El ejército del aerosol cabalga de nuevo
Los murales de la jornada reivindicativa de las Tres Ximeneies, celebrada el pasado domingo, amanecieron ayer emborronados por una patosa mano anónima.
Cuatro días ha sobrevivido el segundo mural que Roc Blackblock ha pintado en el parque de las Tres Xemeneies en menos de un mes. El primero, un Juan Carlos I al que en varios textos que lo acompañaban y señalaban se le acusaba de asesino de elefantes y cosas peores, fue visto y no visto. Algún cargo político del Ayuntamiento de Barcelona que se esconde tras la asunción de responsabilidad que ha hecho en público el concejal Albert Batlle ordenó que lo borraran.
El pasado domingo, en el mismo lugar y en un festival a favor de la libertad de expresión, Roc Blackblock repitió, corregido y aumentado, aquel mural, esta vez con imágenes hiperrealistas de los tres últimos jefes de Estado que ha tenido España, Franco, Juan Carlos y Felipe VI. Cuatro días ha sobrevivido. La muerte ha sido por causas naturales. No hay polémica. Hay aquí una gran lección.
Hay que recordar primero la filosofía de Murs Lliures Wallspot para entender lo que ha sucedido. Barcelona es esa rareza europea en la que hay varias decenas de paredes donde los muralistas o grafiteros pueden trabajar sus obras bajo el paraguas de un permiso municipal que se obtiene sin apenas trámites. La primera vez que se quiso llevar a cabo este experimento, años ha, el ayuntamiento, entonces socialista, propuso que los artistas presentaran primero un boceto de su proyecto. Qué graciosos son a veces los aspirantes a censor. El plan quedó aparcado hasta que, con Xavier Trias como alcalde, renació en el formato inicialmente previsto. Todos contentos. Los artistas podían lucir su obra en la calle, pero siempre expuestos a que al cabo de unas horas, días y raramente semanas otro quisiera utilizar esa misma pared.
Roc Blackblock ha asumido con deportividad lo sucedido. Sus tres figuras han amanecido emborronadas. Las suyas y, de hecho, la práctica totalidad de los murales que se pintaron el domingo en las Tres Ximeneies. El mínimo denominador común de todos los que ahí estuvieron era no hacer caso de aquella frase que se atribuye a Franco, que se supone que se la dijo a uno de sus ministros recién incorporado al Gobierno. «Haga como yo y no se meta en política». De la mano que ha llevado a cabo esta acción se puede afirmar, como mínimo, que no es la extremidad de un artista. «La vida de los murales que hacemos es una lotería –dice Roc Blackblock–, pero lo ocurrido esta vez es desconcertante». Se queda corto.
Cuatro días, lo dicho, ha sobrevivido la obra en la calle. Desde Murs Lliures se reconoce que ha sido una muerte por causas naturales. No creen que haya mucho más que añadir.
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