en el vertedero del Garraf o en las incinerado­ras. Por suerte, recuerda Figueres, no se generaban tantos residuos como ahora. El contenedor se expandió por toda la ciudad entre 1983 y 1990. Por motivos más de operativid­ad y de personal que de gestión de residuos. Los efectivos que dejaban de sacar bolsas de los portales podían destinarse a la limpieza de calles.

En paralelo se empezó con el reciclaje, primero de vidrio y luego papel y cartón y, más tarde, los envases. Con contenedor­es que iban variando en función de la empresa concesiona­ria. Hubo un tiempo, por ejemplo, en que eran metálicos, pero eran muy pesados y ruidosos. «Pero no quemaban tan fácilmente», dice este experto.

Sobre el papel social del contenedor, Jordi argumenta que se ha alimentado «una cierta impunidad porque nadie controla lo que tiramos». Los nuevos sistemas, prosigue, quizás sean más costosos, «pero generarán menos tratamient­o de la basura y beneficios medioambie­ntales». «Se han creado muchos vicios que tendremos que romper, y eso implica reflexiona­r sobre la sociedad de consumo y la cantidad de restos que generamos».

Cambiar los hábitos

La idea, señalan tanto el concejal como el responsabl­e municipal, es ir adaptando y modificand­o los hábitos poco a poco. Pero con la mirada puesta en el 2025, cuando toca de nuevo cumplir con la UE, que ya exigirá el 55% de reciclaje (para el 2030 solicitan el 60%). Ambos coinciden en que se puede conseguir.

Eso pasa por ampliar sobremaner­a la recogida selectiva puerta a puerta donde se pueda (85.000 vecinos de Sant Antoni, Horta y Sant Andreu se ponen a ello entre mayo y septiembre), combinada con la neumática (subterráne­a hasta una central de recogida que puede estar dos kilómetros más allá) y con los contenedor­es inteligent­es, que solo se abrirán con un código personal, y los de toda la vida en puntos donde no quede más remedio.

Toda esta adaptación permitirá saber quién cumple y quién no, cosa que generará no pocas críticas sobre la privacidad de la cochambre personal. En cualquier caso, permitirá bonificaci­ones fiscales a las familias que más y mejor cumplan con el reciclaje.

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 ?? Elisenda Pons ?? Basura en una calle del Eixample por la retirada temporal de los contenedor­es a causa de los disturbios.
Elisenda Pons Basura en una calle del Eixample por la retirada temporal de los contenedor­es a causa de los disturbios.

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