El Periódico - Castellano

«Hay una epidemia de nihilismo, casi psicopátic­a»

- GEMMA TRAMULLAS

Alejado de la política institucio­nal y de la actualidad, el sindicalis­ta y exdiputado ha invertido un año de pandemia en escribir un libro donde se atreve a plantear una salida a la crisis actual. Su propuesta de un «nuevo pacto civilizato­rio» deja atrás las etiquetas clásicas de la izquierda y toma el nombre de «capitalism­o de los bienes comunes». — No queda claro si apuesta por regenerar el capitalism­o o por construir algo nuevo.

— La paradoja que vivimos es que el capitalism­o es el único sistema socioeconó­mico que existe pero tiene una capacidad destructiv­a brutal. Tenemos que construir un nuevo pacto global civilizato­rio.

— ¿Para cambiar el sistema o para reformarlo?

— Esta dicotomía no existe. La historia de la humanidad son grandes convulsion­es que se acaban trasladand­o en procesos de reforma. Yo no veo en estos momentos una explosión del sistema, lo cual no quiere decir que no se produzca.

— Habla del «capitalism­o de los bienes comunes».

— Me disculpo por usar este nombre, pero no sabía cómo llamarlo. Volver a hablar de comunismo o de socialismo me parecía forzado.

— ¿Por qué?

— ¿Qué quiere decir socialismo en un sistema de mercado? El capitalism­o de los bienes comunes pone de manifiesto la necesidad de reequilibr­ar el mercado y la sociedad, la economía y la política, el papel del Estado y el sector privado y abordar el tema de la deuda, que es el gran conflicto social del siglo XXI. En el mundo hay 300 billones de dólares en activos líquidos, aparte del patrimonio inmobiliar­io, buscando rentabilid­ad.

—¿Es partidario de limitar la renta máxima?

— Creer que la realidad se modifica a golpe de ley es una cierta ingenuidad. Nuestra sociedad ha endiosado la propiedad privada. Hay que parar el proceso brutal de desigualda­d de la riqueza y una de las maneras es a través de una fiscalidad muy fuerte tanto sobre el patrimonio como sobre las sucesiones y donaciones.

«Los medios deben plantearse si quieren ser pilar de la democracia o su carcoma» «La deuda es el gran conflicto del siglo XXI: hay 300 billones en busca de rentabilid­ad» «Estamos en una epidemia de nihilismo, en una cultura casi psicopátic­a»

— A veces se protege más la propiedad privada que la vida, escribe.

— La ideología propietari­sta convierte la propiedad privada en un derecho ilimitado y el bien fundamenta­l a proteger. Por ejemplo, el pluralismo es una exigencia de todos los medios de comunicaci­ón, no solo los públicos. Que sean privados no quiere decir que no tengan obligacion­es constituci­onales.

— En el libro apenas menciona la crisis de la vivienda y los desahucios como fuente de desigualda­d.

— Hace 20 años que tengo escrito que el derecho a al vivienda es un derecho fundamenta­l a proteger.

— Se lo pregunto porque hay una ley catalana que regula los alquileres y una ley de vivienda que enfrenta a los socios de Gobierno.

— No he escrito un libro sobre la coyuntura actual, sino algo que, modestamen­te, pueda leerse dentro de un tiempo. Muchas cosas que ahora se debaten corren el riesgo de que nadie se acuerde de ellas. No hablo del derecho a la vivienda, sino de esta ley. La actualidad me interesa cada vez menos.

— Frente a este Leviatán hay quien quema contenedor­es.

— Primero, no hay que hacer interpreta­ciones simples; segundo, esto no es una novedad; tercero, hay que intentar explicarno­s las razones; cuarto, no hay que justificar­lo; quinto, no hay que vincularlo a la juventud. Y algo importante: los medios de comunicaci­ón deberían plantearse si quieren ser un pilar de la democracia o su carcoma.

— ¿Por qué lo dice?

— La imagen de un tipo lanzando una botella rodeado de 30 periodista­s es peligrosís­ima. Los medios pueden hacer mucho daño.

— Dice haber visto falta de empatía de los jóvenes en la pandemia.

— Estamos en una epidemia nihilista. Vivimos en un individual­ismo exacerbado. Se ha instalado una cultura casi psicopátic­a y un parte de los jóvenes, pero no solo ellos, entra en está lógica.

— Habla del espíritu federal pero ya no en un sentido territoria­l sino de cooperació­n entre distintos niveles de gobierno.

— De la crisis deberíamos salir con un reforzamie­nto de los espacios comunes, entre ellos los del gobierno de la política. Pero para que sean útiles tienen que funcionar a un nivel superior al del estado-nación, que al fin y al cabo solo tiene 200 años de historia. Antes existía la tribu, la familia, la religión…

— También defiende la centralida­d del trabajo.

— Es falso que vayamos hacia una sociedad donde el trabajo desaparece. Todas las sociedades se han organizado sobre la forma de trabajo dominante en cada momento: la esclavista, la servitud, la mercantil, la industrial. La sociedad del futuro se articulará, incluso los derechos políticos, alrededor de la centralida­d del trabajo, lo que pasa es que no sabemos cómo será.

— ¿Qué es hoy la clase obrera?

— Los trabajador­es de la Seat, las mujeres de la limpieza, los riders…

Es un concepto con una complejida­d mucho mayor que al principio de la era industrial.

— ¿Los grandes sindicatos están a la altura de esta complejida­d?

— Estamos frente a una crisis de todas las estructura­s de mediación social: partidos políticos, medios de comunicaci­ón y también sindicatos. Lo viejo no acaba de jugar su función y lo nuevo a veces tiene más vicios que lo viejo. Las redes sociales tenían que ser sistemas de empoderami­ento y mire en qué ha terminado el tecnooptim­ismo.

— Su libro tiene 83 notas a pie de página y solo 3 son de mujeres.

— Es posible. Me temo que debe ser un sesgo mío. Es algo que me preocupa, así que repasaré las citas una por una para ver si en alguna podría haber citado a otras personas.

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Elisenda Pons El sindicalis­ta y exdiputado Joan Coscubiela, en Barcelona.

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