El Periódico - Castellano

Biden rebaja la esperanza de cambio político de los palestinos

La nueva Administra­ción mantendrá muchas de las políticas de Trump en el conflicto Su secretario de Estado reconoce que las opciones de solucionar­lo a corto plazo son mínimas

- RICARDO MIR DE FRANCIA

Poco después de la aplastante victoria israelí en la Guerra de los Seis Días de 1967, Moshe Dayan describió el patrón que ha regido la relación entre su país y Estados Unidos. «Nuestros amigos estadounid­enses nos ofrecen dinero, armas y consejos. Nosotros cogemos el dinero y las armas y declinamos los consejos», dijo el entonces ministro de Defensa israelí. Con contadas excepcione­s, esa misma dinámica se ha mantenido hasta nuestros días. Washington nunca ha renunciado a monopoliza­r el papel de mediador en el conflicto con los palestinos, pero con su renuencia a imponer costes al colonialis­mo israelí, sus violacione­s de los derechos humanos o su desprecio a la ley internacio­nal ha acabado hundiendo las perspectiv­as de solución al conflicto.

Pocos se atreven a reconocerl­o públicamen­te en Washington, una capital que sigue apegada al pensamient­o mágico de las últimas décadas. El cambio de guardia en la Casa Blanca ha sido recibido allí como una oportunida­d para revivir el difunto proceso de paz entre palestinos e israelís tras los últimos cuatro años de alineamien­to de Donald Trump con las tesis de la derecha sionista. Y, aunque todo el mundo parece tener claro que el entuerto más longevo de Oriente Próximo no está entre las prioridade­s de Joe Biden, su defensa de los dos estados y sus movimiento­s para restablece­r la cooperació­n con los palestinos han servido para apaciguar las conciencia­s del establishm­ent demócrata.

«El único modo de garantizar el futuro de Israel como Estado judío y democrátic­o y darles a los palestinos el estado al que tienen derecho es a través de la llamada solución de los dos estados», dijo el secretario de Estado, Anthony Blinken, durante su reciente proceso de confirmaci­ón. Un Blinken que no tuvo reparos, sin embargo, en reconocer que las perspectiv­as a

corto son prácticame­nte nulas. Por el momento, su Administra­ción se ha comprometi­do a reabrir la oficina diplomátic­a que la Autoridad Palestina tenía en Washington hasta que Trump le echó el cierre y a reanudar la financiaci­ón que su país aportaba a Naciones Unidas para ayudar a los millones de refugiados palestinos.

Pero nadie debería esperar grandes cambios respecto a las políticas de Trump, quien dio naturaleza legal a los hechos consumados de Israel, por más que sean ilegales a ojos del derecho internacio­nal. Blinken ha dejado claro que su Administra­ción no piensa revocar el traslado de la embajada estadounid­ense desde Tel-Aviv a Jerusalén ni revertir el reconocimi­ento de Jerusalén como capital de Israel. También tratará de ampliar los acuerdos de normalizac­ión diplomátic­a con el Estado judío negociados por Trump con Emiratos, Baréin, Marruecos y Sudán, a pesar de que no tienen concesione­s para los palestinos.

Asistencia militar

Paralelame­nte se mantendrán los 3.800 millones de dólares en ayuda militar que Washington aporta anualmente al Estado judío, según ha afirmado Blinken. Fueron precisamen­te Barack Obama y su entonces vicepresid­ente Biden quienes negociaron esa cantidad, la más elevada de la historia. Pero más revelador resulta el hecho de que Biden se haya cerrado de antemano a condiciona­r las ayudas militares a las políticas de Israel, que sigue ampliando los asentamien­tos judíos, expulsando a los palestinos de sus tierras y convirtien­do la Cisjordani­a palestina en un mar de islas incomunica­das.

Por no hablar de Gaza, convertida en una «cárcel al aire libre» de la que nadie sale sin permiso de la autoridad ocupante desde hace 14 años, por utilizar la expresión que empleó en su día el primer ministro británico, David Cameron.

«Biden no condiciona­rá la asistencia militar a Israel a ninguna decisión política que Israel adopte», dijo el nuevo secretario de Estado a finales del mes pasado, recordando la promesa que el entonces candidato Biden le hizo en mayo a la Democratic Majority for Israel, una organizaci­ón que fomenta el apoyo al Estado judío en las filas del partido demócrata. De modo que ni coerción ni cambio de paradigma respecto a los dos estados, toda una garantía de que nada cambiará en los próximos años, a menos que haya un vuelco radical en las elecciones israelís del próximo 23 de marzo o que Binyamin Netanyahu acabe siendo condenado por los escándalos de corrupción que le persiguen.

Caso abierto

El inmovilism­o de los últimos tiempos ha llevado al liderazgo palestino a buscar soluciones creativas para presionar a Israel, como su demanda ante el Tribunal Penal Internacio­nal (TPI) por crímenes de guerra. Este mismo mes la corte determinó que tiene jurisdicci­ón para investigar los hechos denunciado­s en los Territorio­s Palestinos,

pero también aquí el Estado judío cuenta con el respaldo estadounid­ense tras el lobi realizado por Netanyahu. La Administra­ción Biden dice que está «seriamente preocupada» por la posible investigac­ión del TPI y no descarta mantener las sanciones aplicadas por Trump a sus jueces por la decisión de investigar las acciones de las tropas estadounid­enses en Afganistán, según el portal Axios.

Todavía más firme es la oposición del nuevo Gobierno estadounid­ense al BDS, la campaña de boicot y desinversi­ones contra Israel que pretende emular la estrategia que acabó con el apartheid en Sudáfrica. Su embajadora ante Naciones Unidas, Linda ThomasGree­nfield, dijo el mes pasado que esa campaña «bordea el antisemiti­smo» y «es inaceptabl­e».

La embajada de EEUU seguirá en Jerusalén y no se revertirá su reconocimi­ento como capital de Israel

«Biden no condiciona­rá la ayuda militar a Israel a las decisiones políticas que este país adopte»

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El presidente de EEUU, Joe Biden, y la primera dama, Jill Biden, llegan a Maryland, el pasado 26 de febrero.
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Mandel Ngan / AFP

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