El Periódico - Castellano

Dos zarpazos de Dembélé y Messi rescatan al Barça en la lucha por la Liga

El Barça acompleja al Sevilla con un marcador que invita a la remontada el miércoles en la Copa. Dembélé fue la clave del cambio de sistema: Koeman le colocó con el propósito defensivo de fijar a Koundé y anotó el 0-1 antes de que Messi marcara. Como siem

- JOAN DOMÈNECH

Ya tiene el Barça una victoria de prestigio, un triunfo que servirá para elevar la autoestima de la culerada, dañada por demasiados tropezones en tan pedregosa temporada, y muy útil para ampliar la ventaja sobre el Sevilla en la Liga (cinco puntos) y erosionarl­e para la inmediata cita del miércoles en la Copa: en su casa del Sánchez Pizjuán logró la renta para forzar la prórroga en el Camp Nou (2-0).

El marcador reflejó la convincent­e actuación del equipo, de las mejores por la solidez exhibida atrás. Ni una concesión al Sevilla, que tuvo que cambiar a sus delanteros de lo acomplejad­os que quedaron, sin poder averiguar si Ter Stegen se había lesionado un dedo en el calentamie­nto. La seguridad defensiva se complement­ó con una enorme eficacia ofensiva. Marcó Dembélé, que no anotaba desde diciembre, y siguió marcando Messi, en el sexto partido seguido.

Otro alud de lesiones

La cuota de sufrimient­o que no se produjo en el campo, maniatado el Sevilla con una labor coral ejemplar, se trasladó al vestuario: Piqué necesitó hielo en la rodilla dañada, Araujo solo duró un cuarto de hora en su reaparició­n, lesionado otra vez, y Pedri se marchó cojeando. Ter Stegen se dolía de una mano. Suerte tiene Koeman de contar con el indestruct­ible Dembélé, que ha jugado todos los partidos del año y al 17º marcó en una tarde en la que fue protagonis­ta desde el principio.

El peso del 2-0 de la Copa hace solo 17 días indujo a Koeman a retocar el perfil del equipo. Por encima del cambio de sistema volviendo a los tres centrales (solo lo utilizó ante el Valladolid y el Eibar), lo más llamativo fue la ubicación de Dembélé como uno de los dos puntas con la intención claramente preventiva de vigilar a Koundé, tal que fuera Beckenbaue­r. Lo había sido en aquel partido con la excursión ofensiva que supuso el primer gol.

Con Dembélé fijando a Koundé –no era un marcaje, sino una medida disuasoria para que no se marchara–, el Barça pretendió eliminar una de las virtudes ofensivas del Sevilla, más que potenciar las suyas, ya que Koeman borró un delantero. Dembélé se quedó arriba, porque para defender ya había muchos. De un robo de Busquets y un pase de Messi nació el veloz contrataqu­e que culminó el francés, por un día con extraordin­aria precisión, sin que Diego Carlos llegara el cruce. Así de descompues­ta estaba la defensa blanca.

Nunca llegó a estarlo la azulgrana. Solo eran tres atrás, pero estuvieron protegidos por un ejército en el centro del campo. La superiorid­ad numérica del Barça, con cinco jugadores, multiplicó su capacidad de dar pases y abortó los avances sevillista­s antes de que adquiriera­n categoría de jugada de peligro. Ni de ocasión de gol. Ter Stegen fue un espectador más.

Mucho más amenazado se vio Bono, a quien chutaron desde Messi al inspirado Dest, mejor mirando la portería ajena que la propia. Abortó un triunfo más rotundo de los azulgranas cuando Lopetegui imitó a Koeman para igualar el uno contra uno en todas las líneas. El Barça había extendido su red en el centro del campo, allí donde se hizo fuerte en sus épocas más gloriosas, y atrapó el marcador que le reanima.

 ?? José Manuel Vidal / Efe ?? Busquets y Lenglet emparedan a Papu Gómez.
José Manuel Vidal / Efe Busquets y Lenglet emparedan a Papu Gómez.

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