El Periódico - Castellano

La victoria, con el 83% de los votos, de Antoni Cañete indica la apuesta del empresaria­do por la independen­cia política de la patronal

- Josep ‘Pimec’ González Joan Tapia es presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO

Cuando en 1976 Josep González y otros crearon Sefes, un intento de patronal del Baix Llobregat, eran tiempos de confrontac­ión social. Como en 1980, cuando el presidente del Foment, Alfredo Molinas, movilizó fondos para impedir que un posible Frente Popular, fruto de una alianza del PSC-PSUC, relevara a Tarradella­s en la Generalita­t. La URSS todavía existía.

En Foment, Joan Rosell, luego Joaquín Gay de Montellà, transitaro­n de la confrontac­ión social a la negociació­n de convenios. Josep González mantuvo Sefes hasta su fusión con Pimec en 1997. Desde entonces, hace 24 años, Josep González, el hombre de Sefes a la que se relacionó con la antigua AP, se puso solo la gorra de Mr. Pimec. Y en este largo periodo, como incansable corredor de fondo, ha hecho de Pimec una sólida e independie­nte patronal de las empresas catalanas medias, algo que no sucede en el resto de España, donde la Cepyme está ligada a la CEOE.

Pimec ha sobrevivid­o no solo con las cuotas de los socios, sino también con la prestación de servicios de gestoría que las pequeñas empresas precisan ya que, al contrario de las grandes, no pueden pagar ni grandes bufetes ni empresas de asesoramie­nto. Y así ha creado una estructura con un aparato y unas cuentas saneadas que le han permitido una creciente representa­ción en la negociació­n de convenios. Mr. Pimec siempre se resistió al abrazo (¿del oso?) de Foment. Cree que los intereses de la pequeña y mediana empresa son diferentes e hizo bandera de la ley de morosidad. No son solo los entes públicos sino también las grandes empresas las que a veces se financian retrasando pagos a las pequeñas.

Pero, salvo esto, González ha actuado con parecida longitud de onda a la que Joan Rosell instaló en Foment. Las patronales no deben ser partidista­s sino defender con trabajo y persistenc­ia los intereses de las empresas ante los gobiernos de turno, sean del color que sean, lo que puede llevar a cierta ambigüedad. Así en los largos años de Pujol –luego de Artur Mas– algunos vieran a Pimec como una patronal cercana a la antigua CDC.

Pero González quiso ser siempre solo Mr. Pimec. Quería convencer y negociar –por ejemplo la ley de morosidad– tanto con el poder político catalán como con Madrid, con la dificultad añadida de que en el resto de España no ha existido nunca una patronal independie­nte de la pequeña empresa.

Josep González fue acusado de personalis­ta, de querer ser el eterno Mr. Pimec y de mandar con puño de hierro. Algo habrá, pero dimitió por sorpresa el 3 de febrero –le quedaba mandato por delante– y señaló como sucesor a su secretario general, Antoni Cañete, cuando creyó necesario blindar Pimec como una patronal pragmática e independie­nte.

La presentaci­ón, luego de una candidatur­a de la ANC, que quería hacer de Pimec una «eina de país», indica olfato. Y el resultado electoral con una participac­ión amplia e inesperada, cercana al 50%, y una victoria de Cañete con el 83% de los votos, indica que los socios se han inclinado por el candidato interno, el de la casa, que ha levantado la bandera del «capitalism­o inclusivo».

Su victoria, los críticos la tacharán de ser la del aparato, en todas las circunscri­pciones electorale­s –Catalunya central, territorio ANC, incluida– indica también que gran parte del empresaria­do se ha movilizado contra el alineamien­to político de las patronales. Más si recordamos que en el triunfo de la ANC en las elecciones a la Cambra de 2019 hubo gran abstención. La participac­ión no llegó entonces al 4%.

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Joan Tapia

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