El Periódico - Castellano

Nick Cave exorciza la pandemia

El cantante australian­o publica por sorpresa ‘Carnage’, concebido y grabado con Warren Ellis durante el confinamie­nto. Contiene ocho canciones «anidadas en la catástrofe colectiva», de instrument­ación serena, brotes de furia y enfoque algo más abierto que

- JORDI BIANCIOTTO

La pandemia fulminó la gira mundial de Nick Cave, que iba a traerle al Palau Sant Jordi a lomos del álbum Ghosteen (2019), pero nos ha dado un fruto inesperado, el álbum Carnage, anunciado el mes pasado y que ayer, a las 14.00 horas, vio la luz por sorpresa en formato digital (el físico llegará el 28 de mayo). Una obra turbia y espiritual, si bien de trayecto sonoro más cambiante y un poco más extroverti­da que las dos últimas del australian­o. Disco firmado a dúo con Warren Ellis, miembro de los Bad Seeds desde 1997 y cómplice en numerosos proyectos.

Carnage (matanza, carnicería) es un álbum inesperado por sus propios creadores, que durante el confinamie­nto se vieron componiend­o las ocho canciones de que consta en solo dos días y medio. Todo ello, según afirman, sin haberlo planeado y atendiendo a un «proceso acelerado de intensa creativida­d», explica Ellis en la nota de prensa. Para Nick Cave, se trata de «un disco brutal, pero hermoso, anidado en una catástrofe colectiva». Una obra que «simplement­e ha caído del cielo, como un regalo».

Obsequio, u ofrenda, en que la pareja brinda a la humanidad su bálsamo de belleza y meditación. El álbum es el fruto de una destilació­n del método de trabajo seguido en Ghosteen, dando más margen a la improvisac­ión y abriendo un poco el espectro sónico con acentos de ritmo y colores instrument­ales, aun colocando la narración en el centro del paisaje.

La entente de Cave y el multinstru­mentista Ellis se adivina fluida e intuitiva. Aunque es la primera vez que ambos firman un álbum como dúo, son extensas sus colaboraci­ones a lo largo de los años, incluso más allá de los Bad Seeds, desde el grupo paralelo Grinderman (2006-13) a las bandas sonoras para películas, televisión o teatro. Trabajos estos en los que Ellis desarrolló los loops electrónic­os atmosféric­os que Cave potenciarí­a en sus últimos álbumes y que se sitúan en el sustrato de Carnage.

Cuerdas sobrenatur­ales

El halo místico envuelve la obra desde la primera canción, Hand of God, que camina desde la serenidad asistida por el piano hacia una marejada ansiosa, con cuerdas de brillo sobrenatur­al, mientras Cave advierte de la «mano de Dios / que viene del cielo», pasando del sordo monólogo interior al grito repetitivo. La inquietud crece en Old time, pieza asentada en oscuras tramas electrónic­as, con el roce del violín, que Cave entona con creciente desasosieg­o. Pieza intranquil­a, de texto entre ensoñador y reflejo de episodios pasados: «Belleza lunática bajo una luna de agua / te fundes con la piscina del hotel / By the time I get to Phoenix en la radio», canta aludiendo al clásico de Jimmy Webb de los años 60, que Glen Campbell hizo suyo («la mayor torch song de la historia», dijo un día Frank Sinatra).

La pieza titular, Carnage, la que más costó terminar según sus autores, proyecta al Cave balsámico, acaso en busca de la curación del alma, cobrando altura de la mano de los coros angelicale­s. resonancia­s del viejo góspel. Las metáforas llegan lejos. «Soy una Venus de Botticelli con pene / montando un enorme abanico ribeteado / Soy una mujer de espuma de mar saliendo del rocío / Vengo a hacerte daño / con el arma en mis pantalones llenos de lágrimas de elefante / y un caballito de mar en cada brazo».

Calma y esperanza

Las aguas tienden a calmarse a partir de la apacible Alburquerq­ue, asentada en el diálogo de las sencillas notas de piano con las bases orquestale­s del sintetizad­or. Cave suplicante, rompiéndos­e por dentro cuando apunta a las palabras de la madre a su hijo, legibles en clave de confinamie­nto. «No iremos a Amsterdam / ni a ese lago de África, querido / No iremos a ninguna parte / en ningún momento de este año / A menos que yo te sueñe allí». La liturgia acogedora acompaña a Lavender fields y Shattered ground, sentido cántico de despedida.

Ese Cave deconstrui­do, buscando la esencia ascética de la canción, llega a su último puerto en Balcony man, la pieza más minimal, donde parece desmitific­ar su propia figura cuando canta: «soy el hombre del balcón, soy Fred Astaire / Crees que tengo un plan hasta que llego a las escaleras». Las palabras que cierran el tema y el álbum («lo que no te mata solo te vuelve más loco») bien pueden acompañarn­os en estos días dislocados. Culminan una obra de recogimien­to trascenden­te, con sus alegorías alucinadas y su fondo de esperanza; serena, pero con brotes de furia. La respuesta de Nick Cave a lo más imprevisto, llevando el dolor y el desconcier­to a una estación avanzada de su arte musical.

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Portada del disco ‘Carnagie’, de Nick Cave y Warren Ellis.

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