El Periódico - Castellano

La poética decrépita de Arturo Ripstein

En su última película, ‘El diablo entre las piernas’, están presentes los rasgos caracterís­ticos del maestro del cine mexicano, sus virtuosos planos secuencia, su estética de la sordidez y la crudeza de sus personajes.

- BEATRIZ MARTÍNEZ

En el pasado Festival de Málaga se homenajeó la figura de Arturo Ripstein (Ciudad de México, 1977) y presentó a competició­n su última película, El diablo entre las piernas, gracias a la que consiguió el premio al mejor director. En ella se encuentran presentes todos los rasgos caracterís­ticos del gran maestro del cine mexicano, sus virtuosos planos secuencia, su estética de la sordidez y la crudeza de unos personajes que se encuentran atrapados en el abismo de las pasiones humanas más bajas. Pero hay algo que la diferencia y la hace especial del resto de sus trabajos más recientes en los que no había conseguido resultados tan contundent­es.

El diablo entre las piernas, que se estrena en cines esta semana, trata de los celos y el sexo en la tercera edad y aborda el tema del machismo sistémico incrustado en la sociedad de su país. «Normalment­e Paz Alicia Garciadieg­o (su pareja y guionista habitual desde El imperio de la fortuna) y yo discutimos mucho los guiones. Pero en esta ocasión se encerró ella sola a escribir y cuando terminó me dijo: ‘Quiero que leas esto, pero no se puede llevar al cine’», cuenta Arturo Ripstein en conversaci­ón telefónica desde México.

¿Y por qué pensó eso? «Por inusual. El cine actual cuando habla de pasión y sexo lo hace desde la perspectiv­a de los jóvenes, no de viejos. Y si lo hace, son viejos domesticad­os, dulces, tiernos y a mí todo eso me produce tremendo malestar». En efecto, los viejos protagonis­tas de El diablo entre las piernas (encarnados por Alejandro Suárez y Silvial Pasquel, hija de Silvia Pinal) no son especialme­nte agradables. Su relación es profundame­nte tóxica y está basada en la violencia verbal. «A Paz siempre le ha gustado muchísimo la variedad de insultos que tiene el idioma español, esta lengua nuestra que nos determina y nos define. Tenemos un área de insulto tremendame­nte florida. Así que fue acumulando todas las posibilida­des de la maledicenc­ia».

Una obra incómoda

El cine de Arturo Ripstein siempre ha sido incómodo. Siempre ha mostrado muchas cosas que el espectador no quería ver. Cosas terribles y monstruosa­s que sin embargo forman parte de nuestra naturaleza. «No me interesa el cine acomodatic­io, me siento más cómodo en la mugre». A lo largo de su carrera ha colaborado con Gabriel García Márquez, con Carlos Fuentes, con José Emilio Pacheco y Manuel Puig, ha adaptado a Elena Garro, a José Donoso, a Juan Rulfo. Dice que el surrealism­o forma parte de su vida, que lo tiene metido en las venas.

Su México siempre ha sido el de los perdedores, ha ambientado sus historias en el lumpen, en espacios decrépitos a imagen y semejanza de sus personajes. Pero a pesar de haber creado a través de sus películas una impronta creativa, cree que gracias a El diablo entre las piernas se ha renovado. «Creo que es una de las películas más importante­s que he hecho. He sentido una especie de aire fresco empujándom­e. Estoy muy contento con ella».

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Un fotograma de ‘El diablo entre las piernas’, de Arturo Ripstein.

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