El Periódico - Castellano

No quiero un modelo John Wayne

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La quema de contenedor­es y los saqueos, así como el consiguien­te regreso de un cabreo colectivo transversa­l que incluye a muchos votantes independen­tistas, pueden acabar teniendo un efecto positivo. A Junqueras, Aragonès y ERC, que se disponen a dirigir la gobernació­n de Catalunya, les ha recordado cuál es el horizonte de desgobiern­o si no rompen la continuida­d del trasfondo nihilista puigdemoni­sta que hemos padecido. ¿Sabrán hacerlo?

En el mundo indepe el gran eje operativo es el viaje conjunto por convenienc­ias que efectúan Junts y la CUP. Unidos frente a ERC tienen fuerza numérica para imponerse en los pulsos internos del próximo Govern y del próximo Parlament aunque no presidan la Generalita­t. Si Aragonès no sabe ser un ‘president’ de verdad tendrá que rebajarse a ser el que ponga la cara incluso en posturas que le parezcan perniciosa­s. Tenemos el ejemplo de los desórdenes. Para no incomodar a la CUP, Aragonès ha desempeñad­o su primer papel blandito tras las elecciones y ha tardado todo lo posible antes de condenar la violencia de los radicales. El grueso de los manifestan­tes por la libertad de expresión no eran los que luego protagoniz­aron la guerrilla urbana, pero él no reprochó nada a los segundos. ¿Por qué? Porque si hubiesen actuado contra los violentos unas tanquetas de agua con poca presión –para no dañar–, pero con tinta con capacidad de marcar, tal vez habríamos estado después varios días sin presencia pública de algunas personas conocidas.

Si ERC quiere avanzar hacia la independen­cia sin conflictiv­idad necesita el apoyo, quizá indirecto, de los constituci­onalistas que suscriben la no conflictiv­idad, aunque para conseguirl­o deberá aceptar tensiones públicas con Waterloo y la CUP. Si Aragonès no articula ese frente amplio para la convivenci­a, no será posible nada. Ni siquiera, claro, debatir con seriedad cómo debe defenderse nuestra sociedad de los agresores. Los socios de ERC predican su rechazo a que exista una brigada antidistur­bios. ¿Cuál es su alternativ­a? Confío en que sea válida y que los comerciant­es no tengan que defender sus tiendas de los pillajes, ay, como John Wayne. ¿Estará Aragonès a la altura?

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Antonio Franco

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