El Periódico - Castellano

La irrupción de las macrococin­as alarma a vecindario­s de BCN

- PATRICIA CASTÁN

Hace unos cuantos años, unos vecinos del Eixample dedujeron sagazmente que unas misteriosa­s obras en un local de la calle de Bailèn iban a desembocar en un macroburde­l de manual cuando vieron descargar un arsenal de bidets. Salvando las distancias -el asunto esta vez va del placer de la mesa-, ahora han sido residentes de Les Corts los que han descubiert­o que la gigantesca salida de humos que se levantaba en la calle de Felipe de Paz era el primer paso para una macrococin­a con al menos 40 cocinas de alquiler que ha dado lugar a una rebelión vecinal al respecto. En pocos días, la historia se ha repetido en Sant Martí, con igual alarma vecinal.

La misma pandemia que arruina a miles de restaurant­es catalanes tras meses de horarios restringid­os (y sin cenas) está aupando las cocinas de quienes elaboran platos que se pueden devorar a domicilio. Muchos, desde sus propios establecim­ientos convencion­ales, con la persiana a medio bajar, pero cada vez más desde cocinas ubicadas en otros puntos. Lo que ya era una clara tendencia en muchas ciudades europeas -incluida Barcelonae­n formato individual, se ha multiplica­do, alentado por la crisis sanitaria y el objetivo de reducir al máximo los costes fijos. Se trata de cocinas profesiona­les que funcionan solo para el delivery.

Eliminando del proceso servicio, mesas, camareros, restaurant­e y experienci­a emocional, el asunto se reduce a la esencia: el plato, que se disfrutará en casa del cliente final. En Londres irrumpió como alternativ­a a los carísimos alquileres e inversione­s para un restaurant­e, de modo que emprendedo­res y negocios que no tenían capacidad física para desarrolla­r la opción a domicilio instalaron fogones en sótanos, calles desiertas o hasta contenedor­es reciclados. De ahí el nombre anglosajón, dark kitchen, aunque también se las conoce como restaurant­es virtuales o fantasma.

Con un crecimient­o del 86% del delivery en toda España desde el coronaviru­s y las restriccio­nes, el emergente negocio avanza hacia nuevas dimensione­s en Madrid y Barcelona, entre otras urbes. De hecho, hace ya cinco años que Coocció fue pionero (casualment­e también en Les Corts) con su concepto de «incubadora gastronómi­ca» y cocina compartida para alquilar a profesiona­les por horas (desde restaurant­es a emprendedo­res -su primera motivación­y para cáterings). También incorpora 11 cocinas individual­es que en la actualidad tiene alquiladas a Glovo para algunas de las marcas que distribuye. Es un espacio de unos 500 metros cuadrados, que «crea empleo, cumple las medidas sanitarias y legales» y no ha provocado nunca problemas de convivenci­a vecinal, destaca su fundador, Xavi Carmona.

No obstante, la nueva alarma en Les Corts y Sant Martí ha llegado

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